Del último número de la revista Clarín, comentado aquí, me gustaría reseñar con más detalle lo que acaso más me ha interesado del mismo. Me refiero a la jugosa conversación entre Martín López-Vega y Xavier Farré. Dos poetas que son, a la vez (si cabe el distingo), dos traductores. El primero vive en Estados Unidos y el segundo en Polonia. A los dos los une el afecto por la poesía del Este, que ambos han antologado. Destaca L-V las versiones realizadas por Farré en torno a autores tan importantes como Milosz, Herbert, Salamun y Zagajewski. Qué sería de nosotros, lectores españoles de poesía, sin esa compleja tarea de traer a nuestra lengua la poesía de esos auténticos gigantes. Mejor no imaginarlo. Tampoco deja de lado su valiosa labor como poeta. Un poeta que ama las ciudades. Su último libro, ya mencionado en este rincón, Punt rere punt. Sí, por aquello de serlo en catalán, paga el consabido peaje, un sinsentido. Que conste al cabo.
28.2.15
Alfabeto
Aunque no doy mucho crédito a las listas de libros más vendidos, me fijé en un título que se venía repitiendo en los últimos meses: Alfabeto, un libro publicado por Sexto Piso. No había oído hablar de él. Ni de su autora, la escritora danesa Inger Christensen (Vejle, 1935- Copenhague, 2009), a la que veo, qué casualidad, en una fotografía que ilustra un reciente artículo de Jordi Gracia sobre Joaquín Marco. Tampoco había leído reseña alguna, como la de Cecilia Dreymüller en Babelia o, y esto es más raro, la de Martín López-Vega en su blog de El Cultural. Lo que me impulsó en última instancia a comprar el libro fue un breve mensaje de su traductor, Francisco J. Uriz: "Le recomiendo el poemario de Inger Christensen Alfabeto (Sexto Piso). Saludos. Uriz". No lo dudé. Y no me arrepiento, al revés. Le agradezco la recomendación. No sabe cuánto.
Carece de explicación, en efecto, que no estuviera hasta ahora vertido a nuestra lengua. Como dice Dreymüller, "que ahora se haya traducido al castellano por primera vez un libro de poesía de esta menuda mujer de mente maravillosa, que rehuía la fama y el culto a su persona, constituye un verdadero hito. Alfabeto es uno de los libros fundamentales de la poesía del siglo XX". Y más, diría. Es un poema excepcional, sin duda. Un extenso poema cuyos resortes no merece la pena volver a explicar aquí (para eso está la nota editorial y las citadas y aun otras reseñas). Baste señalar que buena parte de la culpa, un decir, de que el lector se quede perplejo antes esos versos la tiene el propio Uriz, coetáneo de Christensen, que ha sabido traer a nuestra lengua la compleja belleza de ese canto inspirado. Se anuncia, traducido también por él, la llegada de Det (Eso). Le alegra a uno comprobar que ni por asomo ha leído, a lo Mallarmé, todos los libros. Como dijo con tino López-Vega, ¡imprescindible!
Carece de explicación, en efecto, que no estuviera hasta ahora vertido a nuestra lengua. Como dice Dreymüller, "que ahora se haya traducido al castellano por primera vez un libro de poesía de esta menuda mujer de mente maravillosa, que rehuía la fama y el culto a su persona, constituye un verdadero hito. Alfabeto es uno de los libros fundamentales de la poesía del siglo XX". Y más, diría. Es un poema excepcional, sin duda. Un extenso poema cuyos resortes no merece la pena volver a explicar aquí (para eso está la nota editorial y las citadas y aun otras reseñas). Baste señalar que buena parte de la culpa, un decir, de que el lector se quede perplejo antes esos versos la tiene el propio Uriz, coetáneo de Christensen, que ha sabido traer a nuestra lengua la compleja belleza de ese canto inspirado. Se anuncia, traducido también por él, la llegada de Det (Eso). Le alegra a uno comprobar que ni por asomo ha leído, a lo Mallarmé, todos los libros. Como dijo con tino López-Vega, ¡imprescindible!
lfabeto
sorprende de inmediato al lector por su distribución orgánica. Las
estrofas crecen a partir de la secuencia numérica de Fibonaci, en la que
el siguiente poema está formado por la suma de versos de los dos
anteriores; de este modo los fragmentos versales van incrementando su
longitud en un pautado avance escritural que busca en la repetición de
versos e ideas una cadencia versicular, un eco de letanía. - See more
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(Vejle, 1935, Copenhague, 2009)Ve
la
escritora danesa Inger Christensen (Vejle, 1935, Copenhague, 2009) -
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la escritora danesa Inger Christensen (Vejle, 1935, Copenhague, 2009). -
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27.2.15
Clarín, 115
Con una bonita fotografía de Nápoles, de Via Solitaria, se abre esta entrega de la revista Clarín, un número redondo donde Juan Lamillar lee a Marcel Proust; Luis María Marina nos cuenta la historia del descubrimiento y posterior
traducción de la obra del poeta portugués Daniel Faria (anuncio reseña de Explicación de los árboles y de otros animales para el número 117); Manuel Neila rescata aforismos
de Ramón J. Sender; Andrés Catalán nos acerca la vida y los sonetos de la
intensa poeta norteamericana Edna St. Vincent Millay; Martín López-Vega conversa
con el poeta y traductor Xavier Farré; Josep Carles Laínez avanza fragmentos de
su diario Tabularium; y Mario Martín
Gijón, entre otras interesantes lecturas, nos da noticias de Manuel Bayo, un
dramaturgo español en Taiwán.
José Luna Borge, Álex Chico (sobre Más allá, Tánger), José Luis Morante, José Ángel Cilleruelo, Toni Montesino y Rodrigo Olay firman algunas de las reseñas de “Paliques”. El colofón lo pone Aquilino Duque, que escribe sobre la poesía de uno de sus primeros maestros: el poeta de Arcos Julio Mariscal.
José Luna Borge, Álex Chico (sobre Más allá, Tánger), José Luis Morante, José Ángel Cilleruelo, Toni Montesino y Rodrigo Olay firman algunas de las reseñas de “Paliques”. El colofón lo pone Aquilino Duque, que escribe sobre la poesía de uno de sus primeros maestros: el poeta de Arcos Julio Mariscal.
26.2.15
"Pájaro visitador", de Raúl Morales
Raúl Morales, madrileño del 73, publica en la exquisita editorial El Gaviero su tercer libro, Pájaro visitador; un libro, sin duda, anómalo. Por lo de extraño, digo. Irregular no es, por descartar la otra acepción del diccionario. Al revés. Estamos ante una obra unitaria, ante un poema fragmentado. La ausencia de títulos o números nos da la pista. Eso y que hay continuidad en el discurso que adopta, indistintamente, la prosa (poética) y el verso para expresarse. Dije "anómalo" y acaso deba explicarlo con más detalle. Más allá de lo singular de la apuesta, alejada de las maneras de hacer de la mayoría de sus contemporáneos, ya en uno de los epígrafes iniciales se habla de "sentido oculto" y es evidente que lo hay. El lector disfruta de este sutil y hasta frágil sucederse de símbolos y metáforas en torno al vuelo y al pájaro por el que transitan grullas, mirlos, estorninos, golondrinas, perdices, tordos, etc. También otros animales como corzos, ciervos, jabalíes y abejas. El lector, sí, se deja llevar. El vuelo es canto: "canta, pájaro púrpura". Con tonos de cuento o de leyenda (donde no faltan pastores, bosques, príncipes, brujas, reyes o pescadores), intempestivo, por más que parezca medieval, siquiera sea por sus maneras de bestiario y su aire entre fantástico y ornitológico, Morales nos traslada a un tiempo y a un espacio mágicos y el viaje se convierte, según propósito, en una canción "anterior a toda palabra", sostenida en la "simple vibración" del pájaro. "No una idea de luz, sino la luz". Este lector se confiesa tan embelesado como perdido en medio de esta poesía simbólica y hasta, digamos, hermética (otro rasgo de época, digamos) que da fe de una aventura espiritual donde la literatura (y sus referencias clásicas) tiene tanta importancia como la vida emboscada que allí vuela y alienta.
