Se empeñan los medios en empacharnos y luego pasa lo que pasa. Que si Vargas, que si Rivas... Sí, será que leemos, mayormente, El País. Por poner otro ejemplo, ¿hay alguien que no conozca todavía a los jóvenes poetas de siempre reanunciados ayer en el colorín del mismo diario? Si salen más en los papeles que la Jurado.
29.5.06
Empacho
Se empeñan los medios en empacharnos y luego pasa lo que pasa. Que si Vargas, que si Rivas... Sí, será que leemos, mayormente, El País. Por poner otro ejemplo, ¿hay alguien que no conozca todavía a los jóvenes poetas de siempre reanunciados ayer en el colorín del mismo diario? Si salen más en los papeles que la Jurado.
28.5.06
La tierra alta
"A nadie salva el canto", escribe, por más que el consuelo que proporciona dé a veces esa sensación.
Colas
En su artículo de hoy en El País, dice Rioyo que le gustaría ver en la Feria del Libro de Madrid la "cola de Azcona, de Longares, o la de Hidalgo Bayal, que no tendrá cola, que seguramente no firmará, pero que con su Paradoja del interventor nos reconforta y nos anima a seguir creyendo en la literatura”. Pues eso.
27.5.06
Valverde, 10 años
Cuando salga publicado este artículo, se habrán clausurado los actos del Homenaje al poeta, profesor y traductor José María Valverde que han tenido lugar en Barcelona con motivo del décimo aniversario de su fallecimiento. Comenzaron el pasado 27 de abril con una conferencia de Rosa Regás y terminaron ayer con la inauguración de una biblioteca que lleva su nombre y una mesa redonda titulada “José María entre nosotros” donde participaron viejos amigos como Martín de Riquer, Francisco Rico o Esther Tusquets y su hija Mariana.
Además de las conferencias y las mesas redondas (aparte de la mencionada, hubo otra en la que participaron, entre otros, Fernández Buey y Felipe Aranguren, el hijo del filósofo con el que se solidarizó el autor de Ser de palabra para partir al exilio canadiense), ha tenido lugar una exposición denominada “José María Valverde: imágenes y palabras”. Todos los actos han sido organizados por el Colegio Mayor Penyafort-Montserrat-Llull y la Cátedra Valverde de la Universidad de Barcelona.
Gracias a las gestiones de Efi Cubero -poeta de Granja de Torrehermosa y amiga personal de la familia- ha habido en el Homenaje presencia extremeña. No sólo institucional (el Consejero de Cultura asistió a la clausura junto al Conseller de Cultura de la Generalitat, Ferran Mascarell, y a Màrius Rubiralta, Rector de la Universidad de Barcelona) sino también en lo que a la citada exposición se refiere. Para eso se han enviado cuadernillos del Aula Literaria de Cáceres que lleva su nombre (y que él no llegó a conocer), así como el del Aula “Díez-Canedo” de Badajoz (donde leyó en 1993) y otros materiales relacionados con su obra (como una edición facsímil de sus traducciones de Hölderlin para Adonais) y con Extremadura, su región natal.
Que José María Valverde Pacheco naciera en la localidad fronteriza de Valencia de Alcántara es un asunto azaroso —nadie elige el pueblo en el que nace—, pero también insoslayable. En un texto titulado “Poética y metafísica”, publicado en la Antología Consultada de Adonais en 1952, escribe: “¿Debo decir algo de mí? Que nací en Extremadura, en la raya de Portugal, en 1926”.
Ángel Campos Pámpano, en un artículo publicado en La Gazetilla de la UBEX en 1996, pone estas palabras en boca de Valverde: "Mi infancia, en realidad es madrileña. Sin embargo, soy extremeño por los dieciséis costados: mi bisabuelo Valverde tejía y vendía paños en Valencia de Alcántara; mi bisabuelo Fructuoso Pacheco, en Cáceres, era llamado "el Pantalonino", lo que sugiere que había dejado el calzón campesino por la prenda burguesa, pero yo soy valentino porque mi madre quiso llevarme a nacer junto a su madre. En 1935 estuve una temporada con los abuelos en Valencia de Alcántara (…). Luego volví algún tiempo, al final de la Guerra Civil -recuerdo que en casa se recibía el HOY”.
