29.5.25

En Hervás


Mañana, a las 18:00 horas, tendrá lugar en el Museo Pérez Comendador- Leroux de Hervás un "Conversatorio sobre el pasado y el porvenir de la Poesía Española": De eso hablaremos, aproximadamente, Manuel Neila (que acaba de publicar su poesía completa en la Editorial Renacimiento, verdadera excusa del encuentro), Miguel Losada y uno.
Además, el sábado a las 12:00 se presentará la antología Los últimos del Oeste. Poetas Extremeños del Siglo XXI (RIL editores España) con la intervención de Dionisio López, Urbano Pérez y Mario Martín Gijón.

27.5.25

Lecturas a lo breve (poesía)


El grueso de mis lecturas corresponde a la poesía. Me limitaré a citar los libros que he leído últimamente con más gusto. Sin orden de prelación, matizo.
Quizás le falte vuelo, pero no naturalidad y frescura, a Salto de fe, destacable ópera prima del madrileño de Móstoles (y del 94) Marcos Nogales, accésit del Premio Adonais en 2024. Poesía a pie de tierra, digamos. Sin florituras.
Príncipes y principios (La Isla de Siltolá), de Alberto Fadón, sin embargo, otra primera obra, acaso le sobre lo contrario: erudición y barroquismo. Por suerte esta literatura en grado sumo (donde no faltan guiños a sus dilectos, estudiados poetas del Siglo de Oro y a contemporáneos como Gil de Biedma) está entreverada de vivencias personales, amorosas las más (ay, Carla). Su lectura, sí, me ha resultado gozosa. Menos que a un poeta filólogo de la categoría, pongo por caso, de Rodrigo Olay, pero... Espera uno lo que venga de este salmantino del 97, ocurrente "poeta reaccionario", que ha elegido, entre otros, el magisterio de su paisano Juan Antonio González Iglesias. No en vano coordinó un libro sobre su poesía. 
Sigo con una tercera ópera prima: En ausencia de mí, de Francisco López Blanco (BajAmar Editores), un maduro extremeño del 64, que ha sorprendido a quienes lo conocemos de antiguo (por su vinculación con el Aula de Literatura "Jesús Delgado Valhondo" de Mérida, que dirigió durante una década, por ejemplo), pero no en su faceta poética. Poesía sin estridencias, cercana a lo que importa. 
Antonio Rivero Machina no es nuevo en este rincón. Ni en la poesía. Lo último es Hojas de laurel (Eris Ediciones), que une dos culturas: la del haiku japonés y la de la mitología griega. El resultado es sorprendente. Explica su proceder en una pertinente introducción que titula "El bonsái, el destello y un dios cualquiera", donde dice cosas tan atinadas como que "La tradición es también un paisaje" o que "Acaso en lo minúsculo se esconde el secreto callado en lo infinito". Lo que viene después, los haikus, distan de ser los que encontramos, por aquello de la moda, en cualquier parte. Tres ejemplos: "Morfeo" (Solo en la noche / lo nunca revelado / toma su forma), "Castalia" (Del agua clara / brota el suave murmullo / de lo que es cierto) y "Penélope" (De ti aprendimos / a destejar la calma / de los naufragios).
Durante un tiempo, lo confieso, creí que José Luna Borge era un heterónimo de José Luis García Martín. De eso hace mucho, es verdad. Su última entrega, El húsar melancólico me ha convencido. Poemas tan logrados como "Despedida" o el que da título al libro bastan para justificarlo. No falta un haiku, por cierto. 
Y por seguir con ellos, cómo he disfrutado con las codas, versión castellana del senryuu japonés, de Jesús Munárriz (donostiarra del 40, otro jovenzuelo, que acaba de publicar el primer tomo de su poesía incompleta), estrofa compuesta por tres versos de 5, 7 y 5 sílabas, que "a diferencia de los jaikus, no hablan «de lo que sucede aquí, ahora», como decía Bashô", según explica, junto a muchas cosas más, en su estupendo prólogo a Algunas codas (La Garúa/haiku). ¿Ejemplos? ¡No corras, vida, / que te estoy esperando! / dice la muerte. O: Si no se leen / a los viejos poemas / les sale moho. O, en fin: Por las rendijas / de lo civilizado, / lo natural. No falta el espíritu burlón que le caracteriza: ―¡Mira qué tetas! / ―Vistas dos, vistas todas. / ―Según se mire. Y: Unos la tienen / grande y otros pequeña/ (la inteligencia). Para terminar: ¡Día del Libro! / ¿Es que hay días sin libros? / No los conozco.