25.2.15
Charo Ruano y Amarú, 30 años
Un merecido homenaje a la poesía de Charo Ruano (Berganciano, Salamanca, 1957) que sirve también para celebrar los 30 años de la editorial salmantina Amarú, vinculada a la librería Víctor Jara, y, cómo no, a la autora de La frontera o Los rostros de la huida.
El programa de actos (con exposición, conferencia, lectura de poemas y mesa redonda) es de lujo, sin lugar a dudas. Enhorabuena.
24.2.15
Senabre en El Cultural
Senabre en Guadalupe, 1974 |
El pasado viernes se publicó en El Cultural la última reseña de Ricardo Senabre, sobre un libro de Cela Trulock, y, a modo de despedida y de homenaje, una serie de textos breves donde un puñado de escritores (Aramburu, Landero, Marzal, Merino, Silva y uno) glosaban la figura del profesor y crítico recientemente fallecido. Ricardo Senabre. El elogio de los creadores lo titularon. También figuraban unas emotivas palabras, "El profesor Senabre", de Ascensión Rivas (una de sus mejores alumnas en la Universidad de Salamanca), así como un artículo de Luis María Anson. Ahí va mi colaboración.
Un hombre con criterio
Recuerda uno bien la llegada a Cáceres de don Ricardo Senabre. Se hizo notar. Pronto, junto a Juan Manuel Rozas (la poesía y la prosa), desde el decanato de Filosofía y Letras, se alió con quienes, a favor de los nuevos aires democráticos, querían la redención cultural de esta Extremadura irredenta. Ya era hora. Y ahí estuvo, en primera línea. Aportó sensatez y prestigio a la empresa. Desde la cátedra y en la calle, presidiendo jurados literarios o animando vocaciones desde la prensa o los congresos de escritores. Uno no llegó a asistir a sus clases, pero tuvo ocasión de tratarlo y de aprovechar su magisterio, pues su inclinación didáctica siempre estuvo presente, dentro o fuera de la universidad. Al riguroso filólogo le acompañó, con la debida naturalidad, el crítico incisivo. El de las "senabrinas", como recordaba Gonzalo Hidalgo; el "severo", como decía aquí mismo Fernando Aramburu. Sus reseñas brillaban por lo bien escritas que estaban, un asunto nada baladí, y por la independencia de su juicio, otra rareza. Era un hombre con criterio. Aunaba la sabiduría del experto con la intuición del lector, que es lo que ante todo era. Siempre entendí que su meticulosidad, la precisión de su lenguaje y el amor por los detalles eran puro reflejo del ejercicio de la crítica responsable que él defendía.
23.2.15
En Kensington Park
Mediodía en Kensington Park es la cuarto libro de Fábula, el ambicioso proyecto de Javier Sánchez Menéndez, director de la editorial La Isla de Siltolá, sello donde se publica. Ya comentamos aquí dos libros anteriores de los diez que tendrá la serie: Teoría de las inclinaciones y Libre de la tormenta.
Incluido en la colección Tierra, como un libro de poesía más, JSM se sitúa en un lugar tal real como simbólico, el famoso parque londinense, para reflexionar en voz alta, con la claridad y contundencia que le definen, sobre la poesía, ante todo, y acerca de numerosas circunstancias del cotidiano vivir. En un claro del bosque, que podría decir su admirada María Zambrano, en un tono sentencioso y aforístico (que según el siltoliano Juan Manuel Macías es "la literatura de los antipáticos"), a partir de la metafórica imagen del pájaro, JSM se lanza al vacío y, despojado de casi todo ("Para ser un poeta debes dejarlo todo"), enuncia su verdad, que participa, claro está, de la belleza. El mediodía, la luz, la noche, el cansancio, la soledad, el silencio ("Sin silencio no hay poesía") son algunas palabras claves (las justas) para explicar este discurso intempestivo, a contracorriente, tan sincero, ya se dijo, como implacable.
Para eso echa mano de algunos poetas de cabecera: Nicanor Parra y Antonio Colinas, sobre todo, aunque también aparezca citado, entre otros, Rilke.
"La poesía es el estilo. La clase, los proverbios", escribe. Y "La duna es la poesía". Entre Londres y Cádiz, ésta crece, se mueve, poco a poco, en silencio, a la luz del misterio.
22.2.15
Laura Freixas en Plasencia
Foto de Sylvain Cherkaoui |
El miércoles, día 25 (y no el martes, como es habitual) a las
20:00 horas en la Sala Verdugo podremos escuchar a Laura Freixas, que cerrará con su intervención el curso 2014/2015 del
Aula de Literatura "José Antonio Gabriel y Galán", de Plasencia.
Laura Freixas (Barcelona, 1958), se dio a conocer en 1988 con una colección de relatos, El asesino en la muñeca, a la que seguirían las novelas Último domingo en Londres (1997), Entre amigas (1998) y Amor o lo que sea (2005), el libro de relatos Cuentos a los cuarenta (2001) y la autobiografía Adolescencia en Barcelona hacia 1970 (2007). Su última novela, Los otros son más felices, se publicó en noviembre de 2011. Paralelamente
a su obra narrativa, Freixas ha desarrollado una intensa labor
como estudiosa y promotora de la literatura escrita por mujeres. Coordinó las antologías Madres e hijas (1996) y Cuentos de amigas (2009), y es autora de los ensayos Literatura y mujeres (2000) y La novela femenil y sus lectrices (2009, Premio Leonor de Guzmán). Ha sido, además, editora, traductora y crítica literaria, y dirigió el número monográfico de Revista de Occidente consagrado
al diario íntimo en España; ha traducido los diarios de Virginia Woolf y
André Gide, así como las cartas de Madame de Sévigné; colabora
regularmente en distintos medios y es columnista del periódico La Vanguardia. Da
cursos y conferencias en instituciones españolas y extranjeras, y ha
sido profesora invitada en varias universidades de Estados Unidos.
Conocí a Laura Freixas en Mérida, a finales de los noventa. Éramos jurados de los premios literarios que se celebraban allí entonces. Por cierto, en la revista Quimera publiqué en 2013 una reseña sobre su último libro: La vida subterránea, unos diarios de juventud. Nos vemos en el Verdugo.
Conocí a Laura Freixas en Mérida, a finales de los noventa. Éramos jurados de los premios literarios que se celebraban allí entonces. Por cierto, en la revista Quimera publiqué en 2013 una reseña sobre su último libro: La vida subterránea, unos diarios de juventud. Nos vemos en el Verdugo.
21.2.15
Postureo cultural
Nunca me había dado por imaginar que iba a llegar el día en que coincidiera en algo con Tomás Martín Tamayo, uno de los tipos más aviesos con los que uno se ha cruzado en la vida. Reconozco, sin embargo, que ha estado bastante fino en el análisis que ha publicado en su blog bajo el título "Extremadura, fiasco cultural". No sé si a propósito (este hombre no da puntada sin hilo), se olvida de la edición de libros y de todo lo relacionado con ellos, que, con ser fundamental, abarca mucho más que el capítulo de bibliotecas. La Editora Regional, por ejemplo; una institución ineludible cuya gestión tanto criticó en su día y de la que hablaba, por cierto, hace poco en su citado blog (como ya no colabora en el HOY, he aprovechado para echar un vistazo): "una novela mía, que estuvo con las finalistas de cuatro premios nacionales -entre ellos el “Ciudad de Badajoz”-, fue aceptada en la Editora Regional, pero después de muchas dilaciones y engaños, la tierna florecilla poética que la dirige, me dijo que “con gran pesar” no la podía publicar. ¿Es mala? ¡No, me ha encantado!".
Entonces -vuelvo a su "fiasco"- él era uno de los madamases del Partipo Popular de Extremadura; uno de los llamados a ser algo (¿otra vez consejero de Cultura?) cuando aquella formación alcanzara el poder. Aunque -con la ayuda de IU- lo consiguieron, no fue así. Luego... Un revés puede aclarar las ideas. El rencor aporta a veces lucidez. Otro, sí, en el ostracismo.
Hace mil años (bueno, 33), firmamos juntos (nuestras rúbricas estaban, por casualidad, al lado) el "Manifiesto palmario, horrible, pero necesario, sobre el arte rupestre del siglo XX en el Oeste de España". Habría que ir preparando la edición de esta centuria. Por ahí volvemos a estar. Postureo mediante.
