25.7.14

Por vacaciones

© Bartleby & Company
Como todos los años por estas fechas, cerramos este rincón hasta el mes de septiembre. 
Supongo que los lectores y el autor lo necesitan. Además, quien más y quien menos está a otras cosas. 
Con mis mejores deseos, Á.

24.7.14

1965

A Circle in the Andes. Richard Long
Félix de Azúa conversó largo y tendido con Blanca Berasátegui para El Cultural el año pasado y dimos cuenta aquí de aquella interesante entrevista. En concreto, en torno al coraje que se necesita en el mundo del arte y a sus opiniones sobre la poesía.
Releo la entrevista y apunto algo que no anoté entonces: "Esa idea de la modernidad de Baudelaire, que puedes sustituirlo por Cézanne, o por Schönberg, se terminó en 1965. Y empezó la posmodernidad, algo insuficiente, simplemente post, pero que es muy interesante en algunos aspectos. Empieza con las primeras performaces, con los primeros ejemplos del Land art. Richard Long decide hacer un camino en los Andes, y le hace una foto. Y esa foto que llamó Walking line es la obra de arte. Eso es posmodernidad. Posmodernidad quiere decir desaparición del objeto. Y la aparición del concepto. Un arte puramente intelectual, con una apariencia que a veces hace reír a la gente, pero que es el arte más superintelectual que ha existido. Creo que sus razones son profundas, que es un movimiento muy poderoso, que hay que revisar. A veces, enormemente poético, pero, claro, no produce obra, y eso desanima mucho a la gente. Para alguien como yo, que tiene mucho interés teórico por el arte, es fascinante. Es un movimiento tan extraordinario, tan raro, iba a decir tan antidemocrático..."