Leo a Marcos Ricardo Barnatán desde que yo era muy joven y él un aventajado novísimo procedente de Argentina. Me atraía su obra por su veta judía y por la filiación borgeana. Ritual  me ha traído de nuevo eso. Y más: París (la enfermedad: "Cahier Cochin") y Santander, la madre (en "Kadish", por ejemplo, tan emocionante), la religión ("Adonai", "Amar al converso"), las lecturas de Milosz, Borges, Kavafis, Hölderlin y otros autores, como queda reflejado en el hermoso "El jardín de las delicias"), la pintura (de Ciria, en concreto) y más que nada, la memoria familiar ("El doctor Néstor Gubitosi en bicicleta al muere", "Eclipse")... Este nuevo, breve libro lo ha escrito Barnatán a punto de cumplir los ochenta. No todo en la vejez, por suerte, es miserable, que diría su compañero de generación Luis Antonio de Villena. Pura delicatessen lírica.
Me da vergüenza reconocer que Lêdo Ivo era para mí, hasta ahora, un nombre que se repetía en boca de numerosos poetas (y en especial de uno), una figura inevitable en los saros líricos, pero a quien no me animaba a leer. Por extenso, quiero decir, que poemas suyos ya encontré en la vieja antología de poesía brasileña de Crespo. Aunque leo de todo y carezco de anteojeras poéticas, reconozco que su forma de decir no es precisamente de las que prefiero, por su exuberancia verbal, digamos, tan lejana de mi propensión a la contención y la sobriedad. Sin embargo, la antología que Martín López-Vega ha preparado para Visor, Los andamios del mundo, ha cambiado mi punto de vista. Ha ayudado el prólogo erudito (sin pedantería, sabio) de Juan Manuel Bonet, al que uno pensaba alejado del brasileño. Otro error. Si bien por momentos me apabulla un poco su discurso, he de reconocer lo que tantos han asumido: que en cualquier canon poético contemporáneo debería figurar la poesía del poeta brasileño muerto en Sevilla. 
Ocho poemas bastan para confirmar el mérito de la sevillana Carmen Fernández Rey. Se recogen en una primorosa plaquette de la colección Cuadernos El Mirador (de Úbeda) bajo el título Abrir ventanas. La tirada es de 34 ejemplares y el cuidado de la edición ha estado en manos de Francisco Sánchez Bellón. Se anuncian nuevas entregas de Julio Martínez Mesanza y de José Mateos. En la segunda serie (de la que ésta forma parte) encontramos nombres fundamentales del panorama, como el de Fernando Sanmartín, autor de Archivo fotográfico, que ya comentamos aquí
A la fuerza tenía que llamarme la atención un libro titulado Lugares. Se trata de una antología de veintitrés poemas de Concha García que publica El Toro Celeste en su colección Cuadernos Romero. El libro es muy bonito. Los versos remiten a lo anunciado: lugares. Sitios como Olessa de Monserrat (García ha vivido la mayor parte de su vida en Cataluña), Villaharta o Córdoba (es natural de La Rambla, lo que no deja de ser curioso para alguien que luego residió en Barcelona), pero también una estación, un tren, una carretera, un restaurante, una habitación de hotel y otra de hospital, (y su correspondiente aparcamiento), una ventana, un cine, una procesión, un camino flanqueado de eucaliptos, el comedor de un monasterio o un libro de poemas. Lugares que remiten al amor ("que es todo tacto"), al viaje ("Todo era mirar y sorprenderse"), a la memoria familiar ("Mi padre en la estación"), a la vida ("una cosa rara"), al atardecer ("Lo azul es todo")... Uno confirma con esta lectura lo que ya sabía: que esta poesía, concentrada y exacta, es ante todo verdadera y su autora una de las mejores de su generación, que también es, por cierto, la de uno.
Qué oportuna, en fin, la salida a escena de El esmero (Castilla Ediciones), una antología poética de Tomás Sánchez Santiago que prologa Ana Isabel Martín Ferreira Lo digo, sí, por la sorpresiva concesión del Premio Nacional de la Crítica a su libro El que menos sabe (Eolas) y digo "sorpresiva" porque ya sabemos cómo funciona ese azaroso negociado. Esta vez... Los merecimientos quedan patentes en esta muestra sobre la que he escrito una reseña que aparecerá pronto en El Cultural.