Tras una visita fugaz en 1974, el discípulo de Antonio Machado, como quería que le recordasen, volvió a Extremadura en 1993, invitado, ya se dijo, por el Aula “Díez-Canedo”. Visitó también su pueblo y se emocionó al recibir en el instituto de secundaria un sello de caucho con su nombre (el centro se denomina “Lostau-Valverde”).
Se suele decir que con Extremadura tuvo un desencuentro. Puede que así fuera en algunos momentos de su vida pero eso debió cambiar radicalmente en los últimos años, cuando regresó aquí y, a buen seguro, pudo comprobar que nada era igual que antes. Extremadura llevaba tiempo recorriendo un camino que conducía decididamente hacia el resurgimiento y normalización cultural. Y ahí, en ese contexto, cuando una nueva generación de escritores extremeños aportaba inéditos aires de rigor y modernidad a la literatura española, no podía faltar la figura de José María Valverde, un extremeño que, como tantos, había vivido fuera de su tierra. Desde ese momento se hace explícito un vínculo que ya existía para muchos lectores y escritores extremeños que habían frecuentado sus poemas, sus traducciones y sus ensayos y que le admiraban.
Valverde era y es un referente ineludible. Puede que un tanto forzado por las circunstancias, sí. Al fin y al cabo nunca hemos estado sobrados de escritores nacidos en Extremadura capaces de ejercer el magisterio intelectual que necesitábamos. Pero no por eso su importancia ha sido y es menos decisiva.
La primera gran vindicación del poeta en la región se debe, por cierto, a una iniciativa del periódico HOY que a finales del año 1992 publicó un cuadernillo, que coordinó Ángel Campos, dedicado al escritor valentino en el que colaboraron, entre otros, Francisco Umbral y Rafael Argullol, junto a jóvenes escritores de Extremadura.
Como insinué antes, es posible que la Extremadura que llegó a atisbar José María Valverde modificase su percepción de nuestra realidad. Puede que eso le ayudara a reconciliarse con un parte sustancial de la memoria de su familia y de su infancia. Por eso y por muchas cosas más era necesario que Extremadura participara activamente en su Homenaje. Felizmente, así ha sido.
Poses
© Cristobal Manuel
23.5.06
Orugas
El problema no es nuevo: el año pasado ya causaron estragos los malditos y repugnantes bichitos. Pasear ahora por los caminos del campo da auténtico asco. No por nada al animalito se le llama popularmente "lagarta peluda".
En fin, remito al reportaje que publica HOY en su edición placentina. Pena.
22.5.06
De feria en feria
A punto de clausurarse la Feria del Libro de Badajoz y acercándose la inauguración de la de Mérida, cuando las de Almendralejo, Cáceres y Plasencia, por citar a las más importantes, ya son sólo memoria, puede uno contar aquí algunas anécdotas que, como todas, franquean lo meramente circunstancial o irrelevante, o eso me parece.
Son cosas que uno ha vivido en primera persona que, como suele recordar el novelista colombiano Fernando Vallejo, es la única creíble a estas alturas de la historia. Por suerte, como recordaba hace unos días Fran Rodríguez Criado, quienes escribimos en los periódicos no siempre somos periodistas y, en consecuencia, podemos saltarnos a la torera esa tácita condición que se impone a los de la profesión de no hablar nunca de uno mismo y de sus comunes o extraordinarias circunstancias.