23.7.14

El único libro

Manuel Neila (Hervás, 1950) fue uno de tantos extremeños que, como ahora, tienen que marcharse de su tierra para abrirse camino en la vida, por eso su infancia y juventud transcurrió en Asturias, donde estudió Filología Románica (en la Universidad de Oviedo).
Como poeta, su primer libro se tituló Clamor de lo incesante (1978). Poco después fue incluido por el crítico José Luis García Martín (extremeño en Asturias también, editor de esa ópera prima) en la singular antología Las voces y los ecos (1980).
Más tarde vinieron: Pasos perdidos (1980), Estancias (1986), El transeúnte (1990), Una mirada (1996) y Cantos de frontera (2000), que, como nos informa Neila, “permanecían inéditos, total o parcialmente, hasta que vieron la luz en Huésped de la vida (Gijón, Llibros del Pexe), su poesía reunida entre 1980 y 2005”.
Otros libros suyos son: El silencio roto (1998), Las palabras y los días (2000), la edición bilingüe de Cantos de frontera (2003), cuya versión francesa corre a cargo de Michelle Serre, Puntos de vista (ensayos, artículos y notas publicados en 2003 en la colección Ensayo Literario de la Editora Regional) y  el volumen de aforismos Pensamientos de intemperie, publicado también por la editorial Renacimiento en 2012.
Ha traducido a Montaigne (Páginas escogidas), Baudelaire (Las flores del mal y El spleen de París), Nerval y Haroldo de Campos, entre otros. También ha editado a Nietzsche (aforismos), Machado (del que recopiló sentencias y donaires), José García Vela (Hogares humildes, su obra poética) y Lezama Lima (una antología del poeta cubano precedida de un prólogo esclarecedor).
No debemos omitir su condición de estudioso y crítico literario, labor que desarrolla, en los últimos tiempos, para las revistas Clarín, Turia, Quimera y Cuadernos Hispanoamericanos.
Ahora aparece con el número 67 de la acreditada colección a rayas (en feliz idea de Marie-Christine del Castillo) de la sevillana Renacimiento, El camino original [Antología poética, 1980-2012] con prólogo de Luis Alberto de Cuenca.
Los poemas que lo integran pertenecen a los libros que se mencionaron antes; total o parcialmente incorporados. Además, se muestran en la antología varias composiciones del libro de poemas en prosa El sol que sigue (2005), incluido también en Huésped de la vida; las “menos prescindibles o, en todo caso, más representativas”, precisa Neila.
Se adelantan poemas de Al norte del futuro, “una suerte de obra poética abierta, compuesta de proverbios y cantares; además de otra serie de poemas inéditos, recogida en la sección postrera de El camino original, que formaran parte de un libro venidero”, explica el autor en la “Nota bibliográfica” que aparece al final del volumen.
El florilegio sigue en la lista a El viaje de la luz, del alicantino Antonio Moreno, y precede a Montaña al sudoeste, de Antonio Cabrera, lo que da una idea, al menos para el lector avisado, de la importancia de que la poesía de Neila pase a formar parte de esa suerte de canon de la poesía contemporánea en español (tanto española como hispanoamericana) que la colección Antologías -gobernada por el poeta y editor Abelardo Linares- representa.
Equidistante de la «antología personal» y la «poesía reunida», por voluntad del poeta, El camino original agrupa, sí, un puñado de poemas escritos en poco más de tres décadas. Los que el autor ha decidido que merecen ser salvados.
Aunque, como se ha dicho, García Martín  incluyera a Neila en su antología Las voces y los ecos (que vino a demostrar que no era novísimo todo lo que lucía ni venecianismo cuanto campeaba), el de Hervás ha sido un poeta, digamos, sin grupo o generación, uno de tantos que caminan en solitario sin atender otra ley que la de su propia poética y la de su necesidad de decir. Mejor.
Porque Neila tiene voz propia, no ha requerido de pamemas para abrirse paso, poco a poco, en el panorama patrio. Por eso, a los lectores atentos de este país, a la inmensa minoría, no le ha pasado desapercibida su obra, que con esta antología, todo hay que decirlo, se abre un hueco mayor y le da una visibilidad que hasta ahora no había tenido, más que nada porque las meritorias y aun benéficas editoriales en las que ha publicado (Júcar, Llibros del Pexe…) carecían de ese plus de publicidad que tienen tres o cuatro en nuestro patio de vecinos lírico.
“Poeta cauteloso”, leemos en la solapa del libro (exigente, diría uno), sin prisas, yendo a lo que importa, también lo es “casi secreto”, como leemos allí, por más que esto sea común a la inmensa mayoría de vates que por aquí pululamos. Nada nuevo. Para nuevos, sus versos, virtud de la poesía cuando de verdad lo es.
Digamos cuanto antes que los poemas de Neila pertenecen a la estirpe de los que buscan en la palabra esencialidad y, por paradójico que parezca, silencio, la música callada de la que tanto se ha hablado por estos lares. Y eso no puede compaginarse con la fabricación de libros al buen tuntún y la sobreexposición pública a la que aspiran numerosos poetas.