21.5.25

Muestra de la Real Sociedad Fotográfica


Hasta el día 27, el martes de la semana que viene, se puede visitar en la Sala Hebraica del Centro Cultural las Claras de Plasencia la exposición "Un poema y tu mirada", organizada por la Real Sociedad Fotográfica, una acreditada institución con 126 años de vida. 
La muestra reúne las fotografías premiadas en los Concursos Sociales que se celebraron entre 2021 y 2025. En ellos hay dos modalidades, blanco y negro y color, y los participantes, para realizar sus fotografías, se inspiran en versos de distintos poetas. Cada año, uno distinto. 
La inauguración, que tuvo lugar el día 10, corrió a cargo de la presidenta, Angélica Suela de la Llave, que estuvo acompañada de la concejala de Cultura del Ayuntamiento, Marisa Bermejo, que hizo uso de la palabra. También intervino Magdalena Tirado (que reflexionó sobre la fotografía con hondura) y Mariano Gómez Isern, vocal de Comunicación de la RSF, que leyó un inspirado texto de Tomás Sánchez Santiago (éste disculpó su asistencia) que se publicará en el catálogo de la siguiente muestra. Precisamente el que escribí para semejante ocasión en el correspondiente al concurso 2022-2023 fue el que leí en ese acto. Antes, versos de Magdalena, Tomás y un servidor sirvieron para animar a los fotógrafos a tirar sus instantáneas. 
Como se puede apreciar, no faltó público. De fuera, en su inmensa mayoría. A pesar de que, como resaltó Bermejo, puede que ésta sea una de las mejores exhibiciones de fotografía que acoge ese espacio artístico (donde ya estuvo Extremamour), echó uno de menos a tantos hombre y mujeres placentinos cultos como pululan por esta ciudad, tan preocupados ellos por el arte y los museos, pero a los que nunca o casi nunca vi ni en éste ni en ningún otro evento (dirían ellos) de naturaleza semejante. Raro, ¿verdad?






20.5.25

Presentación


Mañana a las seis de la tarde (miedo me da con estos calores que anuncian), presentamos en la Feria del Libro de Plasencia Lecturas a poniente. Poesía en Extremadura 2005-2024, un libro refrescante, eso sí, que celebra la excelente salud de la lírica escrita por extremeños o por poetas vinculados a esta región en lo que va de siglo.  
Conversaré sobre ello con Antonio Girol, director de la Editora Regional (donde se ha publicado), y con Dionisio López, crítico y escritor, el que fuera profesor del placentino IES Monfragüe. También nos acompañará el alcalde Pizarro, pues se trata del acto inaugural de la Feria. 
Por cierto, inmediatamente después se presentará allí mismo la antología Los últimos del Oeste. Poetas extremeños del siglo XXI, de la que es editor López. Este año la poesía centra este encuentro de libreros, autores y lectores. Me alegro, bien lo merece la pobre.
No nos dejen solos bajo la carpa y, por favor, no olviden sus abanicos.

