20.10.23

En ABC Cultural

Carmen Rodríguez Santos ha publicado en ABC Cultural una breve reseña de Sobre el azar del mapa. Un lujo, sin duda, porque lo firma, además, una crítica de referencia que ya se ocupó en el pasado de otras cosas de uno.
Sí, reconozco que me ha hecho una ilusión especial volver a esas páginas donde aparecieron reseñas de mis libros firmadas, entre otros, por Florencio Martínez Ruiz, Víctor García de la Concha y Miguel García-Posada; críticos que, como Rodríguez Santos, uno admira. Maestros ejemplares. 
Hacía muchos años que no daban noticia de un libro mío en esa santa casa de la que fui colaborador durante años. Muchas gracias. 

Á. VALVERDE Y SUS CIUDADES DEL ALMA

CARMEN R. SANTOS

El propio Álvaro Valverde (Plasencia. 1959) explica en una nota final el origen del título, Sobre el azar del mapa, de su último poemario: «Está tomado de un alejandrino de Territorio; el primero que publiqué: «”Trazar itinerarios sobre el azar del mapa”». Una acertada decisión, pues nos remite a una de las constantes. el viaje en un sentido real y también simbólico, la vida como viaje, que recorre la producción del escritor extremeño, sobre todo poeta, pero también narrador con novelas como las murallas del mundo; y ensayista: El lector invisible. De su impulso de trotamundos dio cuenta por ejemplo, en Lejos de aquí; y ahora en este libro de poemas, compuesto por «Cuaderno de Sofía», sobre la capital búlgara, y «Cuaderno suizo», dedicado a Grandson y Ginebra. Los dos son resultado de la visita que realizó Álvaro Valverde a esas ciudades, en periplos cortos y un tanto azarosos, pero muy intensos. Especialmente, porque su concepción del viaje se aleja de lo convencional: «El viajero, / que rehúye a conciencia/ el papel de turista». Así consigue que el lector se sienta también privilegiado viajero al transitar, a través de los versos de Valverde, por una Sofía en cuya periferia. permanece «la tosquedad opuesta a la belleza», de la «arquitectura comunista», pero también misteriosa y poseedora de un secreto, y una Ginebra cosmopolita en la que resuenan los ecos de algunos de sus moradores, como Borges, a quienes rinde homenaje. Nos confiesa que no tomó notas, sino que escribió de memoria. Precioso poemario de «ciudades del alma». 



16.10.23

La Editora, punto y...

