2.5.24
Un ir hacia
28.4.24
25 de abril en Plasencia
Ahora que acabamos de
celebrar el 25 de abril conviene resaltar la figura de Portugal y su unión con Extremadura
con quien a veces solo la separa un pequeño puente como el de El Marco que
cuelga sobre el arroyo Abrilongo delimitando las fronteras de Badajoz y
Arronches. Y en otras, esa raya se hace aún más imperceptible como sucede en el
campo de las letras. De esto último se ha encargado durante los últimos veinte
años la Editora Regional de Extremadura al poner en marcha la serie Letras
Portuguesas como culminación del mandato estatutario de hacer presente la
literatura del país vecino en el panorama editorial extremeño.
A las iniciales coediciones
con Calambur de textos de José Bento (Algunas sílabas), Jorge de Sena (Antología
poética), Manuel de Freitas (El cielo de occidente), Eugénio de
Andrade (Los surcos de la sed), Antero de Quental (Sonetos) o
João Miguel Fernandes (Verano del ochenta y tres) se unieron textos de
producción propia de autores como Neves o Antunes Simões que han dado paso a un
catálogo de literatura, humanidades y estudios sociales de un valor incalculable.
En este contexto surgió Letras
Portuguesas que, de manera trasversal, toca a muchas colecciones ofreciendo un catálogo
amplio de la literatura portuguesa y en portugués con nombres de la talla de
José Luis Peixoto (Te me moriste), Gonçalo M. Tavares (Enciclopedia I),
José Gil (Portugal, hoy: el miedo de existir), Eduardo Lourenço (La
muerte de Colón. Metamorfosis y fin de Occidente como mito), Teolinda
Gersão (Los Ángeles), Florbela Espanca (Charneca en flor) o
António Cândido Franco (Viaje a Pascoaes), traducidos por Ana Márquez,
María Jesús Fernández García, Fernando Rodrigues, Luis Alfonso Limpo y Antonio
Sáez Delgado quien junto a Luis Marina, Amador Palacios y José Ángel Cilleruelo,
participan en las ediciones bilingües de la colección Poesía y que hacen que las
voces de Ruy Ventura (El lugar, la imagen), Fernando Pinto do Amaral (Exactamente
mi vida), Eduardo Pitta (¿Y si todo de repente?), Nuno Júdice (Navegación
sin rumbo), Rui Knopfli (El país de los otros), Fátima Maldonado (Sentada
frente al precipicio), Alberto da Costa e Silva (Fragmento para un
réquiem) o Miguel Torga (Los primeros poemas para el Diário Odas) se
tornen versos de sonoridad dual.
La presencia portuguesa también
se manifiesta en los números —ya va por trece— de la revista Literaturas
Ibéricas Suroeste, en coedición con la Fundación Godofredo Ortega Muñoz,
heredera de la histórica Espacio/Espaço escrito, que anualmente reporta escritos
de lo más granado de uno y otro lado de la mítica raya.
Portugal también se deja
notar en Del otro lado, en el que Ana Olivera nos lleva de la mano por
el país vecino en un texto que es al tiempo libro de viajes, diario personal y
cuaderno de a bordo de cualquier vida. Otro ejemplo de la impronta lusitana en
el catálogo es La frontera que nunca existió, de Alonso de la Torre, que
inauguró con gran éxito la colección Editora de Bolsillo.
Anteriormente nos hemos referido a Espacio/Espaço escrito la revista que cofundaran Álvaro Valverde, Diego Doncel y Ángel Campos Pámpano y me quiero detener en este último para citarle con la coedición de La ciudad blanca como también hacemos con Pequeña antología de poetas portugueses, de Enrique Díez-Canedo. No podemos olvidar Lisboa, del placentino Javier Morales Ortiz, publicado en La Gaveta y los más recientes: Portugal, diez siglos de historia, de Fernando Cortés Cortés, reeditado en la colección Estudio y el poemario Tabaquería, de Juan Manuel Barrado, en el que el poeta de Huertas de Ánimas homenajea la poesía de Fernando Pessoa asomándose a esa ventana que el recordado Julián Rodríguez cinceló con su buril para que el lector mirase al mundo y a sí mismo.