19.5.25

Lecturas a lo breve (prosa)


Ahí seguimos, libro va y libro viene, más después de comprobar lo que ayudan en caso de pandemia o apagón; entidades incomparables, bien lo sé, aunque ambas propicias al buen leer. De entre los últimos destaco unos cuantos. Sin otro afán que no sea el dar noticia de ellos (por si el lector no la tuviera de antemano) y ponderar su valor. Sin entrar tampoco en detalles. 
De narrativa leo lo justo (mal hecho), pero algo leo. Empiezo por los cuentos de Hombre caído, de Fernando Aramburu (Tusquets Editores). Del particular sentido del humor de vasco afincado en Alemania ya sabíamos, pero aquí, o eso creo, se acrecienta hasta el punto de rozar no pocas veces los límites del absurdo. Y lo hace con su habitual maestría, matizo. Con una libertad de movimientos que en sus novelas tal vez no ejercite tanto. No me cabe duda de que sorprenderá a más de uno, por muy seguidor de su obra que sea. 
También en Tusquets, ya que estamos, Hotel Roma, de Pierre Adrian, en torno a la vida y la obra del poeta y narrador Cesare Pavese. El libro mezcla con habilidad la biografía, el ensayo, y el diario, pero es antes que nada una novela. Bien urdida. He disfrutado mucho con ella y eso que la vida del autor de Vendrá la muerte y tendrá tus ojos no fue sencilla. Y su personalidad, muy compleja. Vamos, lo ideal para un personaje novelesco.
Por seguir, aunque en este caso se trate de prosa autobiográfica, celebro (con permiso de su autor, tan reticente, nos cuenta, a los elogios) la nueva entrega memorialística del poeta Antonio Moreno: El viaje de las bibliotecas (Newcastle Ediciones). La serie continúa, y me alegro. Esta el la quinta entrega (todas en el mismo sello) de las dedicadas a dar cuenta, digamos, de su vida. Por su asunto central, la visita a bibliotecas de distintas localidades de su entorno levantino (y a los pueblos y ciudades que las albergan), y por su deliberado tono provinciano, que da al libro su verdadera categoría universal, el libro me ha encantado. Del bien hilado conjunto, sólo un comentario acerca de la recepción y el envío de libros entre amigos y poetas logró desazonarme. Sincero que es él y sensible que es uno. En todo caso, el libro demuestra una vez más que detrás del poeta cesante (o eso dice) había un prosista de fuste. Me recuerda, salvando todas las distancias, el camino emprendido hace años por Vicente Valero. En una editorial de mayor proyección (y no pongo en duda la solvencia de Newcastle, al contrario), tal vez Moreno ya estaría en boca de todos. 
Hablando de autobiografía, bien está mencionar, en una de sus ramas, sección "correspondencia", la que cruzaron entre 1981 y 1987 el poeta barcelonés Jaime Gil de Biedma y el profesor y poeta también Richard Sanger, ciudadano del mundo. Lo publica la Universidad de Almería en su colección Librería del desierto en una impecable edición de Miguel Gallego Roca. Quienes admiren al autor de Moralidades podrán deleitarse con sus confidencias y ahondar aún más en algunos aspectos de su obra, en especial cuanto tiene que ver con su predilección por la lírica anglosajona. Los prólogos, de Álvaro Salvador y del propio editor, acrecientan el interés de este rescate un tanto a trasmano.
Para los que no conocemos Madrid como es debido (si es que una ciudad, más si es grande, termina alguna vez de conocerse), resultan muy atractivos libros como Paseos singulares por Madrid. Centro y aledaños (Arzalia Ediciones), de Concha D'Olhaberriague. Disfruté con el Madrid de Trapiello y también con éste, aunque nada tengan que ver entre sí más allá del hecho que que los dos tienen a la capital del Reino de España como protagonista. D'Olhaberriague, madrileña, crítica literaria, estudiosa de Ortega (y orteguiana confesa, autora de un libro sobre su pensamiento lingüístico), Unamuno, Landero e Hidalgo Bayal, columnista y especialista en arte religioso, editora del citado Unamuno y de Miró, organizadora de la tertulia ramoniana y de actos conmemorativos en torno a las figuras de Larra y Ramón Gómez de la Serna, sabe caminar por sus calles y de eso dan fe esos paseos literarios, artísticos y gastronómicos que organiza por por los barrios históricos de Madrid: Maravillas, Letras… 