Luis Alberto de Cuenca, con la sutileza que le caracteriza, indica en su breve pero enjundioso prólogo que “Manuel Neila recuerda a Juan Ramón Jiménez en lo que se refiere a la obsesión, compartida por ambos, de ofrecer a la posteridad un libro único que los reúna a todos y que de fe de su visión poética del mundo. En el caso de Neila, El camino original es ese libro”.
Esa voluntad de “libro único” se manifiesta, según creo, en detalles tan significativos como el de poner delante de los respectivos títulos de las obras que lo componen un número romano que señala que son partes de un todo.
Si bien encontramos en los primeros libros un gusto por la palabra que a veces induce a cierto preciosismo, la poesía de Neila se caracteriza, ya se dijo, por su fundamento, donde la palabra justa y el vocabulario esencial lo es todo. No hay rebuscamiento o barroco en estos versos que aspiran a nombrar, ante todo, las “pequeñas cosas” (un tema reiterado). “Ese hombre celebra las pequeñas cosas”, escribe en un verso. La luz (siempre presente), un paisaje, un recuerdo, tal o cual escena, eso que nos asalta a cada paso en medio de la vida cotidiana suele ser la materia de la que está hecha esta lírica que participa acaso más de lo celebratorio que de lo elegiaco, por más que la melancolía, otra forma de la poesía, según Stevens, sea indeleble marca de la casa. Junto a la soledad, otro tema insoslayable.
Poesía del pensamiento, de preguntas, en la mejor tradición española de lo meditativo que tan bien definió Valente. Con su vertiente fenomenológica, eso sí, porque la mirada, la visión, aquí lo es todo.
Su tono tiende al clasicismo, poco importa que este sea occidental (Grecia, Roma), castellano (los poetas del Siglo de Oro) o de Oriente. Lo experimental, esa cohetería vanguardista que tanto gusta a algunos lectores, brilla aquí por su inexistencia. Y uno lo agradece.
¿Sus autores de cabecera? Los deja caer por las citas del libro. Antonio Machado, por ejemplo, JRJ, Rilke, Eugénio de Andrade, Novalis y, por añadidura, los románticos alemanes e ingleses, y los poetas orientales y, cómo no, Borges (no mencionado, pero también ahí, en “Epitafio”: “He sido muchas cosas, / como todos los hombres, / y la noche, y la muerte, y las estrellas.”)
Por el tono discursivo que a veces adopta su poesía, propio de esa poesía de la meditación a que me he referido antes, por su cercanía a la naturaleza y al paseo, poemas como los que componen “Una mirada” me recuerdan a Claudio Rodríguez.
Y ya que lo menciono, la voluntad de claridad es otra constante. En la línea, pongamos por caso, de un Eloy Sánchez Rosillo, compañero de antología y de promoción (en Las voces y los ecos); una claridad que poco (o nada) tiene que ver con la simpleza, con lo anecdótico, eso que tanto se llevó en temporadas pasadas. Y que conste que aquí experiencia no falta. Al revés.
También abunda la concisión, marca de la poesía, es cierto, pero que en algunos autores se agudiza. La economía verbal le conduce al uso del poema breve o muy breve (haikus y tankas) y es fácil intuir que comulga con otra de sus pasiones: el aforismo, esa afilada manera de decir más con menos.
Poesía del “yo” que, sin embargo, usa con frecuencia el “tú” cernudiano, el del que habla consigo mismo a debida distancia.
Poesía del viaje, de alguien que se considera un “transeúnte”: “He sido el transeúnte…” Por eso, “Cantos de frontera”.
Viajes a distintas partes del mundo (Grecia, Inglaterra, India, Alemania...) y de regreso a un lugar muy especial: su tierra de nacimiento: Hervás, Ambroz, Valdeamor, Pinajarro… La infancia, otra de los asuntos reiterados en el libro, donde esos lugares de la memoria aparecen nombrados y evocados largamente.
“No eres el pasado que regresa; / eres, sí, lo real que permanece.”
Poesía de la delicadeza, como esos poemas breves dedicados al pintor Ramón Gaya. Se podría decir que los versos de Neila son a la poesía lo que la acuarela a la pintura, por parafrasear a María Antonia Ortega.
Pura transparencia: fragilidad. Tal la vida. Esa “ausente” que él retrata a la perfección en uno de los mejores poemas del conjunto.
Al leer la parte final, la de los inéditos, comprobamos que el camino de Neila, el “original” (mencionado en un poema de igual título y aun en otro anterior de idéntico rótulo: “Sabemos de donde  viene / el camino original. / Y enseguida adivinamos / a donde irá a parar”), sigue “a la intemperie”, cada vez más esencial y delgado, sustentado en versos cortos y poemas breves, aforismos casi. Con excepciones, los dos “Autorretratos”, por ejemplo. Cercano a la emoción, que no puede separarse en poesía del pensamiento tal y como Unamuno dejó dicho; así, en el poema que dedica a su hermano Félix, muerto a traición y prematuramente.
A estas alturas de mi vida, como lector, sólo exijo en un libro verdad. Que sea de verdad y que se note su pequeña verdad, no queremos otra. La de alguien que nos da “la medida de un hombre” (o de una mujer, si fuera el caso), por decirlo con Vinyoli. Y eso es lo que uno ha encontrado en los versos de Manuel Neila. Basta y sobra; más, si como sucede, esa humilde verdad se transmite de una manera tan poética, en el mejor y más pleno sentido.