Entonces -vuelvo a su "fiasco"- él era uno de los madamases del Partipo Popular de Extremadura; uno de los llamados a ser algo (¿otra vez consejero de Cultura?) cuando aquella formación alcanzara el poder. Aunque -con la ayuda de IU- lo consiguieron, no fue así. Luego... Un revés puede aclarar las ideas. El rencor aporta a veces lucidez. Otro, sí, en el ostracismo.
Hace mil años (bueno, 33), firmamos juntos (nuestras rúbricas estaban, por casualidad, al lado) el "Manifiesto palmario, horrible, pero necesario, sobre el arte rupestre del siglo XX en el Oeste de España". Habría que ir preparando la edición de esta centuria. Por ahí volvemos a estar. Postureo mediante.
20.2.15
"Inmune", de Almudena Vega
Hace menos de un año que dimos aquí noticia de la aparición en escena de una nueva poeta, Almudena Vega, malagueña del 86. Su carta de presentación para nosotros, un libro y una antología. Ya había dado antes a la imprenta Dirty Generation, junto al ilustrador Miguel Ángel Emérico, y Corvus Corax, entre otras obras. Tiene, además un blog: La disonancia de los pájaros.
Llega ahora Inmune, publicado por Ediciones En Huida. Comparte su autoría con la fotógrafa Sonia Marpez (su apellido, ya ven, me recuerda a Marina Perezagua), que firma las imágenes que lo ilustran. O mejor, con las que los poemas dialogan. En Youtube podemos ver un vídeo sobre la obra que nos da algunas pistas sobre esta doble, intensa aventura.
Lleva un incisivo prólogo de Vanity Dust donde leemos: "La insensibilidad es un arma de supervivencia como cualquier otra: la crueldad, el odio, la violencia." En efecto, nos hacemos inmunes ante los avatares de la vida. Alguien cede, se justifica, aplaza.
Dos citas, de Albert Camus y Kobayashi Issa, sirven de pórtico y de declaración de intenciones a sus versos.
Como en su libro anterior, hay aquí experimentación, frescura, valentía. "No sé decir nieve, solo sé decir domingo" es un poema paradigmático. Como en Animales de vidrio, sentimos el aliento de la muerte a nuestra espalda.
Leemos: "de niña, nadar de noche en la piscina / era todo un universo que bastaba."
Símbolos, metáforas. El cuerpo, la sangre (otra constante), los animales: "Somos animal-memoria", escribe.
Poemas viajeros que se demoran en la contemplación. En Londres ("Los muchachos de Londres..."), en Los Ángeles...
Se afianza, en fin, la voluntad poética de Almudena Vega. Atentos.
19.2.15
"Tánger" en El Boomeran(g)
En la sección Librería: Escaparate de novedades de El Boomeran(g), blog literario en español, Fundación Santillana, dan noticia de Más allá, Tánger.
Lo fatal
Sucede en la voz de otros (Apuntes mundanos de poesía), de Juan Manuel Macías (Cartagena, 1970), publicado por La isla de Siltolá en su colección Levante, es uno de esos libros que tanto le gustan a uno. Pequeño, manejable, bien editado, cómodo de leer... Eso por fuera. Por dentro, mejor aún. El poeta, traductor y helenista residente en Cercedilla, director de Cuaderno Ático y de Noches Áticas (junto a Anna Montes Espejo), reúne textos sobre la poesía, sí ("La poesía siempre me ha parecido un misterio que sucede en la voz de los otros"), pero en un tono desprovisto de toda solemnidad, cercano, propio de alguien que brega con los versos, pero un tanto a ciegas, podríamos decir, como casi todos los que lo hacen (con la debida modestia). Alguien que no "entiende" de poesía, por decirlo como él.
Sus reflexiones, por humanas, teñidas de ironía (léase "Caralibro suite"), distantes de cualquier atisbo de mitificación, son sensatas y hasta divertidas a ratos. Será porque "uno de los problemas más graves de la poesía española actual es su falta de sentido del humor".
Apuntes, ensayos y elucubraciones elocuentes ante el asombro. Dignas del ser perplejo que todo hombre que escribe al fin y al cabo es. "Reclamo el asombro", dice. "Porque la verdadera podredumbre habita en la tibieza", en el libro hay mucha pasión. Por las palabras, claro, y por los poetas y los poemas: Homero, el Kalevala, Gerardo Diego, Góngora, Arquíloco de Paros... Y por trabajos gustosos, que son a veces tareas ingratas. El del crítico ("Nadie es objetivo"), el traductor (esperamos como agua de mayo sus versiones de Cavafis para Pre-Textos) o, sencillamente, el lector, el que más importa. Una de las partes, la final, acaso la más densa, está dedicada a su faceta de helenista. Antes, apareció el paseante de la culta sierra madrileña (ahora que celebramos el centenario de Giner de los Ríos), el erudito de las ciudades perdidas, el que defiende a la luna de los nocivos poetastros, el traductor enfrascado en su labor titánica, el estudiante que regresa con la memoria a los diccionarios de griego o a las fatigadas gramáticas... Hay mucho de autobiografía intelectual (y vital) en estas páginas. Y hasta un cuento.
Sí, "la poesía es la que inventa al poeta y no al contrario", como él denuncia, porque "es triste que se hable más de poetas que de poemas". "No es un oficio sino algo fatal", precisa. "La poesía es el laberinto", leemos en otra parte, y no cabe duda de que la lectura de este libro ayuda a encontrar la salida. Con una naturalidad que pasma.
18.2.15
A Senabre (II)
Miguel Ángel Lama me envía este poema de Pablo Luis Ávila dedicado, en forma de acróstico, a Senabre. Se publicó en el volumen Philologica (Homenaje al profesor Ricardo Senabre), Cáceres, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura, 1996, pág. [609].
Por cierto, ayer apareció en el diario HOY un emotivo artículo de Jorge Márquez, "El otro Senabre", sobre su amistad con el profesor y crítico.
17.2.15
"Niebla fronteriza", de Hasier Larretxea
Hasier Larretxea nació en la aldea de Arraioz, del navarro Valle del Baztán, en 1982 y éste es su primer libro escrito íntegramente en castellano. Lo publica Editorial El Gaviero. Las citas que lo abren, de Antonella Anneda y Chus Pato, aluden a la niebla, que engulle el dolor, y a la "lingua das bestas", otra lengua posible. Una y otra, el paisaje y los animales, están presentes en esta obra apegada a la tierra donde las referencias a los nombres y a los lugares concretos despejan cualquier duda. En ese viaje a la infancia y a los recuerdos, a la memoria, no puede faltar la descripción de los sitios donde el poeta fue feliz. Del regreso, de la felicidad, sí, pero también del dolor que ese emotivo recuento ocasiona, habla Niebla fronteriza. El norte y sus brumas. Lo evocado y el olvido que, a la fuerza, ese ejercicio produce. Y todo a partir de Leonita, la abuela muerta. A la dulzura de su recuerdo, como reza en la dedicatoria inicial. "Que no se cierren para siempre las puertas ni las palabras que albergan lugares", escribe. "Sus palabras sujetas a la tierra y al viento". De nuevo los abuelos como referencia. Lo vimos en el último libro de Pablo Fidalgo y es una constante en los libros que uno lee de poetas jóvenes. Va a ser verdad lo que dijo el poeta gallego: "Somos una generación que tiene en sus abuelos a sus referentes vitales".
En un lenguaje también fronterizo, entre la prosa y el verso (o versículo), entre el canto y el cuento, sin títulos, salpicado de expresiones en euskera ("El idioma es la pureza de sus contracciones"), se abre paso este viaje, ya dije, al origen, que es "una herida que nunca se cierra". Los ancestros. Las genealogías familiares. Los antepasados ("Somos lo que nos permitieron ver los antepasados"). Los secretos. La conflictiva figura del padre, aizkolari. Sus ausencias. Y el paisaje ("Escribir, siempre, a través del paisaje". "El campo como materia"). Y las casas y los caseríos. Y el ganado (las ovejas, sobre todo). Más que mera descripción: cartografía. Reinvención de un mundo llamado a desaparecer. O ya perdido.
Y allí, la infancia: "La infancia, ese juego infinito sin fronteras". La añoranza y el daño que provoca el reencuentro. La desolación y las ruinas. Allí, el verano perdido donde el niño que fue, entre fiestas y juegos, toma conciencia de "la amenaza del regreso". El miedo, el silencio. "El vacío es otro tipo de olvido", leemos. Más que de nostalgia, deberíamos hablar de melancolía. "Hubo un tiempo...", le dice a Miguel Sánchez-Ostiz, otro baztanés o baztandarra.