Así, en Cáceres, por empezar desde atrás, asistí al nacimiento de un libro singular, de una colección necesaria y de un escritor que, precisamente, escribe en este periódico. Me refiero a La frontera que nunca existió, a “Viajeros y estables” y a (José Ramón) Alonso de la Torre. En Badajoz, donde estuvimos juntos alrededor de la misma obra, comentó que él elabora reportajes por más que a sus lectores nos parezca que lo que fabrica en realidad, nunca mejor dicho, es literatura, esa que siempre ha germinado a la humilde sombra efímera de los diarios.
También allí, en el Paseo de Cánovas, con las alergias a flor de piel, pude emocionarme escuchando a José Luis Rozas hablar de un poeta, su padre, que fue además, y para siempre, el maestro de toda una generación de poetas extremeños, y no de las peores.
Y ya que hablamos de emociones y de familias, de única puedo calificar la experiencia que vivimos un puñado de fieles cuando asistimos a la presentación de la novela inédita Memorial del piano, de Alfonso Albalá, en Plasencia. Tras la exhaustiva intervención de su editor literario, el profesor Torres Nebrera, tomó la palabra Gracia Albalá, una de las hijas del escritor cauriense, que habló de su padre desde la admiración, sí, pero con ese deseable rigor que requieren las mejores lecturas. Conversar con ella, sus hermanas, su cuñado y su madre confirmó que editar buenos libros es garantía de felicidad, propia y ajena.
Digo emociones y no puedo por menos que recordar las que sentimos (generalizo a propósito), bajo el tórrido calor veraniego de un Badajoz en llamas, al presentar la Gaveta de gavetas dedicada a la memoria de Fernando Pérez. Sólo el tono sereno que imprimió Gonzalo Hidalgo a su discurso pudo aminorar el dolor hasta el límite de lo soportable.
Otra emoción, sin duda más llevadera, sentimos unas horas antes, pero ante el mismo bochorno, al celebrar la salida de una antología poética ejemplar (por los poemas que incluye): La soledad partida, de Jesús García Calderón. Después, nos sentamos con él Simón Viola (editor de Vargueño de saudades¸ de López Prudencio, que presentamos en su ciudad natal esa mañana), Engracia Domínguez (de la ERE), Antonio Carvajal, el poeta y profesor granadino, prologuista del libro, y uno, claro. Lo mejor, la conversación. El mano a mano de Jesús y Antonio fue (es) memorable. Se habló de poesía, como es lógico, pero también de otras cosas. No en vano, Jesús lleva una doble vida: la de poeta (de lo que no va) y la de Fiscal Jefe de Andalucía (que lo es, sí, pero de lo que tampoco presume). Lo más apasionante, con todo, fue el relato de sus viajes por América. El editor que ocasionalmente soy no ve el momento de que pase al papel esas aventuras. Y luego nos las entregue, por supuesto. Van de lo hilarante a lo trágico, como la vida misma. La muy intensa que lleva, con una dignidad y una pasión que sobrecogen, mi admirado amigo.
20.5.06
Nuevo en la plaza
17.5.06
Toros (o cuernos)
Una comida en Badajoz
Bru de Sala dixit
Xavier Bru de Sala, Reto, no rapto. Cultura/s de La Vanguardia
GHB sobre Gaveta de gavetas
23 años
“Nadie está libre de decir estupideces, lo malo es decirlas con énfasis", escribió Montaigne. Algo así ha debido pasarle a José María Aznar en su reciente visita a Cáceres, justo cuando dijo aquello de que Extremadura no ha avanzado y sigue «en el mismo sitio en el que se empezó» hace 23 años, tal como se recogió en los periódicos.
