31.10.06
Montale por Morábito
Maltrato escolar
30.10.06
Bendita Naturaleza
Plácidos
De nuevo Curtis
29.10.06
Babel en Yuste
Ecos de sociedad
28.10.06
Más Mérida
Además del momento entrañable en el que el premiado se declara (por teléfono) "profesional de los premios", me dicen que lo mejor de la velada fue la declaración del alcalde dando a entender que no volverá a presentarse como candidato en las próximas elecciones.
No noticia
26.10.06
Bento, el traductor
A partir del año próximo un premio de traducción hispano-portugués llevará el nombre de Bento. En cada convocatoria cambiará el idioma y así se irán turnando libros que vienen del portugués al español con los que van del español al portugués.
Ahora que van a cumplirse veinte años de la fundación de la revista Espacio/Espaço escrito, después del agua portuguesa que ha caído benéficamente sobre la literatura de Extremadura durante estas dos décadas, resulta coherente esta nueva vuelta de tuerca a un proceso de incesante acercamiento que ha borrado para siempre la raya que secularmente nos separaba.
De arquitectura
P. ¿La muestra no refleja la arquitectura española actual?
R. Refleja la arquitectura como objeto de consumo. Claro que tiene relación con el problema mundial de las marcas. Si un alcalde provinciano quiere tener reconocimiento mediático, hace como una bodega: piensa en la arquitectura como vía publicitaria. Yo puedo entender que un edificio de Gehry reciba atención internacional inmediata. Pero no debemos olvidar que eso es sólo una parte de lo que la arquitectura puede ser. Si consideras toda la arquitectura como una valla publicitaria tienes un problema como comisario. O todos, como sociedad. ¿Por qué teniendo a gente que ha sabido digerir la historia como Moneo o Navarro Baldeweg, España quiere apostar por el espectáculo?
25.10.06
Jerte
24.10.06
Ciudadano
Gregorio Peces-Barba
23.10.06
Impromptu
en los Llanos de Cáceres.
La lluvia ha transformado
en praderas los páramos.
22.10.06
En La Isla
21.10.06
De política
Lvov
Esta ciudad (antes) polaca (de Ucrania ahora) me persigue. Ayer compré Mi Lvov de Josef Wittlin (de la preciosa colección Cosmópolis de Pre-Textos) y hoy me encuentro con la agradable sorpresa de que Zagajewski, el poeta de Lvov, presenta en Barcelona (precisamente en Kosmópolis) su nuevo libro: Dos ciudades (en Acantilado). Estupenda la entrevista que firma Jacinto Antón en El País.
19.10.06
Libreros
Sí, y libreras, por supuesto, que en ese plural están unos y otras incluidos, como nos enseñaron de pequeños en los primeros rudimentos de gramática, por más que los usos de lo políticamente correcto se empeñen, con una insistencia que a veces raya en lo ridículo, en querernos demostrar lo contrario.
Libreros, decía, una profesión difícil ahora y siempre, más en un país, España, tan reticente a la lectura. Heroica en esta tierra, Extremadura, donde esa reticencia ha trocado en resistencia hasta tiempos recientes, los que llevamos de autonomía, cuando al fin han podido efectuar políticas de desarrollo cultural y, por tanto, libresco.
A pesar de los pesares, que han sido viejos y muchos, los libreros no han dejado de estar ahí y los letraheridos, en directo o en diferido, a las claras o por la puerta de atrás, hemos ido consiguiendo nuestro extraño propósito de leer libros y hemos seguido entrando a las librerías con un gesto no por repetido menos ritual, casi solemne, a la busca no ya del tiempo perdido sino del tiempo por venir, que de la memoria del futuro hablan sobre todo los libros, base y señal de cualquier sociedad con un mínimo de respeto por sí misma.
Dice el informado Julián Rodríguez que una ciudad de cuarenta mil habitantes ha de tener al menos una librería importante. La mía, que acaba de rebasar oficialmente esa cifra, está en ello. Librerías hay varias; de referencia, no tantas. Se da ahora en Plasencia una doble circunstancia. Feliz, por una parte, y, por la otra, triste. Si empezamos por ésta, la más conocida cierra. “Cervantes”, que así se llama todavía, está en proceso de liquidación. Cuesta creerlo. Han sido tantos años pasando por ella. Primero, de niño, en la calle del Sol, luego en la Plaza Mayor y, por fin, en los dos locales que ha ocupado en la calle Pedro Isidro. Tantos los libros fundamentales que uno ha ido comprando allí. Tantas las horas de merodeo entre aquellas estanterías. Eso por no hablar de los inolvidables ratos de conversación que uno ha mantenido en la planta alta con otros lectores; viajeros (como el citado Julián, Juanvi Piqueras o Irene Sánchez Carrón) o estables (como Gonzalo Hidalgo, mi interlocutor más fiel). Todo esto es ya “sombra de la memoria” y, como diría José Emilio Pacheco, será pronto “materia del olvido”. Por si acaso, uno ha dejado en algunos de sus libros un rastro, no sé si de piedrecitas blancas o de migas de pan, para volver a ese reino perdido de los libros, que está en el centro de mi educación sentimental, donde de ser algo uno fue, sobre todo, feliz; algo que siempre agradeceré a Enrique de la Calle, su dueño.