Cité hace un momento a Bayal (ella coordinó el dossier que dedicó al escritor extremeño la revista Turia) y él es el encargado de prologar la obra, lo que añade, bien lo sabemos sus lectores, un plus a un libro ya de por sí interesante. En él aclara que "no es una guía turística" y que su utilidad irá en aumento "según que los lectores sean paseantes provisionales, forasteros  recurrentes o matritenses de pro". Por lo demás, para la autora, culta y sensible, Madrid "es un libro inmenso, un teatro animado" que no se cansa de recorrer y que no deja de sorprenderle. Otro Madrid será el de uno tras leer este libro, en rigor, interminable, como cualquier ciudad.
En Palabras (Editora Regional de Extremadura), Simón Viola recuerda. Su infancia rural y su juventud soldadesca, pero también su profesión docente y algunos viajes, como el que hizo un verano a París. Como ocurre con todo lo relativo a la memoria, estamos ante un viaje sobre todo interior. Al filo de esa delicada frontera que separa lo sustancial de lo anecdótico. 
Hablando de viajes, en la Editora puede encontrar el aficionado a ellos un librito delicioso (que aparece en la preciosa colección Viajeros y Estables: Seis días por la tierra sin pan, de Pablo García Bengoechea. Se trata del diario de un recorrido a pie por la comarca de Las Hurdes. Y ahí, lo que ve, lo que habla (consigo mismo y con otros que encuentra por el camino), lo que piensa... Recuerdos e historia al margen. Con qué poco puede un autor componer una obra digna de ser leída y qué interminable sigue resultando, en todos los aspectos, ese apartado, maldito rincón de España que aspira a ser declarado Paisaje Cultural por la Unesco. 
De la prosa y de la poesía bebe este libro raro que me traje de la librería Víctor Jara de Salamanca el pasado mes de septiembre (aunque esté impreso en 2018) y que esperaba, ay, su momento. Cuánto lo he disfrutado. Me refiero a Cuaderno rayado. Cuaderno de disfrace (Biografía de la tinta), como lo tituló y subtituló el gran Aníbal Núñez. Lo salva de su archivo y del olvido Vicente Vives, que tanto sabe de la poesía del salmantino; quien se ocupó, entre otros empeños, de la antología de su obra publicada hace años por Cátedra en la canónica Letras Hispánicas. Aparece en las Ediciones de la Diputación de Salamanca.
El libro reúne textos en prosa (18) y poemas (8). Inéditos en su inmensa mayoría. De entre los primeros hay dos, para mi gusto, que sobresalen: "Ovidio, un bloc y el árbol" y "Hoy me permito el lujo", pero todos tienen interés. En especial para los incondicionales del autor de Alzado de la ruina, entre los que me cuento desde que empecé a escribir. También he disfrutado con los poemas, alguno ya incluido en su poesía completa. Vives, además de firmar un esclarecedor prólogo, añade un no menos ilustrativo comentario a cada prosa. 
Mientras escribo esta entrada, leo con creciente interés Las naves quemadas (Antología de prosas de no ficción 1985-2024), del solitario Miguel Sánchez-Ostiz. Publica el grueso volumen La Isla de Siltolá en edición del entusiasta Alfredo Rodríguez. Un pozo sin fondo. Ahí leo: "El compartir las lecturas es uno de los mayores gozos de los descubrimientos que van aparejados a esa actividad privada, silenciosa, quieta, emocionante que es la lectura". No me parece un mal final para esta nota.