Uno iba oyendo la radio del coche, tan tranquilo y, ¡zas!, el ex presidente que comienza a leer su discurso. Su tono era cansino y su convicción escasa (esas cosas no pueden disimularse). Tropezaba cada poco con las palabras (otra señal inequívoca de que la cosa resultaba forzada). Iba ensartando en una ristra esos lugares comunes que quienes frecuentamos los medios de comunicación conocemos perfectamente, por archirepetidos, cuando de pronto mencionó lo que he dicho hace un momento y no pude por menos que darme, de inmediato, por ofendido. Por el mero hecho de ser (y sentirme) extremeño, ni más ni menos. Aunque hemos avanzado mucho por el camino de la autoestima, después de tantos siglos de humillación seguimos siendo proclives a según que comentarios. Sí, somos frágiles, vulnerables y nos duele en lo más hondo (generalizo deliberadamente) que vuelvan a compararnos con los que éramos y que, sin duda, ya no somos; aquéllos “indios de la nación” del triste poema del Padre Salas.
¿Cómo que Extremadura no ha avanzado y sigue en el mismo sitio que hace 23 años? ¿Se puede admitir este vergonzante insulto a la inteligencia? Para empezar, se ve a las claras que Aznar no nos ha frecuentado (como presidente del gobierno, no vino nunca). O que, de haberlo hecho, habrá sido para visitar la finca de algunos amigos y, claro, el campo, en según qué sitios, ha cambiado poco; por ejemplo, cerca de Monfragüe. Para seguir, ¿dónde están los que se dan por humillados cuando un nacionalista, un escritor o un cómico no nos tratan con el debido respeto? Porque por un quítame allá esas pajas hay que ver cómo se ponen a veces. ¿Pudieron los militantes del PP extremeño, empezando por sus estirados dirigentes, no darse por aludidos cuando Aznar dijo eso? ¿No se les removieron las tripas? Al fin y al cabo eso es lo fácil cuando la boutade te pilla comiendo, lo que hacían en el castillo de las Arguijuelas de Abajo. ¿Es que acaso no han contribuido ellos a que este estado de cosas cambiara? Por aterrizar, ¿están las ciudades donde ellos gobiernan igual que entonces? ¿Y eso no es acaso Extremadura?
Más preocupante me parece, y no sé si estoy solo, que los extremeños de uno y otro signo, sólo por serlo o por sentirse tales, regionalistas o no (¿dónde estaba esta vez don Pedro Cañada?), no se hayan dado por agraviados. “No sé si estamos ante un pueblo inteligente al que le resbala que vengan a ofendernos, o ante un pueblo al que se le puede ofender gratis”, me ha confiado alguien que nos conoce bien. Ahí está el dilema. O hemos madurado mucho en poco tiempo o estamos lejos de haberlo hecho.
Por lo demás, ¿se imaginan a un político responsable (y yo, que conste, a Aznar no le tengo por tal desde lo de la guerra de Irak) diciendo algo equivalente en similares circunstancias? Por algo tuvieron que llamarle la atención cuando se entrometió hace unos meses en la política interior mexicana.
No hay inteligencia, insisto, que soporte ese absurdo análisis, por llamarlo de alguna manera. Me imagino que, para colmo, lo que Aznar leyó con torpeza (como ahora usa tanto en inglés, lo mismo está perdiendo el dominio del español) no es fruto del trabajo de los sesudos investigadores de FAES sino de las preclaras mentes de algunos populares extremeños y eso sí que da verdadera lástima.
Que a Extremadura, por usar una frase famosa, no la conoce ni la madre que la parió es algo que puede suscribir cualquiera. Cualquiera, preciso, que no esté ciego (y hablo en sentido figurado) o que no tenga anteojeras o que, en fin, no sufra del síndrome de “a sus órdenes”, tan caro a los del “prietas las filas”. ¿Cómo podríamos mirarnos a la cara si estuviéramos igual que hace más de dos décadas? No habría bastantes psicólogos, terapeutas y psiquiatras para tratarnos. Estaríamos desesperados por culpa de esa manifiesta irrealidad que sólo vive en las mentes enfermas de algunos y, a lo que se ve, en la desinformada opinión de alguien que ni nos conoce, ni nos entiende, ni nos aprecia.