Estamos ante una visión de lo cotidiano como mágico. El observador, el que contempla, fija sobre el papel la memoria de aquello que constituye su vida. Un ver volver tal vez precipitado si tenemos en cuenta la edad del relator, del "testigo", como dice Juan Carlos Mestre en las palabras de la contracubierta.
"La distancia es una ausencia que fortalece", escribe Larretxea.
En este poema único, fragmentado en capítulos de serena intensidad, uno puede, desde la remembranza, escuchar las voces de otros poetas que han transitado por derroteros semejantes: Gamoneda, el citado Mestre, acaso Llamazares... Son sólo eso, compañeros de parecidos viajes. En última instancia, lo que importa es la verdad de este largo trayecto en el que con gusto acompañamos a Hasier Larretxea hasta "la casa de la honradez".
16.2.15
Entrevista en Quimera
Publicada en el número 375 de la revista Quimera.
La firma Álex Chico y las fotografía son de Pedro Gato.
(Si uno guarda las imágenes en el escritorio, pongo por caso, podrá ampliarlas luego y leer con más facilidad)
(Si uno guarda las imágenes en el escritorio, pongo por caso, podrá ampliarlas luego y leer con más facilidad)
15.2.15
"Tratado de identidad", de Miguel Floriano
Miguel Floriano (Oviedo, 1992) publica en Ediciones Oblicuas Tratado de identidad. A pesar de su corta edad, es ya su segundo libro. Estudia en su ciudad natal, como Xaime Martínez, otro precoz poeta ovetense y, por tanto, pertenece a la última hornada de poetas asturianos; una tradición que, como señala el prologuista de la obra, el poeta y crítico José Luis Morante en "Fondo de Blues", es pródiga en nombres importantes a lo largo de las última décadas, y aun antes. Morante advierte que Floriano "prefiere la sencillez de expresión del tono coloquial y la hondura emocional". Un tono, añade uno, que le emparenta, a debida distancia, con casi todos los vates del Principado de los que uno ha venido hablando en este rincón en los últimos tiempos, como Sevillano, Olay y el citado Martínez. Aires, supongo, de generación. O, doy en suponer, de grupo, revista y tertulia.
Una cita de Miguel d'Ors abre el conjunto. Le une en unos versos a Víctor Botas para afirmar que son para él "los esenciales / maestros de la vida y la Poesía". Hay otros maestros reconocibles. Felipe Benítez Reyes ("Como todo buen iluso, yo también..."), Luis García Montero ("Acuérdate de mí..."), su paisano Ángel González ("Poética que acostumbro a imponerme", se titula un poema), Gil de Biedma ("Renuncio a ser feliz..."). ¿Poesía de la experiencia? Sí, así se hubiera dicho hace unos años. Lo cotidiano, el tú. Léase, a modo de ejemplo, "La culta", un poema de la serie "Seis fotografías". Por lo demás, llama la atención el uso del encabalgamiento (sobre todo en los sonetos que pierden de ese modo su peor soniquete). También los finales de los poemas: contundentes, redondos. Al fondo, un gusto musical, otro rasgo generacional.
Poesía, en fin, amable, clara, paradójica, donde habla, como todos los jóvenes, de amores, de amigos, de abuelos ("Prometimos no contarlo")... "Es la palabra lo que nos hace vivir. / Lo demás solo nos mantiene entretenidos." Pues eso.
Una cita de Miguel d'Ors abre el conjunto. Le une en unos versos a Víctor Botas para afirmar que son para él "los esenciales / maestros de la vida y la Poesía". Hay otros maestros reconocibles. Felipe Benítez Reyes ("Como todo buen iluso, yo también..."), Luis García Montero ("Acuérdate de mí..."), su paisano Ángel González ("Poética que acostumbro a imponerme", se titula un poema), Gil de Biedma ("Renuncio a ser feliz..."). ¿Poesía de la experiencia? Sí, así se hubiera dicho hace unos años. Lo cotidiano, el tú. Léase, a modo de ejemplo, "La culta", un poema de la serie "Seis fotografías". Por lo demás, llama la atención el uso del encabalgamiento (sobre todo en los sonetos que pierden de ese modo su peor soniquete). También los finales de los poemas: contundentes, redondos. Al fondo, un gusto musical, otro rasgo generacional.
Poesía, en fin, amable, clara, paradójica, donde habla, como todos los jóvenes, de amores, de amigos, de abuelos ("Prometimos no contarlo")... "Es la palabra lo que nos hace vivir. / Lo demás solo nos mantiene entretenidos." Pues eso.
14.2.15
A Senabre (I)
Jurado del Premio Gerardo Diego de Investigación Literaria, 2014. |
BREVEDAD ES TODO
A Marcela y Ricardo Senabre
Leo la poesía de otros,
el asombro compartido,
no hay deseo de ofrecer la mía
si la sirven otros.
La poesía que se mueve mejor
que la voz a solas cuando la tuve
salina o dulce, según la destreza
para destrucción de estas manos
detrás de su tiempo, mi lengua.
Leo la poesía de otros,
no importa de qué siglo
ni la edad cuando se vació,
si brevedad es todo, lo que hoy son
huesos hechos barandilla
de mirador tan alto
de la rosa o existencia, tan cantadas.
Abandonada al universo tomado
por los otros, es el arco
que hace la palabra
en la noche gola de versos
dentro de mi casa,
la travesía de la creación,
un sol también perecedero,
poetas que en mí escriben, mandan, saben,
sosteniendo yo la culpa.
Así va pasando mi tiempo de escritura,
el de la saciedad que la pasión ajena
me regala y ciñe las apetencias
pues soy cómplice
en el saber respirar de estos valientes
que apoyan su columna en mis hombros
hacedores en la noche
conmigo nunca desarmados.
Si brevedad es rosa o existencia,
la creación también,
como un caballo hermano
que un día desaparecerá de niebla
por tobillos rápidos de luz,
luz vencida de tanto crear vencido.
La salvación, la perdición ajena
ya son mías,
y en lo sucesivo más.
Pureza Canelo
(De No escribir, Cuatro poéticas, Pre-Textos, 2011)
Nota: En la fotografía, de izquierda a derecha: César Torrellas, Juan Cuesta Diego, Manuel Ramírez, Antonio Sánchez Trigueros, Francisco Javier Díez de Revenga, Pureza Canelo, Rosa Navarro Durán, Alicia Gómez-Navarro, Pilar Palomo y Ricardo Senabre. Fallo del XIV Premio Internacional "Gerardo Diego" de Investigación Literaria, Residencia de Estudiantes, Madrid, 17 de junio 2014.
13.2.15
"Conciencia de clase", de David Mayor
A una década de la publicación de su primer libro y dos años después de dar a la imprenta el anterior, aparece en Prensas Universitarias de Zaragoza, dentro de la preciosa colección La gruta de las palabras (que dirige con tino el poeta y narrador Fernando Sanmartín), Conciencia de clase del también zaragozano David Mayor (1972). Confieso que no he leído sus libros anteriores, aunque sí poemas sueltos por aquí y por allá. Tal vez por eso me ha sorprendido tan gratamente esta entrega dedicada, en general, a la memoria de su padre. Una de las citas que la abre me ha gustado mucho y da, según creo, una clave precisa de por dónde van estos versos. Es de Pasolini y dice: "Renuncio a ser poeta original, pues su precio es falta de libertad: un sistema estilístico es demasiado exclusivo. Adopto esquemas literarios trillados para ser más libre. Naturalmente, por razones prácticas". "A través de mi padre" es, precisamente, el título del primer poema y no podía haber elegido un comienzo mejor: "Recordar es una de las forma de la mirada", leemos. O: "Recordar es mirar cómo escribimos la vida que nos pasa, pero no vivirla de nuevo con prosa reiterada". No es la única referencia a la escritura. "Escritorio" se titula la primera parte del libro, así como el poema del mismo título, que junto a "Piezas de taller", dan fe de su poética. En "Refugio" (que remite a una visita a la casa de Torga) leemos: "Creo que escribir esto es escribir la serenidad a la que / quiero volver cuando otro día también lo lea".
