Ahí seguimos, libro va y libro viene, más después de comprobar lo que ayudan en caso de pandemia o apagón; entidades incomparables, bien lo sé, aunque ambas propicias al buen leer. De entre los últimos destaco unos cuantos. Sin otro afán que no sea el dar noticia de ellos (por si el lector no la tuviera de antemano) y ponderar su valor. Sin entrar tampoco en detalles.
De narrativa leo lo justo (mal hecho), pero algo leo. Empiezo por los cuentos de Hombre caído, de Fernando Aramburu (Tusquets Editores). Del particular sentido del humor de vasco afincado en Alemania ya sabíamos, pero aquí, o eso creo, se acrecienta hasta el punto de rozar no pocas veces los límites del absurdo. Y lo hace con su habitual maestría, matizo. Con una libertad de movimientos que en sus novelas tal vez no ejercite tanto. No me cabe duda de que sorprenderá a más de uno, por muy seguidor de su obra que sea.
También en Tusquets, ya que estamos, Hotel Roma, de Pierre Adrian, en torno a la vida y la obra del poeta y narrador Cesare Pavese. El libro mezcla con habilidad la biografía, el ensayo, y el diario, pero es antes que nada una novela. Bien urdida. He disfrutado mucho con ella y eso que la vida del autor de Vendrá la muerte y tendrá tus ojos no fue sencilla. Y su personalidad, muy compleja. Vamos, lo ideal para un personaje novelesco.
Por seguir, aunque en este caso se trate de prosa autobiográfica, celebro (con permiso de su autor, tan reticente, nos cuenta, a los elogios) la nueva entrega memorialística del poeta Antonio Moreno: El viaje de las bibliotecas (Newcastle Ediciones). La serie continúa, y me alegro. Esta el la quinta entrega (todas en el mismo sello) de las dedicadas a dar cuenta, digamos, de su vida. Por su asunto central, la visita a bibliotecas de distintas localidades de su entorno levantino (y a los pueblos y ciudades que las albergan), y por su deliberado tono provinciano, que da al libro su verdadera categoría universal, el libro me ha encantado. Del bien hilado conjunto, sólo un comentario acerca de la recepción y el envío de libros entre amigos y poetas logró desazonarme. Sincero que es él y sensible que es uno. En todo caso, el libro demuestra una vez más que detrás del poeta cesante (o eso dice) había un prosista de fuste. Me recuerda, salvando todas las distancias, el camino emprendido hace años por Vicente Valero. En una editorial de mayor proyección (y no pongo en duda la solvencia de Newcastle, al contrario), tal vez Moreno ya estaría en boca de todos.
Hablando de autobiografía, bien está mencionar, en una de sus ramas, sección "correspondencia", la que cruzaron entre 1981 y 1987 el poeta barcelonés Jaime Gil de Biedma y el profesor y poeta también Richard Sanger, ciudadano del mundo. Lo publica la Universidad de Almería en su colección Librería del desierto en una impecable edición de Miguel Gallego Roca. Quienes admiren al autor de Moralidades podrán deleitarse con sus confidencias y ahondar aún más en algunos aspectos de su obra, en especial cuanto tiene que ver con su predilección por la lírica anglosajona. Los prólogos, de Álvaro Salvador y del propio editor, acrecientan el interés de este rescate un tanto a trasmano.
