31.8.19
Una obra mayor
Es difícil leer poemas
es difícil contemplar cuadros
es difícil escuchar música
y es difícil amar a la gente.
pero bien por necesidad brutal
o por energía divina
al final la mente, la vista, el oído
y el gran corazón indolente se moverán.
William Meredith (traducción de Hilario Barrero)
Nota:La ilustración es de Albrecht Schnider y está tomada de Bartleby & Company.
20.8.19
La luz de la melancolía
Los
primeros versos de Victoria León (Sevilla, 1981) que uno leyó se publicaron en
esta revista. Fueron una feliz sorpresa. También aquí había dado a conocer
distintas traducciones (Tennyson, John McCrae,
un anónimo latino…) en colaboración con Luis Alberto de Cuenca, del
que editó una antología para Renacimiento.
Además de ejercer la crítica, es traductora; del inglés, sobre todo.
Para
entonces ya conocíamos su primer libro, de aforismos: Insomnios (La Isla
de Siltolá, 2017). Me gustaron -dije en otra parte- “por
su carga de razón, de sensatez. Por su elegancia intelectual. Por su lucidez y
su elocuencia. Por su clasicidad”. Esto podría aplicarse a los poemas que
componen Secreta luz,
su ópera prima poética. No lo parece, cabe afirmar de inmediato. Se nota el
lento y largo aprendizaje: lecturas, traducciones, sentencias… En consecuencia,
nada más lejos del titubeo, la imitación o el despropósito. De fracasadas
experiencias previas como las que pudieron perpetrar en sus inicios sus
compañeros de generación, poetas nacidos entre 1971 y 1985, como los reunidos
por José
Andújar Almansa en su espléndido florilegio
Centros de gravedad. Poesía española en el siglo XXI (Pre-Textos); tan alejados,
en general, de su manera de decir.
Si por algo se caracteriza esta obra
-retomo el hilo- es por su solidez. Formal e intelectual, si cabe el distingo.
De estirpe clásica (ya se apuntó), los endecasílabos fluyen con una naturalidad
de talante anglosajón, sin concesiones a la inútil retórica, con un grato
regusto a Siglo de Oro y, cómo no, a la poesía de otros contemporáneos,
nacionales y foráneos. El magisterio, en todo caso, es amplio, propio de
alguien que ha leído mucho, con un gusto fundado en el propio criterio. No creo
que quepa soslayar la tradición lírica sevillana, un micrcosmos poético digno
de elogio y de cuya maestría ha bebido, a buen seguro, la escritora. Tres conspicuos
vates sevillanos, por cierto, formaban parte del jurado que concedió a Secreta luz el premio
Hermanos Machado: Jacobo Cortines, Abelardo Linares y Javier Salvago.
Los poemas de VL hablan de la vida,
sí, y, por lo mismo, sin que pequen de culturalistas, de la literatura (Dante,
Propercio...). “La poesía exige incandescencia, / vivir o haber vivido entre
las llamas”, son los dos versos que lo abren. Como las llamas del amor, que
ahora son ceniza, pues que del desamor y de la pérdida hablan estos poemas
breves, de una concisión acerada y cierta sequedad metafísica, cercanos al
epigrama, donde imperan la soledad y el dolor, palabra que ya aparece en la
cita de Bécquer que encabeza el delgado volumen. La otra, de Stevenson, se
refiere al amor que uno ve venir y luego ve partir.
Poesía amorosa, cabe precisar, que
huye tanto de la efusividad como de la desesperación. Lejos de ese sentimentalismo
anodino tan a la moda. Y, por eso, del carácter frívolo de nuestra época.
Versos irónicos y serenos en su interna acritud que el lector recibe con menos
daño que tristeza (“Qué difícil dar nombre a la tristeza / con palabras ajenas;
qué milagro”). A lo Leopardi: “había luz en tu melancolía”. Dolor sublimado por
la poesía. Por su íntimo fervor.
Una trama narrativa secuencia las
escenas de donde brota su “secreta luz”. Esa que surge, paradójicamente, del
sufrimiento. Porque se canta lo que se pierde.
A pesar de ese común asunto que
subyace, la unidad viene marcada por el tono, por la voz de VL, del todo
conseguida y diferenciada, homenajes aparte. A Borges, por ejemplo, en
“Ficciones”.
Una voz femenina, de mujer. Sin afectación.
En absoluto sobreactuada, como les gusta a otras. Plena de belleza y de verdad.
O de “Amor, verdad, locura”.