17.5.25

Los últimos del Oeste

Los últimos del Oeste. Poetas extremeños del siglo XXI (Una poética inexistente). Así de largo es el título de la antología que ha editado Dionisio López y que publica, con una acertada Ayuda a la Edición de la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura, la editorial hispano-chilena RIL. 
El término Oeste (rótulo de uno de sus libros) es el que viene defendiendo Pureza Canelo para referirse a Extremadura (en el oeste / de mi estirpe). Más que una mera comunidad autónoma periférica de España, un territorio literario, especialmente de la poesía; más en estas últimas décadas, las de entresiglos, que han dado obras acreditadas y reconocidas en el panorama lírico nacional. A los últimos en llegar a esa feliz sucesión de hornadas que acaso ostenten ya la categoría de tradición (cuatro al menos conviven en el presente), dedica López, filólogo y profesor de instituto, esta muestra. A los que nacieron a partir de la significativa fecha de 1978, el año de la Constitución, hijos, pues, de la Democracia, y empezaron a publicar sus libros en el siglo actual, “con unos referentes literarios y culturales muy claros dentro de la región”. 
En su bien informado prólogo, “El salvaje Oeste” (al western remite la simbología de su introducción), que comienza con una alusión al perro semihundido de Goya (motivo de la preciosa cubierta del poeta y pintor levantino José Saborit: “Paisaje sin perro semihundido”), otra alegoría, López mira hacia atrás, a la promoción de los “pioneros” (inmediatamente anteriores a ellos), la de los 80, y fija en la década de los noventa la plena “normalización” de la cultura extremeña “dentro del ámbito nacional”. Veníamos, sí, del “erial”. El “reto”, según él, era conservar el nivel. Como afirma, se ha mantenido, cuando no superado. Hace unos días, Carlos García Mera ganaba el Premio Internacional de Poesía «Miguel Hernández-Comunidad Valenciana», que no es mala señal. 
El suyo, matiza, es “el diario de un lector de poesía”. Pronto subraya que los escogidos son autores “muy diferentes unos de otros”, de ahí la “inexistencia de una poética común”. Para la selección, más allá del “criterio del antólogo”, puso un “filtro”: que cada poeta hubiera publicado al menos un libro en una “editorial de cierto prestigio y con garantía de distribución nacional”. Huía del “aislamiento localista”. El orden de los poetas en la antología es precisamente el del año de salida de su ópera prima. 
No ha tenido en cuenta a los poetas que publican en internet. Por suerte, la parapoesía (y sus “juglares de la mediocridad”, Canelo dixit) ha pasado por estas tierras sin dejar huella alguna. Se ve que aquí lo de las modas... Ya ocurrió en su momento con la de la “poesía de la experiencia” (entendida como tendencia dominante a finales del pasado siglo), ajena al sentir de los poetas extremeños de entonces. 
López se planteó publicar “una antología inexacta, incompleta y parcial, pero honesta”. ¿Canónica? ¡No! Ni estilos ni corrientes. Ni lindes (la poesía portuguesa es parte fundamental de este invento: una Raya nos une) ni generaciones. Sí una “plaga lírica”, “extensible a todo el Oeste”. 
Fruto, siquiera en parte, de lo ya realizado con anterioridad: la llegada de la Universidad (y de los catedráticos Rozas y Senabre), de las Aulas Literarias y los Talleres de escritura, de la Editora Regional y otros sellos privados (como De La Luna Libros), de la Asociación de Escritores Extremeños, de las revistas, etc.