A la mencionada parte, la más extensa con diferencia, pertenecen algunos de los poemas más logrados del conjunto: "Animal herido", "Conciencia de clase", "Extraterritorial", "Idea de la juventud", "Tarde o temprano" ("cualquier sitio es el centro del mundo, / cualquiera puede ser un lugar extraño") o "Poema", uno de los más conmovedores de un libro donde priman los sentimientos. Otro tanto puede decirse de "Barrio", donde aparece la figura de la madre y una mención expresa a su ciudad Zaragoza, muy presente en la muestra, a la que dedica la parte final: "El país que existe", un puñado de poemas en prosa entre los que cabe destacar "Torre del trovador".
Sin alharacas ni falsos experimentos, con una voz y un tono identificables como propios y, por eso, distintos, con solvencia y equilibrio ("el equilibrio es la mejor virtud"), Conciencia de clase se sostiene como un libro mayor, entre otras razones porque "La cálida vida, decía Umberto Saba, está / en los detalles como Dios y el Demonio / en todas partes".
12.2.15
Echenoz dixit
Echenoz y Modiano ©Bruno Coutier |
"Cada lector es un mundo y escribe dentro de sí su propio libro. A mí me interesa eso. Tiene todo el derecho de hacerlo suyo, me resulta algo genial. Lo malo es cuando cambian detalles objetivos, hasta el sexo de los personajes, aunque me fascina que los libros puedan convertirse o adaptarse o transmutarse en lecturas imprevisibles dependiendo de la experiencia que les aplican quienes los leen", dice. O: "En mí siempre ha primado el deseo de ser legible y de provocar un amplio entendimiento y acogida. No me gustan las posiciones cerradas en ese sentido. En la literatura debe primar ante todo el placer del lector". Confiesa, en fin, que lee "De todo, aunque poca poesía". Y que escucha "a Schubert y al resto, pero son eso, el resto". Aunque apenas lo he leído, me gusta el tono de este hombre. En la entrevista al menos. Me da que pertenece, como su vecino Modiano, al sector normal. Y eso que los dos son parisinos
11.2.15
"Doblez", de Silvia Terrón
En su web, se nos informa, entre otras cosas, de que Silvia Terrón nació en Madrid en 1980, que es poeta, periodista y traductora, que dirige Alba Paris, revista bilingüe dedicada a la difusión de la literatura hispanoamericana en Francia, donde reside desde 2009, y que trabaja como especialista en diplomacia pública.
Es autora de La imposibilidad gravitatoria (2009) y del libro que hoy nos ocupa, Doblez, publicado por Ediciones Liliputienses.
En el prólogo, Mercedes Cebrián comenta que son las palabras quienes salvan a los críticos de danza, fotografía, escultura o cine y que a ella le gustaría que las suyas al frente de estos poemas fueran "la fotografía de unas tijeras afiladas". Antes señala que "Silvia Terrón ha realizado una importante intervención en el aquí y el ahora a través de la cantidad exacta de palabras, de unos versos contundentes que cortan, que buscan -y logran- abarcarlo todo". Y no le falta razón. Brilla en este delgado volumen la economía de medios. Su poesía es directa, escueta, breve, certera, silenciaria ("y se escribe el silencio"), visual, concreta, metafórica y muy sugerente. ¿Minimalista? No sé si el término sigue vigente. Menos es más, en todo caso. "Todo cabe / en esta luz", leemos. Me ha recordado, a rachas, a Olvido García Valdés y Ada Salas. No por cuestiones concretas o influencias manifiestas, pero me parece que pertenecen a estirpes líricas semejantes. También se aprecia, por esa precisión de tono, un aire oriental. Los versos, por cierto, se cortan para adelgazarse.
En el poema VII de "Envés" se encierra una elocuente poética.
"Te invade / la elegancia / del paisaje / vacío. / Y abres / los ojos.", dice al final del libro.
Poesía para releer en busca de claves secretas. Se intuye en lo leído aquello que se oculta. Envés y revés: doblez. "Ser y ser / son experiencias / contradictorias."
10.2.15
Vetas: edición original
Así apareció el artículo de Fernando Aramburu, perteneciente a la serie "Vetas profundas", el pasado sábado, 7 de febrero, en el suplemento Territorios de El Correo. Y sin errata, por cierto. Me cuentan que lo de las cucarachas es un homenaje a La metamorfosis de Kafka. Sea.
9.2.15
Despedida
Así podría haberse titulado Descendencia, libro póstumo de la mexicana Dulce María González (Monterrey, 1958-2014). Cuando comenté aquí su obra anterior, Lo perdido, publicada también por Vaso Roto, recuerdo que el editor, Jordi Doce, me comentó que no estaba seguro de que ella llegara a leerlo ya que se encontraba gravemente enferma. En efecto, aunque tuvo el libro impreso en las manos, no tardó en fallecer. Esta circunstancia, qué duda cabe, hace que uno haya leído este puñado de poemas, dieciséis en total, con un nudo en la garganta. De por sí emocionantes, ganan en intensidad cuando somos sabedores de en qué límite fueron escritos.
Un prólogo de Clara Janés abre un volumen que se cierra con un epílogo, menos poético, más apegado a la vida y a la obra de la autora, firmado por Luis Aguilar en el que se alude a su "voz clara", su relación indisoluble con Lo perdido, su condición luminosa y a que, sin "aspavientos ni dramas", González logra arrancarle un libro a la muerte que "nace del dolor pero se mueve hacia la dicha".
Tiene razón Janés, "Nos hallamos claramente en el dominio del amor". La cocina familiar, el vino, los amigos, el hogar... Con un pie en otra parte, evoca viajes: a Grecia. a Venecia. Y vuelve a la infancia (el jardín, el abuelo). Y sólo una vez escribe sobre su enfermedad de forma explícita: "En la sesión de quimioterapia se apareció la Virgen...", uno de los poemas más duros, pero luminoso, del conjunto.
Es conmovedor asistir a ese momento en el que, a un tiempo, se cierran escritura y vida, dos caras de la misma moneda. No todos llegan a hacer coincidir el definitivo final de ambas pasiones.
Los dibujos de Víctor Ramírez ilustran esta apuesta decidida por la pedurable belleza. La descendencia que se deposita en el pequeño Fernán, tras sacrificarlo todo en pos de la verdad.
Será difícil olvidar a Dulce María González. Por libros así.
8.2.15
Vetas profundas
Lorenzo Cordero/HOY |
Comenté aquí en su día que Fernando Aramburu había comenzado a publicar en El Correo (dentro del suplemento Territorios) una serie titulada "Vetas profundas". Explicaba su proyecto así: "Una vez al mes publicaré en dicho suplemento un artículo de reflexión a partir de un poema escrito por autores antiguos y modernos; poemas en los que se me figure que quedó prendida en grado de excelencia la poesía y con los que, yendo y viniendo días, compondré mi antología de poemas predilectos. No pretendo hacer comentario de texto al uso ni crítica literaria, sino compartir, de forma razonada y por supuesto serena, entusiasmo. Mi atención se centrará exclusivamente en poemas escritos originalmente en lengua española". Que a uno le conste, desde entonces ha publicado artículos sobre poemas de Borges, Alfonsina Storni, Gil de Biedma, Irazoki, Rosalía de Castro, Aleixandre, Félix Francisco Casanova, Rosillo y san Juan de la Cruz. Pues bien, ayer y por sorpresa (para uno) apareció, tanto en El Correo como en el diario Hoy, un hermoso comentario, titulado "Paseos con el padre", que, como es fácil de imaginar, a uno le llegó al alma. El poema elegido por el escritor vasco es uno de los que componen "Entonces la muerte", de mi libro Desde fuera. No hace falta decir que ese hecho añade una emoción a esa honda lectura que no sólo me ha afectado a mí. También a mi madre y a mis hermanos. Gracias. Por un momento al menos, uno, miembro de la cofradía de los tristes, que diría mi amigo Juanra, no ha sentido de nuevo como propios los famosos versos de Borges, de su poema "Remordimiento": "Mis padres me engendraron para el juego / arriesgado y hermoso de la vida, / para la tierra, el agua, el aire, el fuego. / Los defraudé. No fui feliz. Cumplida..." Gracias.