En la web del periódico.
26.4.24
El regreso de Álvaro García
20.4.24
Ayer, en la presentación de "Emboscados"
Fotografía de Francisco Javier Antón |
Fotografías de José Antonio Fernández Merchán |
13.4.24
La elegante melancolía
12.4.24
Lecturas
7.4.24
El don de nombrar
3.4.24
Brecht: poeta en los tiempos oscuros
Si una antología de su obra poética exige más de ochocientas páginas (mil quinientas ocupa su poesía completa), está de más dudar de su variedad, tanto de tema como de tono. El cambio para él, explica GT, era “la sustancia misma de la vida”.
Por otra parte, y al hilo del interrogante del editor, habría que añadir a la cuestión otra variable, en torno a la recepción de su poesía en España. La de un “desconocido”, indicaba Miguel Sáenz en 1998. La de alguien de quien sólo se conoce un poema que, para colmo, no es suyo.
Si repasamos la bibliografía que GT cita, destacaremos las aportaciones de López Pacheco y Romano (Alianza, 1968), las de Forés, Munárriz y Talens (Hiperión, 1998) y Poemas del lugar y la circunstancia, de Muñoz Millanes (Pre-Textos, 2003) que fue, por cierto, la que a uno le reconcilió con una poética que hasta ese momento había rehuido. Porque la política era, precisamente, hasta entonces la línea marcada por quienes presentaban (en pleno tránsito a la democracia, no se olvide) sus versos en español. “Están cambiando los tiempos”, cantaba Luis Pastor. Y Bob Dylan, incondicional de Brecht.
Sin embargo, esta magna empresa que comentamos es otra y puede ofrecer al lector, esta vez sí, una visión de conjunto lo suficientemente amplia como para calibrar con rigor el alcance de la poesía del alemán, que fue, sin duda, un poeta genuino. Por voluntad propia, cabe añadir. A pesar de que para el público es, más que nada, un conocido dramaturgo, el sagaz, polémico crítico Reich-Ranicki lo dejó claro: “quedará de Bertolt Brecht ante todo la lírica”. Es probable.
“De circunstancia”, la califica su editor, pues la usó a modo de diario (lo que no obsta para que muchos poemas estén interpretados por un personaje poético, real o no, que es y no es él mismo) y vertió en ella, no siempre con la exigible excelencia, cuanto pasó por su intensa vida y, cómo no, por su privilegiada cabeza: vivencia y pensamiento. Eso sí, con “frialdad”, previo rechazo del sentimentalismo y de cualquier vestigio romántico ya que su pretensión era “aunar lo racional y lo emocional”. Villon fue su poeta preferido (léase “Sobre François Villon”).
Subraya también GT su modernidad, que basa en su rechazo de la poesía alemana de su época (expresionismo mediante) y de los maestros, Rilke el primero. Brecht no distingue entre baja y alta cultura, otro rasgo tal vez de postnovedad. A uno le parece que, aparte de por su inesquivable toque irónico, donde mejor se aprecia es en su defensa de lo urbano, entendiendo por tal lo que no es naturaleza (si acaso jardines) y sí ciudades y fábricas y obreros y mercado y publicidad y prisa, mucha prisa: “Yo, Bertolt Brecht, arrojado a las ciudades de asfalto / Desde los negros bosques, dentro de mi madre, hace tiempo”. Según Benjamin, fue “el primer lírico importante que tiene algo que decir acerca del hombre de la ciudad”. Moderno, además, por su provocador afán de malditismo y marginalidad. Y por ser antibelicista en pleno siglo XX, al tiempo que un conspicuo prosoviético.
El editor organiza la antología (de la que ha sido copartícipe quien la ha cuidado: Jordi Doce), cronológicamente, en cinco partes: “Primeros poemas (1916-1925)”, “Los años berlineses (1925-1933)”, “Primeros años de exilio (1933-1938)”, “Los años de la guerra (1939-1945)” y “El regreso (1945-1956)”. En cada sección, poemas de sus libros (por orden de aparición) Canciones para guitarra de Bert Brecht y sus amigos, Salmos, Devocionario del hogar, Sonetos de Augsburgo, Del libro de lectura para habitantes de las ciudades, Sonetos, Sonetos ingleses, Poemas chinos, Estudios, Poemas de Svendborg, Colección Steffin, Elegías de Hollywood, Poemas en el exilio, Canciones para niños, Elegías de Buckow y poemas de La venta de latón.