Siempre hay en los comienzos de cualquier empeño literario un “interés por lo cercano”. Los “pioneros” carecían de ellos aquí dentro, pero López sostiene (lo sugerí antes) que “ya existe una tradición muy poderosa en nuestro territorio”. 
En la apuntada disparidad de poéticas, López analiza las que la crítica ha designado en la historia reciente: la mentada de la Experiencia, la del Silencio, la de la Incertidumbre, la del Malestar, la del Fragmento... No, lo importante no es eso, pura nomenclatura, sino los poemas. A escudriñar los de cada uno dedica una veintena de páginas, dignas del crítico que es. En la nómina, un “evidente desequilibrio”, una peligrosa anomalía, más en estos tiempos de exaltación feminista: de los veintitrés elegidos, sólo tres son mujeres. La conclusión del editor: no hay más. Más, precisamos, que escriban la poesía que a él le parece digna de figurar en el florilegio. Y aun así... 
Entre los poetas, tres vínculos: el Oeste (vivan o no en él), la época (común a todos ellos) y las “influencias comunes” (con maestros, incluso, extremeños). 
Lo importante, ya se dijo, son los poemas. Para uno, salvo los inéditos que algunos incluyen (como “Memoria histórica”, de Fernando Pérez Fernández, por ejemplo, o “Durante la mudanza” de Urbano Pérez Sánchez, callado desde hace lustros), esta poesía me resulta familiar. De algunos, es verdad, no tenía noticia, o muy vaga. He reseñado sus libros, como se puede comprobar en Lecturas a poniente. ¿Sorpresas? Pocas, por eso. Con todo, alguna ha habido, como la de Luis Darío. Di cuenta en mi blog de la salida de su único libro y poco más. Un despiste. 
¿Son todos los que están? Seguramente, aunque en los rebuscados, artificiosos versos de un par de ellos la poesía, a mi modesto leer, brilla por su ausencia. ¿Falta alguien? En ésta, nadie, porque así ha sido concebida por el compilador. En otra del mismo periodo, tal vez Tente Garrido o Ángel Borreguero. 
Destacaría la variedad de poéticas y, en consecuencia, la diversidad de poemas. Para todos los gustos. No aburre. 
El libro es muy útil (incluida la selecta bibliografía), como siempre lo han sido las antologías elaboradas con rigor y criterio. Para colmo, está muy bien editado (por uno de los nominados: Paco Najarro, director de la colección Ærea). Ya que lo menciono, el antólogo se ha incluido en su antología, lo que no deja de ser un gesto más de honestidad, por mal visto que esté para algunos. Analiza sus poemas ayudándose de los críticos que los han comentado, pero se refiere a sí mismo como “Dionisio López”, desde fuera. Además da a conocer que en 2002 publicó una “primera obra no venal titulada La ciudad amarilla”, un dato inesperado, de la que rescata un poema. 
Para terminar, me parece oportuno nombrar a todos los antologados: Julio César Galán, José Manuel Díez, Álex Chico, Luis Darío, Urbano Pérez Sánchez Mario Martín Gijón, Francisco Fuentes, Luis María Marina, Paco Najarro, Fernando de las Heras, Antonio Rivero Machina, Víctor Martín Iglesias, Víctor Peña Dacosta, Francisco José Chamorro, Fernando Pérez Fernández, Azahara Palomeque, Jorge Solís, Xavier Rossell, Eugenio Sánchez Salinas, Sandra Benito, Carlos García Mera, Dionisio López y Carmen Sánchez de las Heras. Tomen nota. 