Como en la página web del periódico extremeño no aparece, copio debajo esos versos:
Todo me lleva a ti; así, esta tarde
abierta al cielo azul que ha sucedido
al airado negror de la tormenta,
bajo esta luz que, más que vespertina,
me parece cegante y de mañana,
cuando atravieso el valle
y vuelvo a Jerte, sin saber por qué,
siguiendo no sé bien qué raro impulso,
curva a curva, ya sabes, cauce arriba,
hasta las mismas fuentes de la vida.
Todo es igual, pero también distinto,
y me remite a ti. Y las cascadas,
y los bancales y el río y los cerezos
parecen ser mirados por tus ojos
y a su través me hablas todavía
y vuelves a explicarme lo que importa:
sentirse aquí, feliz, y rodeado
de cuanto cualquier hombre necesita:
la luz, el campo, el árbol, la montaña,
cosas, tal vez, vulgares o anacrónicas
pero que nos confortan y nos salvan;
los seres y las fuerzas de ese mundo
solar donde vivías;
donde, para mi bien, conmigo vives.
P. D. Porque nada es perfecto, ay, se coló una errata en el periódico y donde dice "sentires" debería haber dicho, ya se ve, "sentirse". Qué sería de nosotros sin los errores tipográficos.
P. D. Porque nada es perfecto, ay, se coló una errata en el periódico y donde dice "sentires" debería haber dicho, ya se ve, "sentirse". Qué sería de nosotros sin los errores tipográficos.
Lo de PLP en La Puerta
Por tercera semana consecutiva asiste uno a un sarao literario, ya sea como mero espectador o como participante activo. El viernes volvimos a La Puerta de Tannhäuser, en esta ocasión para presentar Cero, el último libro del madrileño Pablo Luque Pinilla, como se anunció aquí en su día. A pesar del frío y de José Manuel Soto, que cantaba a esa hora en el Alkázar, delante, un público suficiente, atento y cómplice, aunque desconocido para mí, o casi. En lugar de en Plasencia, uno se imaginaba en cualquier parte. Son muchos años en la brega y las caras, sí, suelen repetirse; sin embargo, ya digo, quienes nos escuchaban eran, en su mayor parte, rostros distintos, lo que dio al acto, al menos en lo que a uno respecta, un aire diferente. No lo fue el trato cariñoso, de perfectos anfitriones, de Cristina y Álvaro quienes, por cierto, habían divulgado la noticia a través de las redes sociales y los medios de comunicación con la solvencia y profesionalidad que les caracteriza. Por esto y por todo los demás, Pablo Luque estaba gratamente impresionado. La provincia depara estas agradables sorpresas y por cosas así esta ciudad tiene por ahí fuera la fama que merece.
La velada transcurrió con la tranquilidad debida y, a través de una sinuosa conversación en la que hablamos de muchos asuntos (casi todos relacionados con el libro en cuestión), creo que todos disfrutamos de una poesía rigurosa y exigente explicitada en la selección de poemas que Luque leyó estupendamente. Como nos comentó Cristina, la prueba del éxito se justifica, entre otras razones, por la venta de ejemplares. Antes de la lectura o presentación, se suelen vender unos cuantos. Si la sesión no cuaja, ahí termina todo; si lo contrario, se venden más después, que es lo que sucedió esa noche. Libreros, editores y autor, contentos.
La velada transcurrió con la tranquilidad debida y, a través de una sinuosa conversación en la que hablamos de muchos asuntos (casi todos relacionados con el libro en cuestión), creo que todos disfrutamos de una poesía rigurosa y exigente explicitada en la selección de poemas que Luque leyó estupendamente. Como nos comentó Cristina, la prueba del éxito se justifica, entre otras razones, por la venta de ejemplares. Antes de la lectura o presentación, se suelen vender unos cuantos. Si la sesión no cuaja, ahí termina todo; si lo contrario, se venden más después, que es lo que sucedió esa noche. Libreros, editores y autor, contentos.
No sin charlar un rato con algunos jóvenes asistentes mientras los demás curioseábamos las novedades, Pablo, Cristina, Álvaro, Yolanda, mi hijo Alberto y yo nos fuimos a tomar algo. Refugiados del frío en los bares, los placentinos seguían dándole al palique. Como nosotros que, entre caña y tapa, celebrábamos con alegría el éxito obtenido.
7.2.15
Senabre
HOY |
Me acabo de enterar de la muerte de Senabre, como le llamamos siempre, y lo lamento mucho. Es imposible separar su nombre del de la Universidad de Extremadura (fue el primer decano de Filosofía y Letras), que es tanto como decir que colaboró desde la primera línea -la más rigurosa acaso- con el resurgimiento (no sé si sobra el "re") cultural y literario de esta tierra. Junto a Rozas, sí. Su magisterio estuvo en las aulas (ha dejado un importante reguero de discípulos (como comenta Fernando Valls) entre los que se cuentan algunos amigos, como Antonio Salvador, José Luis Bernal o Miguel Ángel Lama, que ayer daba la noticia de su fallecimiento en el blog) y fuera de ellas. Le recuerdo, por ejemplo, dando charlas divulgativas en Plasencia, en el Verdugo, allá por los setenta del siglo pasado, sobre autores españoles clásicos. Luego llegó, más allá de sus trabajos filológicos, lo de la crítica, que ha ejercido hasta el último momento con ejemplaridad en El Cultural.
No puedo quejarme de su trato, ni en lo personal (solía hablarme de Plasencia, ciudad que conoció bien, con la ironía que le caracterizaba) ni como lector de los libros de uno. Llegó a presentar en la biblioteca Torrente Ballester de Salamanca, junto a Antonio Colinas, mi primera novela, que juzgó con la debida exigencia en las páginas de su suplemento. Fue, en fin, un honor para mí colaborar en Teoría y análisis de los discursos literarios. Estudios en homenaje al profesor Ricardo Senabre Sempere. En el libro aparece un poema que le dediqué. Lleva por título "A modo de poética" y bien puede servir para cerrar esta escueta nota necrológica.
Como el agua,
que limpia se detiene en esas balsas
formadas por las hojas cuando obstruyen
el frágil discurrir de la corriente.
Como el agua,
que pasa y que no vuelve sobre un cauce
de arenas y guijarros.
Como el agua,
que, toda claridad, es espejismo
que revela cercano lo distante.
Como el agua,
que la mano atraviesa confiada
y nunca, sin embargo, toca fondo.
Como el agua, metáfora y verdad.
Sí, como el agua.
6.2.15
Psicopompo
Angelís Dimitris anunciaba hace unos días que acaba de salir el número 10 de Frear, donde uno colabora con un breve artículo dedicado a las revistas literarias. A pesar de lo que uno (pesimista por naturaleza) pensaba, están resurgiendo con fuerza en España. En el breve análisis, con simbólico recuento incluido, falta la mención a Psicopompo, la última en llegar. Cuando lo escribí, aún no existía.
Cacereña, como la librería-café de la que toma el nombre (que alude a un "ser que en las mitologías o religiones tiene el papel de conducir las almas de los difuntos hacia la ultratumba, cielo o infierno") y (supongo) Lupe Salguero, en coedición con Ediciones Liliputienes y bajo la dirección del inefable Chema Cumbreño, reúne un montón de poemas, una entrevista (de Jorge Posada con Frak Báez) y tres reseñas de Víctor Peña Dacosta (una de ellas, ya ven, sobre Más allá, Tánger).
No voy a enumerar a todos los poetas -hombres y mujeres, de los dos lados del Atlántico-, si bien puedo destacar, por la extensión de sus respectivas muestras, a Marcos Matacana y al citado Víctor Peña que recupera poemas inéditos del ciclo de su primer libro. Permítanme que nombre también a Elías Moro, siquiera sea por salirse del verso y publicar aforismos (o así, como el dice) y, si no me equivoco, por ser el único de los convocados en esta primera entrega que vive en esta región del Poniente español. Lo digo porque en el prologuillo de Cumbreño -un editorial en toda regla-, el inventor de la cosa liliputiense escribe: "Hace casi veinte años, cuando esta región era un yermo en el plano cultural, Ángel Campos Pámpano se atrevió a querer cambiar la inercia de las cosas y a tratar de que a Extremadura, a través de la aulas literarias que él creó, viniesen escritores de primera de los que todos pudiésemos aprender. (...) Ahora, que de aquí vuelve a marcharse la gente joven con talento, hemos de intentar por todos los medios que haya algún acicate cultural que nos ayude a no perder todo lo que se ha conseguido con tanto esfuerzo. En eso, con humildad y entusiasmo, estamos unos cuantos."
