11.6.25
6.6.25
Dos reseñas recuperadas
Estas dos breves reseñas fueron escritas para que se publicaran en El Cultural. El tiempo ha ido pasando y... Ya sabemos que en los suplementos estas cosas pasan. Me duele, pero... Lo que no podía evitar era que aparecieran, siquiera aquí.
La de Sánchez-Ostiz (Pamplona, 1950) es una de las huidas más apasionantes de nuestra literatura. “Siempre en fuga”. Sin remedio, por destino (para tipos como él debió acuñarse el término “animal literario”), empezó esa escapada como poeta, lo que nunca ha dejado de ser: ni en sus poemas, ni en sus dietarios y crónicas, ni en sus novelas, ni en sus ensayos.
En 2000 reunió su poesía (édita e inédita) en La marca del cuadrante (Poesía 1979-1998), libro de libros al que han seguido Fingimientos y desarraigos, El piano de Hölderlin y Espuelas para qué os quiero, todos en Pamiela.
Recuerda el prologuista sus versos: “Escribir de una vez por todas una verdad, / una sola”. Por caro que cueste, como refleja la leyenda de este hombre rebelde, ajeno a modas, capillas y compadreos (léase “Manuel de instrucciones” o “En recuerdo de Léo Ferré”).
“Somos siempre nosotros la materia más genuina de los libros que escribimos”, dijo una vez, y eso se constata al leer esta poesía escrita “con verdad”. La lógica de un viajero a lo lejano (“y donde ser por fuerza un extranjero”) y de un paseante por lo cercano: montes y bosques del Valle de Baztán, el interior de la Ciudadela… “En el camino”. De un emboscado solitario ―un outsider― sin casa (de la vida) ni patria (“ser de ninguna parte”, como su Juan Sin Tierra, porque “No hay sino errancia”), aunque en búsqueda permanente, al que acompañan personajes interpuestos tan atrabiliarios como él: vagamundos, navegantes, aventureros, jugadores, exiliados, traidores… Alguien pendiente de “las palabras perdidas” que darán forma a su mundo. La única ciudad habitable, su lugar más propio. El que representa a la perfección este puñado de poemas que conforman una suerte de inventario esencial de su obra. “El poema ese refugio para tiempos oscuros”.
Recuerda el prologuista sus versos: “Escribir de una vez por todas una verdad, / una sola”. Por caro que cueste, como refleja la leyenda de este hombre rebelde, ajeno a modas, capillas y compadreos (léase “Manuel de instrucciones” o “En recuerdo de Léo Ferré”).
“Somos siempre nosotros la materia más genuina de los libros que escribimos”, dijo una vez, y eso se constata al leer esta poesía escrita “con verdad”. La lógica de un viajero a lo lejano (“y donde ser por fuerza un extranjero”) y de un paseante por lo cercano: montes y bosques del Valle de Baztán, el interior de la Ciudadela… “En el camino”. De un emboscado solitario ―un outsider― sin casa (de la vida) ni patria (“ser de ninguna parte”, como su Juan Sin Tierra, porque “No hay sino errancia”), aunque en búsqueda permanente, al que acompañan personajes interpuestos tan atrabiliarios como él: vagamundos, navegantes, aventureros, jugadores, exiliados, traidores… Alguien pendiente de “las palabras perdidas” que darán forma a su mundo. La única ciudad habitable, su lugar más propio. El que representa a la perfección este puñado de poemas que conforman una suerte de inventario esencial de su obra. “El poema ese refugio para tiempos oscuros”.
Geografía de la ventura (Antología)
Miguel Sánchez-Ostiz
Edición y prólogo de Alfredo Rodríguez
Bartleby Editores, Madrid, 2024. 171 páginas. 15,00 €
Miguel Sánchez-Ostiz
Edición y prólogo de Alfredo Rodríguez
Bartleby Editores, Madrid, 2024. 171 páginas. 15,00 €
De García Alonso (Pombriego, León, 1962) conocíamos su ópera prima Formas de seguir abrazando (publicado en Plasencia por Alcancía en 2016) y algunos poemas sueltos en antologías y revistas. Residió durante unos años en Extremadura y su vinculación a esa región ha hecho posible que la Editora Regional, que cumple 40 años, incluya este libro en su acreditado catálogo. En una edición preciosa, por cierto.
Digamos cuanto antes que se trata de un libro logrado. Del fruto, diría, de una vida. O eso parece. “A fuerza de rodar la piedra es redonda / la vida”, dice citando al portugués Faria. Y que “lo que antes mirabas ya no existe”, un verso de Campos Pámpano. Tras el “El equipaje” (la madre), a modo de preludio, “El tiempo”, “La palabra”, “Fracturas” y “El paisaje gastado”, secciones en que se divide la obra, más una coda.
En la primera, la memoria: de otras edades y ciudades (“Habitamos arquitecturas del azar”). “Pasó con asombro la vida / y ya es domingo, su tarde / nocturna y agotada. / Un espacio vacío”. Pesa en todo el libro la melancolía.
En la segunda, la propia poesía: “Bajo la niebla las palabras caminan / como peces sin memoria”. La pasión por nombrar. Una forma de ser. “Escribir / es el oficio de la angustia”, afirma. “Trabajo con palabras que suenan / a lugares olvidados”.