Afloran aquí y allá, lógico en ella,
los aforismos. Versos que podrían serlo, quiero decir. Versos que bajo esa condición
trasladan la fuerza del adagio: “El silencio es el no de los cobardes”. “La
soledad no advierte de dónde nos aguarda”. Ya que menciono ambas palabras, “El
silencio” se titula uno de los poemas más logrados, donde se alude a “la
interminable soledad del miedo”.
Y
ahí, el amor. Contra ese miedo, porque “silencia nuestra rabia y nuestro odio”.
A través de la memoria, “amarga copa”. Aunque “no recuerdo el amor”, “Qué
distinto nos suena nuestro nombre / cuando una voz que amamos lo susurra”.
“Llenabas el vacío de mi vida / que ahora
ha vuelto a devorarlo todo”, escribe VL. Y: “Nadie oye ese ruido sordo y triste
/ que produce destruir una alegría”.
La lucidez aflora en “Retrospectiva
apócrifa”, que termina: “¿Soportas la tristeza con que aguarda / tantísima
belleza inútilmente?”
Sin alardes ni enojosos barroquismos
formales, el lenguaje se acerca al lector con la debida sutileza. La misma con
la que maneja el encabalgamiento, compone una enumeración caótica o deja caer algunos
versos con rima asonante.
Tras el descenso a los infiernos, la
luz, antes secreta, que alumbra el final de este camino. Cuando “La noche nos
cobija en su refugio” y “Nos permite soñar que nos amaron / y fuimos una sombra
iluminada / por una clara tarde que es eterna”.
Antes, en el poema “En la secreta luz”,
se nos devela que “En las ruinas del mundo que soñé, / te seguiré esperando,
hasta otra vida”.
Victoria León
Vandalia.
Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2019.
Nota: Esta reseña se ha publicado en el número 142 de la revista Clarín.
Nota: Esta reseña se ha publicado en el número 142 de la revista Clarín.
18.8.19
Poesía gatopardiana
"Leyendo algunas de estas poesías de cuarto orden a veces se tiene la sensación de encontrar una gran alma que se debate en una cárcel estrecha cuyas paredes están encementadas con la escasa aptitud y la poca frecuentación de los grandes poetas; como si se tratara, por decirlo de otro modo, de un fuego encerrado entre haces de leña húmeda que produce mucho humo y mínima llama sin que por ello ese nobilísimo elemento deje de ser tal".
Giuseppe Tomasi de Lampedusa, El Gatopardo. Apéndice de la nueva edición revisada de Gioacchino Lanza Tomasi. Anagrama, Barcelona, 2019. ¡Qué feliz relectura, por cierto! En ese libro total faltaba una referencia a "la poesía no poesía", que diría el certero publicista de ING. Ya está.
15.8.19
De García Blázquez
Ahora que ha muerto mi paisano José Antonio García Blázquez, rescato las notas que preparé para la presentación de Amigos y otras alimañas. A modo de homenaje.
ü
José Antonio García Blázquez nació en 1940 en
Plasencia. Ha desarrollado gran parte de su vida profesional en países
extranjeros, como traductor en organismos internacionales.
ü
Su primera novela es de 1966: Los diablos, donde intentó sacar a la
narrativa española del realismo social en que se encontraba, a la que seguiría,
con más éxito aún de crítica y público, No
encontré rosas para mi madre (1968), de la que incluso se hizo una versión
cinematográfica interpretada por Gina Lollobrigida y Concha Velasco.
ü
Las novelas que publica en los años 70
demuestran cómo García Blázquez madura su narrativa hasta consolidar un estilo
muy personal. Fiesta en el polvo
(1971) es su primera novela en esa década. Le sigue El rito (1974), quizá su obra más famosa, y merecedora en 1973 del
Premio Nadal. En 1976 publica Señora
Muerte, otro de sus títulos imprescindibles.
ü
Las décadas siguientes, ya con su nombre
consolidado como uno de los autores españoles más singulares de la segunda
mitad del siglo XX, son también fructíferas: Rey de ruinas (1981), La
identidad inútil (1986), Puerta
secreta (1993) y El amor es una
tierra extraña (1996).
ü
La identidad inútil. (La Centena) y La costumbre de matar están publicadas en la Editora
Regional.
ü
Acaba de publicar La soledad del anfitrión, una novela que tiene como trasfondo el
Londres que José Antonio conoció en los años sesenta, cuando salió de esta opresiva
ciudad amurallada para encontrarse con el mundo.
ü
Ha sido traducido a distintos idiomas y sus
novelas han sido objeto de estudio y tesis en universidades españolas y
extranjeras, especialmente en Italia y Alemania.