Para los que no conocemos Madrid como es debido (si es que una ciudad, más si es grande, termina alguna vez de conocerse), resultan muy atractivos libros como Paseos singulares por Madrid. Centro y aledaños (Arzalia Ediciones), de Concha D'Olhaberriague. Disfruté con el Madrid de Trapiello y también con éste, aunque nada tengan que ver entre sí más allá del hecho que que los dos tienen a la capital del Reino de España como protagonista. D'Olhaberriague, madrileña, crítica literaria, estudiosa de Ortega (y orteguiana confesa, autora de un libro sobre su pensamiento lingüístico), Unamuno, Landero e Hidalgo Bayal, columnista y especialista en arte religioso, editora del citado Unamuno y de Miró, organizadora de la tertulia ramoniana y de actos conmemorativos en torno a las figuras de Larra y Ramón Gómez de la Serna, sabe caminar por sus calles y de eso dan fe esos paseos literarios, artísticos y gastronómicos que organiza por por los barrios históricos de Madrid: Maravillas, Letras…
Cité hace un momento a Bayal (ella coordinó el dossier que dedicó al escritor extremeño la revista Turia) y él es el encargado de prologar la obra, lo que añade, bien lo sabemos sus lectores, un plus a un libro ya de por sí interesante. En él aclara que "no es una guía turística" y que su utilidad irá en aumento "según que los lectores sean paseantes provisionales, forasteros recurrentes o matritenses de pro". Por lo demás, para la autora, culta y sensible, Madrid "es un libro inmenso, un teatro animado" que no se cansa de recorrer y que no deja de sorprenderle. Otro Madrid será el de uno tras leer este libro, en rigor, interminable, como cualquier ciudad.
En Palabras (Editora Regional de Extremadura), Simón Viola recuerda. Su infancia rural y su juventud soldadesca, pero también su profesión docente y algunos viajes, como el que hizo un verano a París. Como ocurre con todo lo relativo a la memoria, estamos ante un viaje sobre todo interior. Al filo de esa delicada frontera que separa lo sustancial de lo anecdótico.
Hablando de viajes, en la Editora puede encontrar el aficionado a ellos un librito delicioso (que aparece en la preciosa colección Viajeros y Estables: Seis días por la tierra sin pan, de Pablo García Bengoechea. Se trata del diario de un recorrido a pie por la comarca de Las Hurdes. Y ahí, lo que ve, lo que habla (consigo mismo y con otros que encuentra por el camino), lo que piensa... Recuerdos e historia al margen. Con qué poco puede un autor componer una obra digna de ser leída y qué interminable sigue resultando, en todos los aspectos, ese apartado, maldito rincón de España que aspira a ser declarado Paisaje Cultural por la Unesco.
De la prosa y de la poesía bebe este libro raro que me traje de la librería Víctor Jara de Salamanca el pasado mes de septiembre (aunque esté impreso en 2018) y que esperaba, ay, su momento. Cuánto lo he disfrutado. Me refiero a Cuaderno rayado. Cuaderno de disfrace (Biografía de la tinta), como lo tituló y subtituló el gran Aníbal Núñez. Lo salva de su archivo y del olvido Vicente Vives, que tanto sabe de la poesía del salmantino; quien se ocupó, entre otros empeños, de la antología de su obra publicada hace años por Cátedra en la canónica Letras Hispánicas. Aparece en las Ediciones de la Diputación de Salamanca.
El libro reúne textos en prosa (18) y poemas (8). Inéditos en su inmensa mayoría. De entre los primeros hay dos, para mi gusto, que sobresalen: "Ovidio, un bloc y el árbol" y "Hoy me permito el lujo", pero todos tienen interés. En especial para los incondicionales del autor de Alzado de la ruina, entre los que me cuento desde que empecé a escribir. También he disfrutado con los poemas, alguno ya incluido en su poesía completa. Vives, además de firmar un esclarecedor prólogo, añade un no menos ilustrativo comentario a cada prosa.
Mientras escribo esta entrada, leo con creciente interés Las naves quemadas (Antología de prosas de no ficción 1985-2024), del solitario Miguel Sánchez-Ostiz. Publica el grueso volumen La Isla de Siltolá en edición del entusiasta Alfredo Rodríguez. Un pozo sin fondo. Ahí leo: "El compartir las lecturas es uno de los mayores gozos de los descubrimientos que van aparejados a esa actividad privada, silenciosa, quieta, emocionante que es la lectura". No me parece un mal final para esta nota.