España entera ha cambiado por completo en estos lustros de democracia y libertad que nos contemplan. Unas regiones más que otras, por supuesto. ¿Hace falta volver a explicar el porqué? A una derecha de la que, en rigor, es heredera la de hoy le debemos los extremeños nuestra indigna situación de partida. De eso hace… 23 años. Los mismos que no llevan, ay, en el poder.
14.5.06
La patria
y un patio de azaleas muy decimonónico
hace varios siglos que se viene abajo.
Como si nada las personas van y vienen
por las habitaciones en ruina,
hacen el amor, bailan, escriben cartas.
que silba a través del techo desfondado.
En esta casa los vivos duermen con los muertos,
imitan sus costumbres, repiten sus gestos
y cuando cantan, cantan sus fracasos.
están en ruina el abrazo y la música,
el destino, cada mañana, la risa son ruina;
las lágrimas, el silencio, los sueños.
Las ventanas muestran paisajes destruidos,
carne y ceniza se confunden en las caras,
en las bocas las palabras se revuelven con miedo.
En esta casa todos estamos enterrados vivos.
María Mercedes Carranza
Manifiesto palmario
En la mesa redonda que sirvió de colofón al Congreso celebrado en Cáceres a finales del pasado mes de abril para conmemorar el veinte aniversario del fallecimiento de Juan Manuel Rozas, volvió a la actualidad un texto curioso e imprescindible de nuestra historiografía literaria que está en el origen mismo de la renovación y puesta al día de la poesía escrita en Extremadura o por extremeños.
Antes de entrar en detalles, conviene situarlo en su contexto: el II Congreso de Escritores Extremeños que tuvo lugar en Badajoz en abril de 1982 donde presentó el aludido Rozas su famosa “Ponencia consultada de la joven poesía extremeña”, verdadera carta de naturaleza de la citada transformación. Allí se vieron las caras, nunca mejor dicho, dos maneras muy distintas de entender el hecho cultural y las tensiones, por eso, se hicieron evidentes.
Aquellos eran, sin duda, otros tiempos. Con la democracia recién estrenada, entre el intento de golpe de Estado de Tejero y las primeras elecciones generales ganadas por el PSOE de Felipe González, en los prolegómenos de la nueva España de las Autonomías (la nuestra entre ellas, cuyo Estatuto es del 83), los jóvenes de entonces vivíamos casi todo con una pasión inusitada. No era para menos. Más si éstos estaban seducidos por la cultura como era el caso de los reunidos en la ciudad fronteriza en torno, entre otros, al admirado catedrático de
Veo como si fuera ahora a Felipe Núñez, nuestro airado y genial poeta, enfurecido por las lindezas que a modo de patéticas puyas lanzaban desde la tribuna los gerifaltes de la vieja guardia, redactando con un rotulador rojo el “Manifiesto palmario, horrible, pero necesario, contra el arte rupestre del siglo XX en el oeste de España”.
Como es tan corto, copio los cinco puntos de que constaba: “1) El artista, o así, no está obligado a otro compromiso que el que contrae con su propia obra. 2) No está obligado a otro idioma que su propia lengua poderosa. 3) Es libre de "conectar" con la vida, recrearla u olvidarla. 4) Es libre de no asumir compromisos con coyunturas o así, socio-políticas, militares, numismáticas, etc. 5) Mientras las Instituciones y los Presuntos Prestigios estén en manos de quienes niegan las libertades antes expresadas, esta Tierra seguirá cubierta de oprobio.”
A continuación fue pasando de mano en mano hasta que un total de veintitrés presuntos escritores (y la novia de alguno de ellos) lo acabaron firmando. Ni son todos los que están ni están todos los que son, por recurrir a la gastada frase. Hay nombres ineludibles para comprender de forma cabal la literatura de estos últimos veinticinco años, la inmensa mayoría, y otros de los que, como es lógico, se puede prescindir.