ü
Amigos y
otras alimañas de José Antonio García Blázquez inaugura una nueva colección
de la Editora Regional de Extremadura: PLURAL. Un espacio editorial dedicado a
diferentes géneros (narrativa, ensayo, memorias…) y que pretende convertirse en
referente no sólo regional, sino también nacional e internacional: por ello
albergará, además de algunos títulos fundamentales de la literatura hecha en
Extremadura, obras ineludibles de la portuguesa y latinoamericana.
ü
En esa misma colección, como número dos, ha aparecido
el libro de otro placentino, José Antonio Gabriel y Galán.
ü
En este nuevo siglo, el universo narrativo de
José Antonio García Blázquez, uno de los clásicos vivos de nuestra Comunidad,
revive, tal vez con más fuerza y nitidez, en Amigos y otras alimañas, en la que reaparecen temas y personajes ya
familiares para sus lectores.
ü
Con una diferencia, eso sí: no utilizando su
medida narrativa habitual, la novela, sino el cuento o el relato corto; que
también había ultizado, por cierto.
ü
El
libro de García Blázquez se divide entre los textos breves y heterogéneos y los
de "mayor aliento", que son o parecen embriones de novelas muchas
veces.
ü
Esto
se acentúa más aún en todos los relatos de la segunda parte,
"protagonizados" por Diego, que es el hilo conductor de todos ellos.
ü
Esta
segunda parte es casi una novela en sí misma. De hecho, alguien ha dicho que
Blázquez ha construido una novela, aún inédita y titulada Que nadie despierte a partir de esta segunda parte.
ü
Vicios,
pasiones, "pecados" son los protagonistas: envidia, hipocondría,
celos... casi un "retablo" al modo medieval.
ü
En
“Maldito creador”, Blázquez cita Niebla, de Unamuno, y muchos otros relatos
tienen ecos de la tradición española de la novela más "crítica con el
papel del hombre", son textos muchas veces desengañados y escépticos.
ü
Según el crítico Simón Viola, “Desprovistas de
supuestos ideológicos previos, de mensajes y moralismos, sus novelas erigen un
universo singular que desarrolla, como variaciones de una melodía, ciertos
motivos recurrentes que confieren a sus relatos un mismo aire de familia: la
iniciación sexual vivida como un juego ritual cargado progresivamente de
crueldad, la obsesión por el regreso (a la casa de la infancia, a los paraísos
perdidos) de unos personajes que avanzan “heridos por el pasado, agentes de la
degradación, hacia una solución improbable” (G. Hidalgo Bayal, “La novela
asonante”, en Equidistancias), las taras hereditarias y educativas, los
espacios de la decadencia en que se acentúan el refinamiento y la inmoralidad,
el mundo exterior concebido como una amenaza, etc.
ü
“El que la literatura copie lo que pasa en la
calle –ha dicho el novelista- no ofrece interés, para eso están los reportajes.
Yo quiero hacer una interpretación. El tiempo histórico me preocupa, pero no
desde un punto de vista objetivo, sino desde un punto de vista subjetivo, o
sea, mi tiempo”.
ü Viola añade: “En espacios íntimos (el
jardín cerrado, la casa decadente de la niñez) levantados como refugio ante lo
exterior (la vulgaridad de la vida corriente), los personajes, empujados por
pasiones exacerbadas, paroxísticas, se obstinan en unas relaciones marcadas por
la crueldad, la amoralidad y la violencia, en un universo "edénico"
que parece anterior al pecado y a la sensación de culpa: "Aun con la
falacia, el sarcasmo y el crimen -y con cierto sentido del humor vertido sobre
tan grandes conceptos a fin de amenguar solemnidades-, mis personajes, sin
embargo, pues así lo quise, quedan libres de culpa. Algo los exime, pues la
conciencia del bien y del mal está ausente de ellos, como lo está de la
naturaleza, cuyo móvil no es el amor, sino la crueldad" (El Urogallo, diciembre de 1990). Incapaces de hallar un sendero que los
acerque a la felicidad, con una inocencia despiadada, estos seres merodean en
busca de un paraíso perdido, "el retorno al lugar primigenio, la mágica
irresponsabilidad de la infancia". La depredación, la tortura, el
asesinato, el incesto, se relatan entonces con la imperturbabilidad de juegos
inocentes que no resultan inverosímiles ("No hay mundo, real o imaginario,
que sea improbable. Lo que importa es que el novelista sepa mandar en
él"), pues conectan con los impulsos más profundos del ser humano, con un
"mare tenebrarum" (título del relato central) que habita en nuestro
interior y solo aflora fuera de la vigilancia de la razón, como sucede en los
sueños”.