La tercera, los muertos. De la amistad o de la guerra: “Digo memoria y aparecen”. “Están ahí”.
En la cuarta, los páramos erosionados de Babia. Allí –“perdidos, siempre de paso”–, junto a los antepasados, trata de “Traducir la luz”. En un paisaje hermoso “de tan frío”.
Termina con la “memoria del viaje”: el que lleva a su familia y a él, hijo de la emigración, a otra parte. Con naturalidad, poesía verdadera.
José García Alonso
Editora Regional de Extremadura, Mérida, 2024. 104 páginas. 10 €
3.6.25
La aventura infinita de lo simple
Hace apenas dos años que Víctor Herrero de Miguel
(Salamanca, 1980), fraile franciscano, profesor de literatura bíblica y
ensayista, se dio a conocer como poeta. En este corto periodo de tiempo ha publicado
tres libros: La balanza, Lo que busca la abeja y Las
sílabas del cielo. Esa proximidad intensifica la armonía de estas entregas que
semejan partes de un mismo libro.
En plena coherencia con su credo religioso (esto es, moral),
escribe una poesía cercana, clara y directa. De la humildad y la sencillez. Leve,
diría. Franciscana, por encima de todo. De la pobreza, en su más noble y alto sentido:
“Vivir es aprender a despojarse / […] / y lentamente hacer /refugio luminoso la
intemperie”. Se inspira en la vida corriente. “Es bueno someterse a lo real”,
recuerda. Canta con naturalidad “la aventura infinita de lo simple”, “el
encanto sencillo de la vida”. Con amor: “Amar es caminar sobre las aguas”.
“Vuestro es el mundo: amad”. A todas las criaturas, humanas o no. Los pájaros,
por ejemplo, tan nombrados (de nuevo Francesco): estorninos, jilgueros, zorzales,
vencejos, alondras… Y las plantas y flores: un jardín son tres macetas y él,
“feliz con las manos en la tierra”.
Amor también a la madre, “esa luz compasiva”, a cuya
enfermedad y muerte dedicó por entero La balanza y aquí varios poemas
emocionantes: “Y tus ojos”, “En esos días”, “Más días”…
Compone cada uno (ese “don”) con las palabras justas. Es “el
que calla y contempla”. Quien “mira todo despacio”. Y espera. “Cuando hablo
sólo quiero / que quien me escuche sienta / la música temblando en la materia”.
“Qué extraña plenitud haber nacido”, proclama quien parece
empeñado en levantar “un himno vertical a la alegría”. Porque, y cita a Simone
Weil, “Es preciso haber tenido con el gozo la revelación de la realidad para encontrar
la realidad en el sufrimiento.”
Su poesía bien podría ser “la claridad abriéndose camino / y
delicadamente conquistando / el reino de las sombras”. Una bendición.
Víctor Herrero de Miguel
Pre-Textos, Valencia, 2025. 72 páginas. 14 €
NOTA: Esta reseña se ha publicado en EL CULTURAL.
Pruebas de vida
Amalia Bautista (Madrid, 1962) ha publicado los libros Cárcel
de amor, Cuéntamelo otra vez, Hilos de seda, Estoy
ausente, Pecados (con Alberto Porlán), Roto Madrid (con
fotografías de José del Río Mons), Falsa pimienta y Azul el agua.
Reunió su poesía en Tres deseos. A esta relación habría que sumar
varias antologías. Además, hay ediciones de sus obras en México y Portugal. Es
autora de Floricela, un libro de poesía infantil.
Tras el cierre de Libros Canto y Cuento, el poeta jerezano
José Mateos ha puesto en marcha, junto a dos amigos, otra colección: la
exquisita Pie de Página, que inaugura con este Invitación al viaje, un
libro donde se agrupan poemas antiguos e inéditos. La selección es del citado editor
y suya es la delicada viñeta de la cubierta.
Al releer, uno anota evidencias: la línea clara (al fondo,
Luis Alberto de Cuenca, un maestro), la ironía y el sentido del humor, la
dicción clásica y la métrica impecable que se mide con el ritmo envolvente de
los endecasílabos, lo cotidiano (“Cuéntamelo otra vez”) y la realidad por
encima del realismo (léase “Galatea”), los finales sorprendentes y paradójicos
(“Una vida responsable”, “Las adelfas”), las hijas (“Los pies”, “Eco”), la
sencillez y, por qué no, la humildad (“Flores Áster”), tan paradigmático.
Mateos se ha centrado en el amor, un tema recurrente: “Sobre
el Cantar de los Cantares” (“Porque es fuerte el amor como la muerte”, y “como
la vida”), “Invitación al viaje”, “El puente”, “Ida y vuelta”, etc. Un amor
natural, diría, nada afectado, como esta poética. De la sensualidad: “Gula”.
No falta la angustia (“¿Hasta cuándo?”) y la soledad
(“sentirse sola, sola, siempre sola”): “Pobre Amalia, / tan fría y racional en
apariencia, / pero tan vulnerable corazón adentro”. Ni falta su poema más
conocido, el emocionante “Al cabo”.
Amalia Bautista
Pie de Página, Jerez, 2025. 80 páginas. 17,00 €
NOTA: Este reseña se ha publicado en EL CULTURAL.
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