Eso sí, a pesar de haberlo suscrito, y visto lo visto, algunos de los “abajo firmantes” han conservado una llamativa querencia por ese mundo cavernícola del que todos renegábamos en aquel tiempo. Una edad anterior, incluso, a la del maravilloso arte rupestre.
Al repasar punto por punto el Manifiesto, se me ocurren, a manera de balance, algunas conjeturas. Por ejemplo, que aunque el compromiso básico lo han establecido, como es natural, con su obra, la mayor parte de los escritores ha sabido hacerlo compatible con otra obligación moral: el desarrollo cultural de esta tierra, tan necesitada, ay, de esa batalla suplementaria. Que no ha habido mejor obligación que la de usar como “lengua poderosa” la materna, esto es, el español o castellano y no, como algunos nostálgicos soñaban, otras que ni siquiera existen. Que, en efecto, se ha elegido “conectar” o no con la vida, recrearla u olvidarla, si bien de esta generación quedarán muestras valiosas de un memorialismo hasta ahora poco valorado o desconocido, el mejor fruto de esa vinculación. Que ha habido libertad para elegir “compromisos con coyunturas o así socio-políticas” o de otro tipo y que se ha hecho con la debida independencia, sí, pero a sabiendas de que a la consecución de determinados fines sólo se llega de la mano de aquellos a quienes los ciudadanos eligen libremente como sus legítimos representantes. Que, por suerte, las Instituciones y los Prestigios que importan hace tiempo que dejaron de estar en manos de quienes niegan las libertades. Ya no estamos, sin duda, cubiertos de oprobio. Al contrario. Con todo, conviene recordarlo, siquiera sea para contrarrestar reincidentes discursos tan antediluvianos.
Fue una alegría recordar los viejos tiempos al lado de Luciano Feria, los hermanos José María y Miguel Ángel Lama, José Luis Bernal, Luis Sáez (un tierno adolescente en el 82), José Antonio Zambrano, Santiago Castelo, Ada Salas, Alonso Guerrero, Javier Pérez Walias, Diego Doncel y Agustín Villar. Una alegría tan palmaria como manifiesta.
12.5.06
Fisac
Siempre aprecié su valentía por enfrentarse al Opus Dei, al que perteneció y del que siempre renegó. Que su hija fuera una de nuestras primeras sinólogas tampoco es baladí.
El Cementerio revisitado
Ayer le comenté a Malama su entrada y, de paso, le dije que el verano pasado, una mañana temprano, camino de Yuste (donde se estaba celebrando un curso sobre Galán que coordinábamos Antonio Salvador y yo), entré en el Cementerio. Después, ya arriba, en la plataforma de la entrada del monasterio, mientras esperaba la llegada de los participantes, comencé a pergeñar un segundo poema sobre el lugar al que fui dando forma a lo largo del día. Eso sí, en rigor, uno no paró allí para hacer el poema. Como bien sabe el profesor Lama, es imposible (a mí al menos me lo resulta) ir a parte alguna para hacer un poema porque éste se hace donde quiere. Y cuando y como quiere, añado. Ya quisiera uno que las cosas fueran de otra manera. O no, porque ahí está la gracia.
Pujalte
Poesía y prosa
9.5.06
Los Machado
Susanna y la poesía
No oculto que lo más me agrada es que abunda en la reflexión sobre la poesía, tanto de la propia como de la ajena.
Que Seix Barral lo haya publicado dice mucho a favor de la "edición sí". No todo en Planeta va a ser "edición o no".
8.5.06
Carta de La Garrovilla
Tengo, desde hace tiempo, una gran confianza en este tipo de clubes. Creo en la bondad de sus planteamientos, tan sencillos como ambiciosos. Reunirse en torno a la lectura de libros y desde ahí, o sobre eso, establecer vínculos intelectuales y amistosos, por qué no, entre la gente es una de las mejores maneras que conozco de crecer en el ámbito personal y de desarrollar el social.