Mi paisano Antonio J. Armero, periodista del HOY, entrevistaba ayer para su periódico a Victoria Bazaga, la nueva consejera de Turismo, Cultura, Jóvenes y Deportes de la Junta de Extremadura. En un momento dado le pregunta: "La Editora Regional también fue una marca reconocida. ¿Qué harán para que la recupere el prestigio que tuvo?", a lo que ella responde: "Trabajar, ser selectivos, buscar proyectos realmente interesantes. En mi equipo hay tres escritores: el secretario general técnico (José Luis Gil Soto), la nueva responsable de la Fundación (Carmen Sánchez Risco) y el responsable de la Editora (Antonio Girol). Es gente con sensibilidad y que entiende el mercado". Entonces Armero, que es persona culta e informada, repregunta: "Pero al responsable de la Editora no se le nombra para que escriba, sino para que gestione...". Bazaga concluye: "Pero tiene un equipo. Nadie puede cuestionarse que la Editora esté en malas manos, porque tiene un equipo de funcionarios muy bueno, que bien liderado hará un gran trabajo". 
Vayamos por partes. No es que tuviera uno mucha confianza en que el PP nombrara para esa consejería a alguien que viniera del mundo de la cultura (la vida profesional de la señora Bazaga ha estado dedicada al turismo). Como pasa con el PSOE, su sensibilidad cultural es mínima o directamente ninguna. Ya se sabe que en política cualquiera vale para esos asuntos. Son menores. Incluso en esta tierra donde lo histórico y lo patrimonial tanto valen. Dando por descontado ese hecho, el del nombramiento de una persona sin trayectoria o sin perfil en la materia, suponía uno, lo que era mucho suponer, que designaría para el cargo de director de la Editora, cuyo prestigio no mengua a pesar de los intentos de las sucesivas administraciones para que así sea desde que dejó de ser consejero Paco Muñoz y presidente Ibarra, que designaría, iba diciendo, para ese cargo a alguien que sí tuviera ese perfil y cierta trayectoria. Me equivocaba. Con lo fácil que hubiera sido encontrarlo o, mejor aún, mantener en su puesto a Luis Sáez que ha demostrado sobradamente su capacidad y su valía. Claro que para eso tendríamos que vivir en un país que no fuera cainita y contar con partidos políticos que no se tuvieran por enemigos. Que antepusieran, quiero decir, el bien común o público sin necesidad de mirar el carné del ciudadano, más aún cuando de la cultura se trata.
Lo deja caer con astucia, al contraataque, Armero en la última pregunta de su espléndida entrevista, la tercera en el orden de las que copio aquí: "¿No cree que sería saludable que la cultura viviera al margen de los vaivenes políticos, que no se cambiaran cargos a cada cambio de partido en el gobierno?", y Bazaga responde: "Sí. Por eso es importante acertar con la gente a la que traigamos, para que pueda tener continuidad. Y por eso hay gente que estaba al llegar nosotros y seguirá aquí". Por desgracia no ha sido el caso de Sáez. Craso error.
De ninguno de los tres escritores que menciona la consejera, mea culpa, tenía uno noticias. Me asusta, eso sí, su afirmación de que "es gente (...) que entiende el mercado". ¿Mercado? ¿Qué mercado? Me da que la que no entiende de qué va lo de los libros que publica la Editora es ella. Debería informarse cuanto antes. Esto tiene poco que ver con su defensa de la "industria cultural". Sigo. Compruebo en la Wikipedia que Gil Soto es novelista histórico y que ganó el premio Ateneo de Sevilla. Me cuenta Google que Sánchez-Risco ha publicado este año su primera novela, La primera mestiza, basada en la vida de Francisca Pizarro Yupanqui Huaylas. Según La Vanguardia, Antonio Girol (crítico taurino, nada que objetar) "este año ha publicado su primera novela, Virginia Lot, una historia en la que se cuenta la historia de superación de una joven marcada por la violencia de género de su familia en la década de los años ochenta. Además, ha escrito la obra de teatro Un paseo por la historia y ha sido galardonado en distintos certámenes por sus relatos". Dejando a un lado el currículum de cada uno, los dos primeros bastante tendrán con atender a sus respectivas responsabilidades y el tercero con ser capaz de mantener el catálogo de la Editora a la altura de su prestigio, que no es poco. Cuenta, dice la consejera, con "un equipo de funcionarios muy bueno". No sé si quien lee sabe que se está refiriendo a una jefa de servicio y a una auxiliar administrativa. La primera, María José Hernández, filóloga de formación, es el alma de esa institución, una profesional como la copa de un pino y, sin duda, un puntal sobresaliente de la misma; una mujer con una capacidad de trabajo digna de elogio que, añado, bien podría haberse hecho cargo, si querían un cambio a toda costa, de la dirección de la Editora. Pero hablamos de... ¡una persona! Si el nuevo director no estuviera, como sí lo estaba el anterior, a la altura de su tarea... Con liderar no basta cuando el "equipo" es tan exiguo. 
Confío en que la Editora sobreviva. Lo ha venido haciendo en las últimas décadas contra viento y marea, con directores capaces, mediocres o pésimos. Mientras no se atrevan a eliminarla del mapa... No basta, insisto, con el tesón de una o dos personas, sobre todo si nos jugamos la pervivencia de uno de los baluartes fundamentales de la Cultura (con mayúscula) de Extremadura.
Y no, no es lo mismo ver los toros desde la barrera que torear en medio de la plaza a un buen morlaco. ¡Suerte, maestro!