Edición de Dionisio López 
RIL Editores, Madrid, 2025. 256 páginas. 27 €

NOTA: Esta reseña de ha publicado en El Cuaderno

14.5.25

En el Gran Teatro de Cáceres, anoche

Anoche en el Gran Teatro de Cáceres, con motivo de la primera edición de Escena Poesía. En la fotografía de Carlos Gil (para El Periódico Extremadura), Miguel Ángel Lama, organizador de la lectura, Carmen Hernández Zubero, Basilio Sánchez y servidor. Fue una noche intensa. La aportación musical de Juanjo Cortés fue decisiva. Y el buen hacer técnico de Isidro Timón. Muy de agradecer también la presencia de alumnos de la Facultad de Letras.
Impresiona, en fin, ver un patio de butacas lleno para escuchar poemas. Y que te aplaudan al final como si fueras otra cosa.

6.5.25

Lectura en Cáceres


Un poema en El Ojo Crítico

Ayer se abrió el programa diario de El Ojo Crítico con un poema “suizo” de Sobre el azar del mapa. Una agradable sorpresa. 

https://www.rtve.es/play/audios/el-ojo-critico/ojo-critico-avelina-prat-manolo-solo-traen-quinta-portuguesa-05-05-25/16566797

4.5.25

Una verdad natural

Por su regularidad, se podría pensar que Sánchez Rosillo (Murcia, 1948) pertenece a la categoría de los poetas prolíficos; sin embargo, doce libros no son tantos en una vida larga. Reunió los diez primeros en Las cosas como fueron. Poesía completa, 1974-2017. Después llegaron La rama verde y éste. No, una docena no son demasiados para medio siglo de oficio literario. Por ellos, a pesar de ser un autor tan apreciado como leído, sólo ha conseguido un par de reconocimientos: el Premio Adonáis en 1977 (por su ópera prima) y el Nacional de la Crítica en 2005 (por La certeza). Ni el Nacional ni el de las Letras, entre los oficiales, ni el Reina Sofía o el García Lorca, entre los de relumbre. Una anomalía, sin duda. Poco le debe preocupar al poeta. Si por algo se caracteriza su obra (al completo en Tusquets) es por la honestidad y la coherencia, algo que casa mal con ese tipo de maniobrados galardones. 
En su libro anterior, El sueño cumplido, recogió Rosillo sus meditaciones sobre la poesía, ya sea en forma de textos o de entrevistas. Quien quiera comprender de forma cabal su manera de decir debería leer esa “especie de autobiografía poética”; con todo, me temo que la claridad de sus versos permite al más despistado lector adentrarse como es debido en su mundo, gracias a un tono de voz tan distinguible y nítido como personal e intransferible. 
“Yo no tengo teorías. Tengo poemas”, escribía allí, y se comprueba en un libro que, desde el mismo título, anuncia una mirada atrás. Con extrañeza, desde los primeros versos: “Cómo ha llegado uno hasta este día, / nadie puede decirlo”. Porque “Vivir es laberinto”. “Pero aquí estoy”, concluye. En ese juego de tiempos entre pasado, presente y futuro –el mejor modo de ser intempestivo, entre la eternidad y lo efímero– se va desenvolviendo un recorrido que no deja de ser una suerte de diario. Defiende Rosillo el “marcado carácter autobiográfico” de su lírica: “Uno escribe desde sí”. Amigo de la costumbre, con ellos vuelve la luz mediterránea, la casa de la costa (el estudio, el balcón), el mar cercano, la noche, los paseos, los árboles y los pájaros… El niño que fue (y la muerte del padre), pero también el hombre que no se rinde al frío de la edad. Que sigue vivo y ve que “la vida es esto: / tanta quietud moviéndose, / estar sin nadie y conversar con todo”. “Aquí”, como el poema. En una soledad tan solitaria como acompañada: de los que quiere (y siempre están con él, aunque sea lejos) y de “la multitud de los que has sido”. 
“Cualquier mañana pudo ser la vida”, escribe; un verso con voluntad de lema. Ocupado “en la contemplación de lo real”, aunque “la realidad se oculta más allá”. “Pero atento”, dice en “Dispuesto y disponible”. Porque “mucho importa la espera”. 
Con qué poco (una hormiga, la lluvia, unos rayos de sol, unas macetas) es capaz de componer un poema. 
A pesar de su modulación celebratoria, muestra de gratitud a cuanto le rodea, la melancolía sombrea el conjunto al hacerse patente que se acaba el tiempo. Ahí, lo elegíaco: el declinar del cuerpo (“Cuánta nostalgia de plenitud”), la juventud perdida (“Fui feliz sin saberlo”), la muerte (“No hay muerto que no muera”). La paradoja de “Ser casi viejo acaso, y ser tan joven”. A pesar de todo, “es hermoso vivir, haber vivido”. “Está bien cuanto ha sido”. “La vida sigue”. “La muerte, aquí, no encuentra lo que busca”. Le basta “Acatar y sentir. Estar conforme”.
“Intuyo que el libro que ahora escribo / habrá de ser el último que yo alcance a decir”, sostiene. Y uno, que seguirá asistiéndole “el canto”. 

Eloy Sánchez Rosillo
Tusquets, Barcelona, 2025. 144 páginas. 17 €

NOTA: Esta reseña se ha publicado en El Cultural.