Larga vida, en fin, a esta nueva revista que nace con tan nobles principios y bajo la sombra tutelar de nuestro añorado amigo Pámpano.
Cacereña, como la librería-café de la que toma el nombre (que alude a un "ser que en las mitologías o religiones tiene el papel de conducir las almas de los difuntos hacia la ultratumba, cielo o infierno") y (supongo) Lupe Salguero, en coedición con Ediciones Liliputienes y bajo la dirección del inefable Chema Cumbreño, reúne un montón de poemas, una entrevista (de Jorge Posada con Frak Báez) y tres reseñas de Víctor Peña Dacosta (una de ellas, ya ven, sobre Más allá, Tánger).
No voy a enumerar a todos los poetas -hombres y mujeres, de los dos lados del Atlántico-, si bien puedo destacar, por la extensión de sus respectivas muestras, a Marcos Matacana y al citado Víctor Peña que recupera poemas inéditos del ciclo de su primer libro. Permítanme que nombre también a Elías Moro, siquiera sea por salirse del verso y publicar aforismos (o así, como el dice) y, si no me equivoco, por ser el único de los convocados en esta primera entrega que vive en esta región del Poniente español. Lo digo porque en el prologuillo de Cumbreño -un editorial en toda regla-, el inventor de la cosa liliputiense escribe: "Hace casi veinte años, cuando esta región era un yermo en el plano cultural, Ángel Campos Pámpano se atrevió a querer cambiar la inercia de las cosas y a tratar de que a Extremadura, a través de la aulas literarias que él creó, viniesen escritores de primera de los que todos pudiésemos aprender. (...) Ahora, que de aquí vuelve a marcharse la gente joven con talento, hemos de intentar por todos los medios que haya algún acicate cultural que nos ayude a no perder todo lo que se ha conseguido con tanto esfuerzo. En eso, con humildad y entusiasmo, estamos unos cuantos."
Larga vida, en fin, a esta nueva revista que nace con tan nobles principios y bajo la sombra tutelar de nuestro añorado amigo Pámpano.
5.2.15
Viaje a Barreto
El campo / El ascensor reúne la poesía (corregida pero no aumentada) del venezolano Ígor Barreto (San Fernando de Apure, 1952), la escrita y publicada entre 1983 y 2013, treinta años en los que el poeta ha dado a la imprenta diez libros. Está al cuidado de Antonio López Ortega y aparece en el sello valenciano Pre-Textos, siempre atento a la mejor poesía ultramarina.
Mi primera noticia de Barreto llegó en forma de libro, Annapurna, y gracias a la mediación de una amiga común, venezolana como él: Marina Gasparini. Di noticia del descubrimiento en este rincón y quedé, lo confieso, intrigado después de leer los versos de un poeta al que nadie antes me había presentado. La casualidad quiso que la autora de Laberinto veneciano me anunciara la inminente edición de su poesía completa en Pre-Textos, lo que, conociendo a Borrás, confirmó mis expectativas, las mismas que ahora se cumplen. Y de qué hermosa manera, añado.
"Ígor Barreto o la refiguración de la tierra", el excelente prólogo de López Ortega (que hace nada publicaba en la revista un precioso artículo en la revista Clarín titulado "Un país llamado Cadenas" del que uno podría sacar el título de esta entrada: "Un país llamado Barreto", donde se daba un repaso general a la poesía de esa nación de poetas), es lo suficientemente extenso y minucioso como para introducir al lector, de la mejor manera posible, en la obra barretiana. Aunque las notas de lectura que he tomado ocupan varios folios doblados por la mitad, según vieja costumbre, no entraré en los pormenores de ese ensayo (al que remitiré más de una vez) y voy a limitarme a exponer algunas consideraciones sobre los versos que le suceden y que ocupan casi quinientas páginas.
Para empezar, la sorpresa. El descubrimiento, sí, de un mundo nuevo y de una voz distinta que al principio te descoloca, pero que apenas empiezas a habitar, por el mero hecho misterioso de leer, uno hace suyos y dialoga, con uno y con otra, como si esa primera sensación no fuera tal.
No por eso faltan homenajes y maestros: unos nombrados, como Kavafis, Benn, Walcott (del que coge un concepto capital: amnesia), Bishop, Caeiro, Montale, León de Greiff, Drummond de Andrade (del que toma el título: "Cuando estoy en el ascensor pienso en el campo / cuando estoy en el campo pienso en el ascensor"), la desconocida (para uno) Enriqueta Arvelo Larriva, la de la "hendija", etc. Otros, intuidos: Perse, Mutis. No, no estamos ante un poeta adánico, costumbrista o provinciano (que no se olvida, por cierto, de los malogrados poetas nativos que se acaban perdiendo en sus derivas municipales), sino ante alguien que, como él mismo ha dicho, intenta, viajando de lo local a lo universal, "sincerar una visión urbana de la naturaleza, donde estos temas como la memoria, el olvido, el juego de las representaciones dentro de una cultura comiencen a ser planteados como temas poetisables". Consciente de que ya no existe una "imagen arcádica de la naturaleza". "El paisaje ha muerto", leemos en un verso.
El llano es el paraíso perdido de Barreto. El llano venezolano y sus gentes. Estamos ante una poesía poblada de seres con nombres y apellidos a lo que les pasan cosas tan extraordinarias como naturales, al menos en aquellos lejanos y solitarios parajes. San Fernando, el río Apure. Todo es extrañeza, sin duda, pero sobre todo porque, a la manera de Rulfo en Pedro Páramo, anota perspicaz López Ortega, se habla de "un mundo muerto". O vivo, si acaso, gracias a las palabras que Barreto roba al olvido y a la historia. De hombre y mujeres que pueden ser fantasmas. Estamos, en este sentido, ante una poesía "temeraria". Porque a pesar de lo que parece "no busca el pasado, no añora la imagen perdida, no postula una vuelta a nada". "Su estado medular es" -leemos en el citado prólogo- "el de la expectación, el del sobrecogimiento, el de la vigilia insomne". Y no miente. El llano es "ciego", en tanto que es "un paisaje o un referente que no se ve". "Paisaje del alma", "paisaje simbólico", "geografía desolada" donde "Somos viajeros de un país desconocido, cuyo mapa no existe o es inútil". "Seres extraviados". Y todo en un "destiempo", en la intemporalidad, en medio de lo intempestivo. El gran enemigo es el presente: "la maldita circunstancia del presente".
El poeta se considera "un extranjero", un solitario desterrado, y eso incluso en San Fernando, su ciudad.
Dije paisaje (el gran pretexto), mencioné llano, y se podría decir que estamos ante el campo desde dentro. Visto por un poeta, digamos, "posterrestre", en absoluto telúrico. Y ya allí, los lugares: casas, ríos, pueblos... Soul of Apure, uno de las entregas, lleva por subtítulo: "Anotaciones sobre el alma de un lugar". En más de una ocasión se alude a la "noción de lugar", una compartida obsesión por el espacio de la que este lector no ha podido sustraerse.
"Imágenes de la soledad" que vienen envueltas de aires épicos (por más que aquí no hay batallas ni héroes) o bíblicos. Alguien dice: "he visto" y este es su testimonio, un término clave a la hora de interpretar la exigente obra de Barreto. De un mundo que ni siquiera sabemos si llegó a existir y que, de haberlo hecho, ya no existe. "La pureza mayor / es la intemperie mayor", leemos en "Carmelitas". "Porque lo incierto / pesa más sobre nuestro ser / que aquello que conocemos."
Eso sí, precisa el poeta, "En mis oídos están mis ojos". Lo oral es aquí ley. De ahí la importancia que cobra el lenguaje (de "arqueología verbal" se habla en la página 283), dúctil y musical, cargado de palabras y giros propios de aquel mundo. Un mundo que habrá de evocar en el lector español resonancias exóticas, sensuales y míticas. "Mirar como el que escucha", escribe. Y: "Somos testigos no de un pasado sino de un habla que lo narra, que lo describe".
Y lo novelesco, que es un tono que recorre todo el volumen. "Capillas imperfectas" es, en rigor, un conjunto de relatos. Barreto habla, en fin, de "historias esenciales" y define a los poemas como "vasijas donde guardamos el curso de la sensibilidad".