14.10.23

En la muerte de Louise Glück


Hace apenas dos días, al escribir sobre el poeta Adam Zagajewski para El Cultural, recordé de inmediato a la norteamericana Louise Glück (Nueva York, 1943). A diferencia del polaco, ella sí consiguió el Nobel. El año de la maldita pandemia: el 2020. La primera poeta que lo ganaba después de Wisława Szymborska. Como ésta, por merecimientos propios, por haber escrito, quiero decir, una obra poética sólida que, como bien sabemos, es algo que nada tiene que ver ni con el género ni con las cuotas. Tampoco con la nacionalidad ni con el idioma en que esté escrita, por más que el inglés sea la lengua franca de nuestro tiempo y Estados Unidos un país importante.
Por suerte y gracias a traductores tan solventes como Abraham Gragera, Ruth Miguel Franco, Eduardo Chirinos, Mariano Peyrou, Mirta Rosenberg, Adalber Salas y, sobre todo, Andrés Catalán, su poesía está al alcance de cualquier lector español interesado. Sus libros fueron publicados primero por la editorial Pre-Textos (fue precisamente Manuel Borrás quien me la descubrió hace casi veinte años) y ahora por Visor.
Aunque nunca recomiendo leer nada a nadie (salvo a algún íntimo amigo), no estaría de más que los jóvenes, quienes empiezan a escribir poesía, se dieran una vuelta por la obra de Glück y la leyeran con el fervor que merece. Cuántas lecciones pueden sacarse de esa manera de decir tan majestuosa como trascendente, tan apegada a la vida; la suya, sí, pero al fin y al cabo la de cualquiera. Esa es la grandeza de la poesía verdadera, por autobiográfica que parezca. Universal sin remedio.
En el artículo que escribí para celebrar el Nobel, recordé que había calificado sus poemas de «sutiles, elegantes, inteligentes, ligeros (por lo que parecen frágiles), magníficamente construidos, clásicos (y no sólo por la frecuente aparición del mito) y modernos a la vez, privados pero habitables que, tal vez por eso, dejan en silencio a este lector, perplejo ante tan sabia como sencilla verdad; ante la asombrosa presencia de un mundo donde el matizado brillo de la luz importa tanto como la equilibrada oscuridad de la sombra».
También me he referido a que en sus versos aparece el amor y el desamor, la soledad y la muerte, el matrimonio y la pareja. Y la familia, que siempre ha estado en el centro de sus intereses. Como la infancia: “Miramos el mundo una sola vez, en la niñez. / Lo demás es memoria”.
Me he fijado, como cualquiera de sus lectores, en la sutil ironía que caracteriza su poesía, auténtica marca de la casa, sesgo inevitable de la mejor poesía contemporánea, algo que no está reñido, en su caso, con un sereno desgarro interior. Lucidez no le faltaba.
Todo –maticé– desde la elegancia y la inteligencia. Con una sobriedad que conecta con la maestría de su paisana Emily Dickinson.
Hacía alusión hace un momento a la ironía y a su conexión con la lírica reciente lo que me lleva a evocar el tono conversacional que Glück utiliza; una voz que, si bien particular en extremo (de ahí su valor), no deja de sumarse a otras voces de la rica, valiosa tradición estadounidense. Una naturalidad en el uso del lenguaje que salta el Atlántico para unirse a otra excelsa tradición de la misma lengua: la de la poesía británica. Naturalidad que tanto tiene que ver con ese «esfuerzo por la claridad» y la «belleza austera» que la Academia Sueca subrayó al concederle el Nobel.
«Intento decir la verdad. […] Escribo para mantener el asombro», dejó dicho, y que «un poema vivo te lleva a un lugar que antes no conocías».

NOTA: Este artículo se ha publicado en EL CULTURAL. 