Conviene precisar cuanto antes que sus miembros suelen ser mujeres. No sólo porque muchas no trabajen fuera de casa (sobre todo en el medio rural) o porque sigan siendo quienes más se ven afectadas por el paro, también, o además, porque según todas las estadísticas son las que más leen. Por otra parte, también son más proclives a organizarse y, lo que es tanto o más importante, a perseverar en sus empeños.
El club de lectura de La Garrovilla está formado por más de veinte mujeres, con edades diferentes y con profesiones distintas. Cuenta con el apoyo de la Concejalía de Cultura y está coordinado por la bibliotecaria, Narcisa Pacheco, Sisi para todo el mundo, que demuestra que en su trabajo ya no basta con atender al público detrás de una mesa o un mostrador y mandar callar de vez en cuando; que el amor por los libros se demuestra fomentando la lectura y que ésta es la única forma de conseguir lectores para el futuro.
A pesar de que el número de integrantes del club le pareciera a uno incluso excesivo, alguien comentó que podría ser aún más numeroso porque había gente que no se había enterado. Por lo demás, su funcionamiento sigue las reglas básicas de este tipo de agrupaciones; a saber, primero se elige un buen libro (esto es, al principio, de capital importancia), luego cada cual lo lea a solas y, en fin, se dialoga en voz alta sobre él en un debate donde intervienen todos los miembros del club en igualdad de condiciones.
No hay forma más democrática de leer, sin duda. O, mejor, en una sociedad democrática no parece que haya un modo más adecuado de socializar la lectura y, de paso, como dije más arriba, de poner en comunicación, a través de ella, a los ciudadanos entre sí. Es verdad que no todo el mundo está dispuesto a compartir esa actividad, a dejarla salir de lo estrictamente privado. Uno lo comprende: la lectura no deja de ser un acto íntimo. Debe respetarse, por tanto, esta otra posibilidad. Como en todo, lo importante es poder elegir. Por eso, para que el ejercicio de la libertad sea efectivo, deberían darse las condiciones que facilitaran, a quienes quieran, leer en grupo y compartir sus experiencias lectoras. Eso se consigue desplegando a lo largo de toda la geografía regional clubes de lectura. Es algo que ya ha empezado a ocurrir aquí y en otras partes, y no hablo sólo de España. El invento no es nuevo. Eso sí, porque nuestra historia ha sido la que ha sido y no otra, nosotros hemos llegado a esta situación más tarde. Una dictadura, por hablar sólo de lo más cercano, es incompatible con este tipo de propuestas basadas, antes que nada, en las libertades de expresión y de reunión. Cada lectura que una persona hace de un libro es diferente de la que del mismo libro hace cualquier otra.
Para que los clubes de lectura se multipliquen no hacen falta grandes inversiones. (A sabiendas de que quienes abominan del intervencionismo de la administración son los primeros en exigir fondos públicos para todo.) Basta con que alguien se interese desde una biblioteca, una concejalía, un centro educativo, una asociación de madres y padres o desde cualquier otro colectivo en ponerlo en marcha. Pocas veces una inversión tan pequeña es susceptible de procurar mayores beneficios. Simples, sí, pero hondos. De los que van directos a la razón (para eso la lectura es la mejor capacidad del ser humano) y al corazón (porque los libros remiten a la vida).
Tras compartir café y pastelitos con las lectoras, uno salió de La Garrovilla no con el sentimiento de pesadez que presagiaba el cielo de tormenta que se cernía sobre el pueblo sino con el de levedad que sólo nos puede proporcionar la constatación de que por cosas tan comunes y maravillosas como éstas, 23 años después, estamos en el mejor camino. Por supuesto.
4.5.06
Buena vista
3.5.06
De un blog
GHB de nuevo
Libro de los márgenes
2.5.06
Primer aniversario
Me he expresado con total libertad, algo que no es fácil, y no han dejado de leerme unos cuantos visitantes y amigos.
Lo dice uno a menudo, gracias por estar ahí.