Venezuela también es un referente ineludible. En un momento dado la compara con "los restaurantes nocturnos de carretera". Al país dedica el último poema que, aclaro, no pertenece a su último libro publicado, el ya citado Annapurna, sino a los poemas rescatados de sus dos primeros.
Y la luz, que ilumina de principio a fin esta poesía poblada de gallos, caimanes, caballos (a los que dedica, con Esopo, Ovidio, Jenofonte y otros clásicos de por medio, El duelo) donde siempre es verano.
Hay poemas estupendos -breves y largos, en verso y en prosa- que forman parte de libros deslumbrantes: Crónicas llanas, Tierranegra, Carama, El llano ciego (el que prefiero, donde se mezcla la prosa del ensayo, el relato, la poética y el aforismo con la poesía, digamos, más formal) o Carreteras nocturnas (donde lo urbano predomina y en el que hallamos, pongo por caso, "Volando sobre Dachau", un poema que anuncia su fascinación por Google Earth, tan patente en el arriesgado Annapurna).
De acuerdo, no podemos proclamar cada día una obra maestra o maravillosa que, además, ponga patas arriba el rígido canon literario hispanoamericano. Con todo, cualquiera que haya leído o lea El campo / El ascensor tendrá que convenir conmigo que no estamos ante un libro más ni ante un poeta como tantos. Por eso, la decisión está tomada, uno lo dejará cerca y a mano, localizable entre los volúmenes que pueblan las estanterías de este cuarto donde escribo.
No creo, como él dice, que el poeta sea "un erizo de egoísmo". Si así fuera, el gran Ígor Barreto, traductor del rumano Lucian Blaga ("El silencio es mi espíritu"), no nos hubiera dejado este puñado de versos tan intensos como extensos, tan horizontales como verticales, tan suyos como, ay, nuestros: sus afortunados lectores.
"Ígor Barreto o la refiguración de la tierra", el excelente prólogo de López Ortega (que hace nada publicaba en la revista un precioso artículo en la revista Clarín titulado "Un país llamado Cadenas" del que uno podría sacar el título de esta entrada: "Un país llamado Barreto", donde se daba un repaso general a la poesía de esa nación de poetas), es lo suficientemente extenso y minucioso como para introducir al lector, de la mejor manera posible, en la obra barretiana. Aunque las notas de lectura que he tomado ocupan varios folios doblados por la mitad, según vieja costumbre, no entraré en los pormenores de ese ensayo (al que remitiré más de una vez) y voy a limitarme a exponer algunas consideraciones sobre los versos que le suceden y que ocupan casi quinientas páginas.
Para empezar, la sorpresa. El descubrimiento, sí, de un mundo nuevo y de una voz distinta que al principio te descoloca, pero que apenas empiezas a habitar, por el mero hecho misterioso de leer, uno hace suyos y dialoga, con uno y con otra, como si esa primera sensación no fuera tal.
No por eso faltan homenajes y maestros: unos nombrados, como Kavafis, Benn, Walcott (del que coge un concepto capital: amnesia), Bishop, Caeiro, Montale, León de Greiff, Drummond de Andrade (del que toma el título: "Cuando estoy en el ascensor pienso en el campo / cuando estoy en el campo pienso en el ascensor"), la desconocida (para uno) Enriqueta Arvelo Larriva, la de la "hendija", etc. Otros, intuidos: Perse, Mutis. No, no estamos ante un poeta adánico, costumbrista o provinciano (que no se olvida, por cierto, de los malogrados poetas nativos que se acaban perdiendo en sus derivas municipales), sino ante alguien que, como él mismo ha dicho, intenta, viajando de lo local a lo universal, "sincerar una visión urbana de la naturaleza, donde estos temas como la memoria, el olvido, el juego de las representaciones dentro de una cultura comiencen a ser planteados como temas poetisables". Consciente de que ya no existe una "imagen arcádica de la naturaleza". "El paisaje ha muerto", leemos en un verso.
Foto de Vasco Szinetar |
El poeta se considera "un extranjero", un solitario desterrado, y eso incluso en San Fernando, su ciudad.
Dije paisaje (el gran pretexto), mencioné llano, y se podría decir que estamos ante el campo desde dentro. Visto por un poeta, digamos, "posterrestre", en absoluto telúrico. Y ya allí, los lugares: casas, ríos, pueblos... Soul of Apure, uno de las entregas, lleva por subtítulo: "Anotaciones sobre el alma de un lugar". En más de una ocasión se alude a la "noción de lugar", una compartida obsesión por el espacio de la que este lector no ha podido sustraerse.
"Imágenes de la soledad" que vienen envueltas de aires épicos (por más que aquí no hay batallas ni héroes) o bíblicos. Alguien dice: "he visto" y este es su testimonio, un término clave a la hora de interpretar la exigente obra de Barreto. De un mundo que ni siquiera sabemos si llegó a existir y que, de haberlo hecho, ya no existe. "La pureza mayor / es la intemperie mayor", leemos en "Carmelitas". "Porque lo incierto / pesa más sobre nuestro ser / que aquello que conocemos."
Eso sí, precisa el poeta, "En mis oídos están mis ojos". Lo oral es aquí ley. De ahí la importancia que cobra el lenguaje (de "arqueología verbal" se habla en la página 283), dúctil y musical, cargado de palabras y giros propios de aquel mundo. Un mundo que habrá de evocar en el lector español resonancias exóticas, sensuales y míticas. "Mirar como el que escucha", escribe. Y: "Somos testigos no de un pasado sino de un habla que lo narra, que lo describe".
Y lo novelesco, que es un tono que recorre todo el volumen. "Capillas imperfectas" es, en rigor, un conjunto de relatos. Barreto habla, en fin, de "historias esenciales" y define a los poemas como "vasijas donde guardamos el curso de la sensibilidad".
Venezuela también es un referente ineludible. En un momento dado la compara con "los restaurantes nocturnos de carretera". Al país dedica el último poema que, aclaro, no pertenece a su último libro publicado, el ya citado Annapurna, sino a los poemas rescatados de sus dos primeros.
Y la luz, que ilumina de principio a fin esta poesía poblada de gallos, caimanes, caballos (a los que dedica, con Esopo, Ovidio, Jenofonte y otros clásicos de por medio, El duelo) donde siempre es verano.
Hay poemas estupendos -breves y largos, en verso y en prosa- que forman parte de libros deslumbrantes: Crónicas llanas, Tierranegra, Carama, El llano ciego (el que prefiero, donde se mezcla la prosa del ensayo, el relato, la poética y el aforismo con la poesía, digamos, más formal) o Carreteras nocturnas (donde lo urbano predomina y en el que hallamos, pongo por caso, "Volando sobre Dachau", un poema que anuncia su fascinación por Google Earth, tan patente en el arriesgado Annapurna).
De acuerdo, no podemos proclamar cada día una obra maestra o maravillosa que, además, ponga patas arriba el rígido canon literario hispanoamericano. Con todo, cualquiera que haya leído o lea El campo / El ascensor tendrá que convenir conmigo que no estamos ante un libro más ni ante un poeta como tantos. Por eso, la decisión está tomada, uno lo dejará cerca y a mano, localizable entre los volúmenes que pueblan las estanterías de este cuarto donde escribo.
No creo, como él dice, que el poeta sea "un erizo de egoísmo". Si así fuera, el gran Ígor Barreto, traductor del rumano Lucian Blaga ("El silencio es mi espíritu"), no nos hubiera dejado este puñado de versos tan intensos como extensos, tan horizontales como verticales, tan suyos como, ay, nuestros: sus afortunados lectores.
4.2.15
Pablo Luque Pinilla en La Puerta de Tannhäuser
Cero es el último libro publicado, en la sevillana Renacimiento, de Pablo Luque Pinilla, un poeta madrileño que se acercará hasta Plasencia para compartir con nosotros una conversación sobre el libro, la poesía y cuanto se tercie. Será, ya lo veis, el viernes a las ocho en La Puerta de Tannhäuser. No hay dos sin tres y a las presentaciones de los libros recientes de Fran Fuentes, Álex Chico y Víctor Peña Dacosta, entre otros, bien podéis añadir ésta. Me da que no os arrepentiréis. Ya puestos...
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