ü Según Gonzalo
Hidalgo, José Antonio García Blázquez fue
el primero de los escritores extremeños de su generación “que se incorporó a la
literatura española, en 1966, con una novela de temática atrevida en su
momento, Los diablos, el retrato de
cierta juventud amoral y desfachatada, y conoció el éxito mayoritario con No encontré rosas para mi madre (1968),
la historia de una relación edípica. Sus siguientes libros, entre los que
destaca, sin duda, Señora muerte
(1976), no han hecho sino confirmarlo en posesión de un mundo narrativo
personalísimo y autónomo. Sus ingredientes se suceden y multiplican en cada
trama. Aunque los personajes suelen moverse por grandes ciudades (Madrid,
Barcelona, París, Nueva York), siempre surge una ciudad media en sus orígenes
(como Plasencia, por ejemplo), cargada de sentido, con una «casa grande» que
esconde el recuerdo de los juegos prohibidos de la infancia. Las obsesiones
sexuales surgen desde la incomprensión o la inocencia. Después, la presencia de
un padre castrador o el poder de una mujer dominante contribuyen a consolidar
las fijaciones, a asentar las frustraciones, a acentuar los complejos, a
encender la culpa. «Aunque en toda su vida no hubiera hecho ningún acto
delictivo, él siempre se encontraría culpable. La misma culpabilidad de una
cucaracha que se esconde al sentir las ondas de la luz», puede leerse en Señora muerte. De modo que los
personajes avanzan desde la memoria, heridos por el pasado, agentes de la
degradación, hacia una solución improbable”. (En El Urogallo)
ü Convendría destacar que José Antonio García es un
autor que ha tomado a Plasencia, su ciudad natal, como referencia literaria. No
es el único. Él, como Gonzalo Hidalgo, por ejemplo, han sido capaces de
levantar literariamente a Plasencia algo que aún no han sido capaces de hacer
otros escritores cacereños o pacenses.
10.8.19
Cataño
Me ha sobrecogido la muerte por sorpresa del poeta canario José Carlos Cataño. Sólo lo conocía por carta. Por las antiguas de papel, sobre y sello y por los actuales mensajes electrónicos. Cruzamos varios el pasado mes de mayo. Por el envío de su nuevo libro, que me mandó de su parte Pre-Textos, y por la actualización de su blog. Cambiaba con frecuencia de dirección y me solía pedir, con suma educación, que modificara la misma en el enlace del suyo que mantenía en el mío, donde más de una vez se habló de él. El 1 de mayo escribió: "Querido Álvaro, Pre-Textos edita mi Obra reunida (1975-2007), mi carta de identidad poética, y me gustaría hacerte llegar un ejemplar. ¿Podrías darme tus señas?
Por otra parte, he vuelto a cambiar de sitio mi cuaderno de notas. Ahora se encuentra en https://josecarloscatano.com/blog/ por si pudieras incluirlo o modificarlo en tu lista de blogs.
Y siempre alegrándome de tus nuevos libros en Tusquets.
Un abrazo".
Y en uno de los últimos, de mayo también: "Cuando quise enviarte el libro lo hacía de poeta a poeta. Quiero decir, que te lo enviaba como poeta tú. Pero ahora caigo en que también eres crítico el El Cultural de El Mundo. Y no lo hacía con ese propósito. Antes que nada, para tu posible deleite". Así era.
La primera impresión al ver su poesía reunida fue gratísima. La cubierta es preciosa. Ni tiempo me ha dado a leer el libro al completo. Es verdad que lo frecuenté desde muy joven. Al poeta y al diarista.
El crítico canario Jorge Rodríguez Padrón, con quien mantuve una intensa relación epistolar en los años ochenta y noventa, lo defendió siempre. Como a tantos otros paisanos de esa rica y variada tradición poética insular.
De su compleja forma de ser me llegaban noticias, aunque conmigo siempre tuvo un trato exquisito. Lo que importan al fin y al cabo son sus libros y este es un buen momento para los balances. Por desgracia.
3.8.19
Acostarse temprano
Lo cuenta Manuel Vilas en un artículo: «Hay una escena de una hermosura devastadora en la última película que rodó Sergio Leone. En Érase una vez en América, un personaje le pregunta a un Robert de Niro ya sexagenario: “¿Qué has estado haciendo durante estos últimos 35 años?”. Y De Niro se queda mirando a su interlocutor con una cara de melancolía cósmica, también de rabia, también de venenosa soledad. Y contesta esto: “Acostarme temprano”».
Nota: La ilustración es de Fernando Oliver: "Hombre durmiendo".
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