Esta reseña apareció en el número 768 de la revista Cuadernos Hispanoamericanos bajo el título "El único libro (La poesía de Manuel Neila)"

21.7.14

Por alusiones

JMSM: En una entrevista a Álvaro Valverde en la misma Rick’s Magazine reconocía que, en su periodo como editor, decidió, al igual que había abierto una línea de edición con Portugal, abrir una con Colombia. Usted, “bien informado”, le sugería nombres, ¿cuáles fueron?
AMF: Letras Americanas fue una idea muy ambiciosa que yo le propuse a Álvaro Valverde cuando era director de la ERE. Una idea, valga decir, que los dos teníamos en la cabeza y que fue madurando en cada uno paralelamente. Si existía una línea portuguesa, debería existir una línea ultramarina, pensaba Álvaro, que ya tenía contacto frecuente y cercano con escritores hispanoamericanos desde hacía muchos años, como el guatemalteco Luis Eduardo Rivera, por ejemplo. Era lógico y esperable que en algún momento tenía que cuajar un proyecto como éste, por las relaciones históricas de Extremadura con América. Y cuajó en buena hora por la sabia intuición de Álvaro y su buen hacer editorial, que además supo seguir estupendamente su sucesor Luis Sáez.
¡Ay!, pero es una lástima que no la hayan continuado, por esas cosas de la crisis y por los recortes subvenidos. Y yo no sé si también por voluntad política del actual gobierno de Extremadura, que si es así, sería lamentable. La cultura es, y siempre será, nuestro mejor avío, el mejor embajador de Extremadura al otro lado del charco. Y ya se sabe el buen nombre que da y cuán rentable es el uso subsidiario de la cultura en la economía.

P: Hasta dónde se extendía aquel proyecto, aquella idea… 
R: La idea propuesta era que se publicaran inicialmente autores de los países que tuvieran una mayor tradición en sus relaciones históricas con Extremadura: México, Perú, Chile, Colombia, Cuba, Venezuela, Ecuador, por ejemplo. Serían anualmente tres o cuatro libros en la colección a crear, de autores reconocidos y contrastados en sus países, pero poco conocidos en España, y no vinculados, por otra parte, a las grandes editoriales comerciales. Dado mi conocimiento y cercanía con la literatura de aquellos países, cuando tocamos el tema, le propuse a Álvaro que empezáramos con Colombia, por razones lógicas. Y así fue como yo le serví de puente a él para entrar en contacto con escritores de aquel país que cumplieran con esas características. Yo les explicaba a ellos el proyecto, la seriedad y alcance del mismo y los invitaba a que le enviaran al director de la Editora su currículum y la propuesta de libro a publicar que, de todas maneras, debería pasar por el muy exigente filtro del comité evaluador de la entidad. Varios premios nacionales de literatura de Colombia se apuntaron a la idea como Orlando Mejía, Octavio Escobar, Adalberto Agudelo o Jaime Echeverri. Algunos de los que no creyeron, después de publicados los dos primeros libros y ver la pulcritud y calidad editorial de la colección, lamentaron profundamente no haber aceptado la invitación.

P: ¿Y cómo fue lo de Transmutaciones?
R: Luis Sáez, relevó de Valverde en la Editora, supo valorar en su justa dimensión el proyecto y decidió seguir con él, a pesar de los recortes que ya se avecinaban. Propuso que nos metiéramos con una antología de literatura colombiana contemporánea, pero no al uso, ya que esta se la jugaría con un autor por género: novela, cuento, novela corta, ensayo y poesía. Hecha esta selección, vio que era necesaria una nota introductoria, me propuso que la hiciera yo por claras razones, y lo que iba a ser sólo un par de páginas de contextualización del proyecto, terminó siendo todo un ensayo sobre la literatura actual de aquel país. Lo de Transmutaciones fue un grandísimo acierto. El libro tuvo bastante éxito, llegando a ser considerado por el Portal del Instituto Cervantes como el libro de la Semana, se presentó en un montón de sitios de España y Colombia, incluida Casa América y la Feria Internacional del Libro de Bogotá y La Vanguardia de Barcelona dijo de él en octubre de 2010 que “Transmutaciones es la más importante muestra sobre la literatura colombiana actual publicada en libro en los últimos años en España y confirma la valía de una generación de escritores claramente posicionados en la vanguardia de la literatura patria desde hace algunos años y los consagra internacionalmente”.
Uno hubiera querido seguir con Venezuela, Ecuador, Perú y México, ya que había iniciado contacto con gentes de esos países, pero… hasta ahí llegó la cosa. Hubo cambio de gobierno y cambio de políticas, y ya está. Adiós a ese maravilloso proyecto.

(...)