Y ahí, numerosas canciones y baladas (de raíz plebeya y aire medieval, no pocas fueron a parar a sus obras dramáticas: Baal, Madre Coraje y sus hijos…), poemas de amor como “Recuerdo de María A.” (y eróticos y pornográficos), políticos (un ejemplo: “Balada del consentimiento”), pacifistas (“Leyenda del soldado muerto”), hermosas versiones de otros escritos por poetas chinos, contra Hitler (“pintor de brocha gorda”), sobre exiliados, emigrantes y desterrados (fugitivos y supervivientes como él), sobre lugares (donde mejor se aprecia su faceta, digamos, diarística), sobre el teatro (“Sobre el teatro cotidiano”, “El atrezo de la Weigel”…), su ateísmo (a pesar de que su libro favorito era La Biblia), las mujeres (un asunto que, por su presunta misoginia, le señala como objetivo de la cultura de la cancelación)…
Hombre de teatro (“para fumadores”, esto es, para el pueblo llano), el habla estaba en el centro de sus preocupaciones como escritor comprometido. La asociaba al gesto (Gestus, que GT analiza). En busca de la naturalidad, algo tan poco teatral. Prefería el “habla cotidiana”. En los mejores momentos, brilla en sus poemas un “tono seco”, esa precisa concisión que caracteriza a lo epigramático, tan de su gusto.
Es posible que Brecht sea un poeta de antología. Que haya en ingente obra poética piezas prescindibles. Lo que sí sé después de leer este libro (notas incluidas) es que fue autor de un puñado de poemas imprescindibles (“De todas las obras”, “La emigración de los poetas”, “La época de mi riqueza”, “Visita a los poetas desterrados”, “Garden in progress”, “Placeres”…) que justifican este regreso a la actualidad por encima de sus ideas y de las modas.
Sólo una pega cabe poner a la impecable traducción de Gómez Toré: que las canciones, no pocas cercanas a nuestros romances de ciego, rimadas, pierden en español la sonoridad del original. Pero mantener eso era casi imposible, aunque se aprecie, no obstante, en las canciones infantiles que la muestra recoge.
A modo de poética, este par de versos: “Y siempre creí que las palabras más sencillas / Deberían bastar”.
Bertolt Brecht
Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2023. 816 páginas. 33 €
2.4.24
La Editora Regional, cuarenta años después
30.3.24
La Editora Regional de Extremadura: un milagro de 40 años
24.3.24
Por derecho
Una sutil melancolía flota sobre la atmósfera de un libro donde el poeta habla de sí y de los otros.
Se abre con “Poética”: “porque cada jornada lo es de incertidumbre / y el porvenir asusta (…) quiero dejar constancia de lo bello que he visto, / de sentimientos nobles y manos que se abren / con su verdad de ofrenda, sin engaño ni usura”. “Que verdad y belleza no queden sin decirse”.
Lo autobiográfico (el “ego”) está presente en “Poeta menor”, “Helada en sazón” (la juventud), “Síndrome de Estocolmo (la infancia) o “The storage dealer”. Lo civil e histórico (la “otredad”), en “Hombre masa”, “A un soldado de la Generación Perdida”, “20 de marzo de 2003: Ibarrola, kánpora”, “Alfonso X” o “Zeitgeist”.
El amor, en “Prehistoria sentimental”, “Primer amor” y “Rima”. Lo religioso, en “Oración por los que no creen” y “Reinterpretación de cinco pasajes del Génesis”.
Porque ”la claridad es don”, el lenguaje es rico y preciso, propio del clásico que anticipa Juaristi. Porque ha leído, el libro está lleno de referencias y juegos literarios. De lecturas y monólogos dramáticos. En “Tríptico de Astorga” (los Panero), “Fray Luis de León, 1590”, “Cuatro Rubaiyat”, "Quevedo", “13 de febrero de 1837”, las traducciones de Dickinson y Blanco-White... Qué gran comienzo.