9.10.23

Amor de guardia

Andrés Neuman
La Bella Varsovia, Barcelona, 2023. 64 páginas. 12 €
 
Nacido en Buenos Aires (1977), la carrera literaria de Neuman se ha desarrollado en España, lo que no obsta para resaltar su proyección internacional. Llegó a Granada con catorce años junto a sus padres, músicos exiliados, y sus inicios están ligados a la poesía, por más que sea un consumado novelista y un cuentista prestigioso, además de aforista, traductor y articulista.
En 2008, Acantilado editó, bajo el título Década, su poesía publicada desde 1997 (nueve libros revisados, como El jugador de billar, El tobogán o Mística abajo, y dos inéditos) a los que han seguido No sé por qué y Patio de locos (2013), Vivir de oído (2028) y la antología Casa fugaz (poesía 1998-2018), de 2020.
Isla con madre está dedicado a la suya, Delia Blanca Galán Casaretto, violinista, “que ya es toda mar”. En una nota final se nos aclara que la obra fue escrita entre 2006 y 2007 y, tras ser revisada en 2022, se rescata “en el XV aniversario de su muerte”. En ese año de escritura ella ya estaba muy enferma. A modo de diario (con su inevitable parte de terapia), su hijo va dando forma, mediante cuarenta y cinco poemas breves y sin título, a un extensa elegía fragmentaria donde emociones y sentimientos quedan fijados con naturalidad y sin patetismo. “Mamá”, le dice en un momento dado.
Está escrita mediante un lenguaje bello y preciso que no desdeña los argentinismos: “vos”, “sufrís”, “mirás”… Ya que lo menciono, estamos, sí, ante una conversación: la que mantienen madre e hijo en circunstancias tan dolorosas como trascendentes. Tanto que él, al verla tan débil, querría convertirse en la madre de ella.
Hay desconcierto, claro: “¿y cómo acompañarte / sabiendo a dónde vas?”. Y confesiones: “Te amo: hay que decirlo”, “Cuántos regresos, madre, quedarán”. Y la esperanza de que, al irse, “sabrás volverte vos”.
Porque la muerte de alguien muy cercano nos pone ante la propia, escribe: “¿Morir joven? No: / me haré viejo / velozmente”. Se siente “envejecido de antemano” (tiene 30 años) al escuchar las risas de los niños. Neuman nos sitúa delante de un inesquivable autorretrato.
Distingue entre “paz” y “serenidad”. La primera es fruto de la suerte; la segunda, “se gana / con el pan del dolor”. Sabe que vive en ese “límite / entre lo que es aún, / lo que está apenas / y lo que ya no es más”. También que “Este resplandor cansa / porque ya no ilumina un porvenir”. “Vamos perdiendo el trato con las cosas”, declara, y: “Cuántos tesoros, madre, nuestras pérdidas”. Luego se pregunta: “¿Qué son estas palabras / dictándome las cosas / que no he dicho?”. De ahí que afirme: “Las cartas verdaderas [y estas lo son] / se escriben para quienes / no podrán recibirlas”.
Quién pudiera “hacer dulces tus males”, le dice, y “ya no encuentro mar en nuestra isla”.
“Últimamente viajo para vos”. A la nieve, que, de niña, siempre anheló en su Buenos Aires natal. Con todo, “Es como un tren nocturno este hospital: / en la estación espera más invierno”.
Mientras alisaba las sábanas, reanimaba el almohadón, cepillaba sus dientes o le ayudaba a orinar en una cuña, “te ofrecí con cuchara mi temor”. Después, “te hiciste pequeñita // y desaparecí”. Al final, “Así morías, madre, vos, tan viva”. Quedaba ya mirar “tus fotos que me miran”. Y esa “luz encendida de vos”: un “amor de guardia”. Al cabo, “perder quiere decir / haber tenido”. Para entonces, “esta lengua materna balbucea”: “No sé cómo decirte, por eso te retengo”. Y da las gracias, a sabiendas de que “voy a hablarte siempre”.

NOTA: Esta reseña se ha publicado en EL CULTURAL.



2.10.23

Los ojos de la sombra

María Ángeles Pérez López
Valencia: Pre-Textos, 2023.
 
MÁPL (Valladolid, 1967) ha publicado una docena de libros de poesía. Con Incendio mineral (2021) consiguió el premio de la Crítica.
Su título no da lugar a equívocos. Desde hace años, el número de inmigrantes que viajan en pateras desde África y Asia hasta Europa no deja de crecer. Ni el número de muertes que ese éxodo acarrea. Una de las grandes tragedias de nuestro tiempo.
Estamos ante una poesía moral, más que civil (aunque lo sea), centrada en la preocupación por el otro: “en todo rostro desemboca el nosotros, porque nosotros es yo”.
A pesar de su condición de profesora universitaria y miembro de distintas academias, el lenguaje utilizado es, digamos, antiacadémico, así como el planteamiento general del libro: metapoético, innovador y audaz: “no ser red”. “La tumba no es el mar sino el lenguaje”, leemos.
Se compone de ocho extensos poemas en prosa, partes de una suerte de compasivo réquiem. Cada uno va acompañado de unas “notas” donde la autora reflexiona o comenta distintos aspectos del mismo.
El tono es aforístico, propio de esta poesía del pensamiento que, sin embargo, no reniega de una sugerente plasticidad tanto visual como rítmica: “Escribes para que tus manos puedan ver”.
Naufragio, asfixia (“una experiencia mancomunada”), espanto, ahogados (“las largas agendas del ahogo”), noche (¿Qué están mirando frente a lo impenetrable?”), niebla (donde “la arqueología del abandono”), mar y océano (¿O hemos olvidado que el agua nos recorre?”), enigma y zigurat (Babel: “mi lengua es sólo la de las equivocaciones”), extranjero (“Todos somos extranjeros”) son términos que van marcando este itinerario del dolor. ”Arden los alfabetos de la infamia, las oraciones rotas de los dignos”, dice con deje gamonediano.
El perro, el cocodrilo, el león son protagonistas de un inquietante juego alegórico en torno a lo animal y lo salvaje. Realidad, extrañeza.

NOTA: Esta reseña se ha publicado en EL CULTURAL