P: Hace algunas semanas Álvaro Valverde tenía palabras muy duras para la actual situación de la Editora Regional de Extremadura, en tanto que la que fuera casa de Landero, Javier Cercas o Bayal, estaba en un estado lamentable… ¿A quién mirar o a quién culpar?
R: Suscribo las palabras de Valverde casi en su totalidad. La pregunta que uno se haría es, ¿hay una política cultural coherente, firme y motivada en Extremadura en la actualidad? ¿Se puede hacer cultura con esos recortes económicos y de medios tan bárbaros que se han hecho? Dudo que un director sin recursos pueda hacer mucha cosa. Me parece que hay más pantalla que acción efectiva de parte de este Gobierno y que sus prioridades no van precisamente enfocados a lograr o mantener siquiera un decente Estado de Bienestar donde la educación y la cultura, aparte de la sanidad, sean parte efectiva de la acción gubernamental.

De la entrevista realizada por José Manuel Sánchez Moro a Antonio María Flórez para Ricks Magazine.

20.7.14

Catálogo razonado

La Fundación Godofredo Ortega Muñoz publica en su página web el Catálogo razonado (Volúmen 1 y Volúmen 2) de la obra del pintor extremeño (San Vicente de Alcántara, 1899). La autora ha sido Isabel García García, doctora en Historia del Arte y profesora titular de la Universidad Complutense de Madrid. 
La coordinación general ha corrido a cargo de Antonio Franco, que junto a Granada Plaza, encargada de la coordinación técnica, y Clemente Lapuerta, sobrino del memorable paisajista y responsable de la documentación, conforman el núcleo de la mencionada, ejemplar fundación. 
Desde este rincón nos felicitamos de la salida a escena de esta fiesta para los ojos y para el alma. Más para quienes admiramos la pintura de Ortega Muñoz y, de paso, nos sentimos extremeños. 

19.7.14

Un ejemplo

"¡Qué poco crédito han tenido aquí la mesura, la tolerancia, el sosiego! La razón, ¡de qué poco ha servido! ¡Cuánto fascina el ruido y la pólvora, inseparables! ¡Qué pocos liberales ha tenido este país o qué silenciosos han sido, o qué silenciados! Pero vamos a dejarlo aquí, para no sumarnos al deporte nacional ni a quienes, tras la guerra, trataron de sepultar en la misma fosa común a JRJ, Azaña, Unamuno, Madariaga, Castillejo, Jiménez Fraud, por no citar a los hoy ya hipercitados Morla, Chaves o Campoamor." 
Andrés Trapiello, de "Ortega, malgré tout", palabras de presentación de la biografía de Ortega escrita por Jordi Gracia que, por cierto, tengo entre manos.