En esa librería se ha formado Álvaro Hurtado, que abre hoy una nueva librería en Plasencia. Le acompaña en la aventura Rocío, que también trabajaba allí. Como no podía ser de otra manera, porque vienen de “Cervantes” y porque celebran, como todos, el cuarto centenario de la publicación de El Quijote, le han puesto ese nombre. Está donde siempre estuvo “Arenas”, en la céntrica y populosa calle del Sol.
La adaptación al nuevo espacio no será difícil. El local es amplio y la decoración bonita. Además, lo que más nos importa a los que frecuentamos estos sitios no es precisamente eso. ¿Hay algo más estrecho, incómodo y hasta peligroso (lectores con vértigo abstenerse) que la sección de poesía de La Casa del Libro de Madrid? ¿No es angustioso el sótano de la misma sección en la “Cervantes” salmantina? Habiendo libros…
El sábado pasado, por ejemplo, entré por primera vez en una librería famosa de Madrid. Famosa no por lo grande que es, ni por lo conocida, ni siquiera por pertenecer a una gran cadena, sino por haber aparecido en una novela del afamado Javier Marías. Me refiero a “Méndez”. He oído a mi amigo Gonzalo hablar muchas veces de ella. No en vano pasa por ser uno de sus refugios madrileños. Empezó frecuentando su puesto en la Cuesta de Moyano y recala desde hace años en este cómodo local a dos pasos de Sol (un nombre que nos persigue). No me extraña: es una librería como pocas y eso que uno ya ha visitado unas cuantas.
Lo único que deseo es que ni el voluble mercado ni la desaparición del libro de papel que anuncian los agoreros acaben con esos lugares hechos para la felicidad y el conocimiento; que no son, para algunos, sino la misma cosa. Que uno pueda seguir visitando, entrando y saliendo, con libro o sin él, que eso forma parte de su gracia, en librerías de Plasencia, Cáceres, Mérida, Badajoz y cualquier otra parte, porque ésa es una de las pocas maneras que conozco de seguir sintiéndome en casa esté donde esté.
Palacio de Congresos
Para ser una fecha histórica, la verdad es que no había mucho personal en el acto. Normal, a esas horas... Con todo, el ingenuo que soy ha echado de menos la presencia de (siquiera) un concejal de la oposición. Cómo no van a estar desprestigiados nuestros políticos. ¡Qué pueblo éste!
DVD
11.10.06
Una palabra
9.10.06
Carta de Sevilla
El expotren se detenía en un andén de la mediática (por tomatera) estación de Santa Justa. Lucía bonito. Mucho mejor que la primera vez que le vimos Alberto y yo en los calurosos talleres de Renfe. Estaba, en fin, muy cerca del lugar del que salió.
Los viajeros veían encantados de Córdoba. Y de la visita sorpresa de la ministra de Cultura. Todo un detalle.
Da gusto comprobar que a la gente le sigue gustando. Da igual de dónde sea. Buena señal.
Al volver, me he detenido en el Puerta del Sol de Monesterio. Qué raro comer solo en un sitio donde siempre he estado en compañía. Sí, esa parada viene siendo desde hace años obligatoria. Bien lo merece.
5.10.06
Carta de Valencia
Aproveché un rato entre la ida y la vuelta (todo en menos de 48 horas) para pasear por el centro de la ciudad. Hacía calor, un húmedo bochorno, pero mereció la pena. Un libro, unos detalles para los que se quedaron en casa... Desde el hotel (el mismo, ya es casualidad, en el que estuvimos Yolanda y yo hace dos años) pude comprobar cómo sigue creciendo la futurible Ciudad de las Artes y las Ciencias. Gustos aparte, impresiona. Como impresiona el silencio en una habitación de paso cuando cae la noche y uno está, ay, irremediablemente solo.