18.7.14

En busca de la luz

La veterana Hiperión ha coeditado al mismo tiempo tres libros con la mexicana Universidad Autónoma de Nuevo León, en Monterrey, que dan inicio a una nueva colección: Tálamo, de Margarita Minerva Villarreal; Las edades felices, de Margarito Cuéllar; y Final de diluvio, de Juan Domingo Argüelles. Los tres llevan prólogos de reconocidos poetas españoles: Luis García Montero, Luis Alberto de Cuenca y Eloy Sánchez Rosillo, respectivamente. El poeta murciano se ocupa de presentar Final de diluvio. Juan Domingo Argüelles nació en Chetumal (Quintana Roo) en 1958 y además de ser un poeta con importante premios en su haber (los Nacionales Efraín Huerta y Gilberto Owen y el de Aguascalientes), es un conocido especialista en el fomento de la lectura.
Rosillo se lamenta de la “pésima comunicación” que sigue existiendo entre la poesía de ambos lados del Atlántico (lo que a uno siempre le recuerda a Shaw: “una lengua común nos separa”), recalca que este es el mejor libro de Argüelles y explica que su poesía es “nítida y llena de naturalidad”. No miente. La cita inicial, de Claudio Rodríguez, abre un camino hacia la claridad que no decae en ningún momento.
La celebración de la infancia (“cuando yo era feliz sin preguntarme cómo”, “Lo que recuerda el hombre al final de su edad / es al niño que fue, absorto en el asombro”, “Lo que todos quisieran es volver  a la infancia”) y la adolescencia (“Este que ya no es joven escribe estas palabras / que a sus espaldas lee un ser que ya se fue”), situadas en la “tierra nativa” (Hölderlin), dan buena cuenta de una intención: la de cantar la vida desde su lado positivo. Argüelles cae pocas veces en lo elegiaco y lo melancólico, algo en lo que coincide con la última poesía de Rosillo. Como la de éste, la suya es una poesía llena de pájaros, que busca y exalta la luz, dos metáforas a la que podemos sumar otra: la del mar.
Más allá, y en este mismo sentido celebratorio, Argüelles dedica numerosos poemas a su mujer: Rosy (por ejemplo, “Declaración inocente pero necesaria”), a sus hijos: Claudina y Juan, a sus hermanos (vivos o no), a sus amigos, etc.
Una de las partes del libro, “Puentes de la palabra”, homenajea a sus maestros: Paz, Huerta, Sabines, Bonifaz Nuño, Padilla…
En idéntico tono hemos de entender los versos dedicados a la ranchera, el bolero, la cumbia…
La reflexión sobre el hecho de escribir es otra constante. Eso le lleva a afirmar que “las palabras que escribes / no las eliges tú: ellas llegan, se instalan / como toda verdad”. Palabras que son necesarias “para poder nombrar lo que se va”, algo que no deja de ser una misión básica de la poesía. Pero también declara: “Que el dolor y la desolación / no hagan sombrío el poema”. En “Las ventanas” (otra metáfora) aboga por “orientar su sentido/ hacia la claridad”. “El que escribe el poema”, dice, “busca de la luz”. “Que el aire del idioma / dulcifique y serene nuestra voz”, añade.
“Sujeta la retórica y amordázala”, dijo Verlaine, aunque él, en “De la retórica”, reconozca que “Lo que nos quedó fue literatura / para el pobre estudio de los profesores”. “Pero de todos modos no hay manera / de dejarlo de hacer. Y éste es el punto”, matiza.
“No vivo por la poesía. / Ni siquiera podría decir que vivo para ella. / Pero, a veces, sólo gracias a ella puedo vivir”, concluye.
No falta en este libro la ironía (en “Lápida con nombre ilegible”, “Lápida vecina” o “Medio siglo y un mes (autorretrato)”) ni la denuncia (“Carta a Javier Sicilia: “Hoy todos nos llamamos Javier Sicilia / y todos nuestros hijos se llaman Juan”).
En conjunto, estamos ante una obra luminosa que demuestra lo importante que resulta elevar la voz por encima de la derrota y el abatimiento. En estos tiempos sombríos hacen falta poetas así. 

17.7.14

Justicia poética

No sé si es casualidad, pero desde la aparición de la antología Sentados o de pie. 9 poetas en su sitio, de Antonio Piedra, son varios los poetas allí incluidos que vuelven a las andadas poéticas y dan a la imprenta nuevo libro. Ha sido el caso de Luis Santana y de Luis Ángel Lobato. Se incorpora también Javier Dámaso, que publica La Edad de Hierro (2002-2013) en la bonita Colección Cortalaire de la Fundación Jorge Guillén, la misma en la que vio la luz aquel acertado florilegio. 
Javier Dámaso (Valladolid, 1964) es el nombre literario de Dámaso Javier Vicente Blanco, profesor de Derecho Internacional de la Universidad de Valladolid. Agitador cultural en su juventud, la tarea docente (y las consiguientes tiranías sociales y profesionales del mundo académico) le ha mantenido en una suerte de clandestinidad, alejado de la poesía en su vertiente pública, lo que no significa, ya se ve, que haya dejado de escribir. Su bibliografía poética es exigua y, si nos atenemos a la que aparece en la citada antología, ha permanecido hasta ahora inédita. De ahí la importancia de esta salida a escena (el teatro es otra de su pasiones) que no parece en absoluto la de un novato; o la de un inédito de larga duración, como hace al caso. 
En "Sin tregua" agrupa JD un puñado de poemas fechados en 2003 que anticipan de manera clarividente la actualidad. Si no fuera por esas fechas a pie de versos... "Disidencia y derrota" se titula el primero, que se abre con: "Nada de lo que vive encaja en un molde", casi un lema del conjunto, magnífico comienzo, declaración de intenciones o programa que, ya digo, marca, "en la frontera de la incertidumbre", el rumbo del libro. Allí leemos: "El impulso singular que te mueve es / la ira ante la injusticia". Ya Piedra en el prólogo de su obra nos advertía con lucidez que Dámaso "abriga el sueño nobilísimo (...) de servir al ciudadano una utopía universal: una justicia sin adjetivos a través de la poesía". La apreciación, sí, es certera y este libro no viene sino a demostrarlo. 
"No hay vuelta atrás", nos dice, y: "Cada fracaso es sólo el anticipo de nuestra ruina".
Poesía civil, en el más hondo sentido, de héroes, los menos, y vencidos, los más. Y dos poemas visuales, con palabras, que remiten a otra vocación de JD: la experimental, aquí representada con este par de muestras.
En "Dices amor" se agradece el tono nada almibarado, donde lo amoroso surge con naturalidad, sin alardes, cercano a lo que importa.
"Carretera de los naufragios" se inicia con "Oasis en San Baudelio", un precioso poema ("No sé / si hay Dios / pero hay remanso") que uno agradece como amante de esos lugares retirados y de la meditación. O "Somos", otra muestra de las pretensiones civiles de la poesía de Dámaso. 
"Córdoba, lejana y sola" pertenece a otra corriente central del libro, la del poema de viajes. Esta es la Córdoba argentina y aparecen referencias a otros sitios, de Cabo Verde, por ejemplo: "Bahía das Gatas", Sevilla o Düsseldorf. 
Y hay poemas históricos: "Si me hablas de Omar" y "La muerte de Arturo".
"El instante supremo" se inicia con un poema estupendo donde se juega con los idiomas: la libre circulación de pessoas (personas en portugués) le permite convocar a Fernando Pessoa y su drama "em gente". 
No falta el humor en "Periódico, amor y preservativos", "Presentación de un libro de poemas" e "Insubordinación de poetas" (a propósito de las lecturas poéticas) que concluye: "Gente de poco orden, / los poetas.")
"Caballos en la noche" nos traslada a la memoria. La infancia, sus progenitores (es memorable el poema "Cuando te sobran los días", centrado en la muerte del padre: "Con la muerte / no sabemos qué hacer"), Riaño (donde estuvo el mío en un campamento del Frente de Juventudes y donde Dámaso protestó, años después, por culpa de la construcción del embalse, cercano al del Porma de Benet)... Destacaría también el poema "Laberinto", uno de los más conseguidos del libro. 
Concluye JD su camino con "Conversaciones con Erich Fried", el poeta austriaco (en respuesta, se nos explica, a su Saludo alemán a España, de 1977), donde se imponen la reflexión acerca de las penurias de este tiempo: la inercia, la inactividad, la falta de democracia real... Recuerdo otra vez las palabras de Antonio Piedra y aludo de nuevo a esa vocación  inquebrantable de Javier Dámaso por la justicia. Desde la cátedra y desde los versos. Gracias. 

16.7.14

Dos libros de Martín Gijón

Ya se dijo hace poco que Mario Martín Gijón era un hombre trabajador y buena prueba de ello, y de su capacidad para manejarse en diferentes géneros, son estos dos nuevos libros que acaba de publicar. 
El primero, un ensayo, ganó el Premio Arturo Barea de la Diputación de Badajoz, que edita su veterano Servicio de Publicaciones, y lleva por título La Resistencia franco-española (1936-1950). Una historia compartida. Una frase impulsa la investigación histórica: "En ningún país se vivió como en Francia la guerra de España." Dedicado al que fuera su profesor y amigo, Gregorio Torres Nebrera, el exhaustivo análisis del docente de la Universidad de Extremadura nos permite conocer un periodo capital de nuestra historia común; la de dos países vecinos que salieron de dos guerras, una civil y otra mundial, de manera muy distinta.
El segundo nada tiene que ver con el ensayo, si bien, teniendo en cuenta su manera de proceder, podría ser calificado, en cierto sentido, por el lado experimental, como ensayístico. Es un volumen de poesía, Tratado de entrañeza, y hace el nº 47 de la colección el levitador de la editorial Polibea. Con prólogo, claro está, del crítico, traductor y poeta canario Rafael-José Díaz cualquier intento de explicación de esos poemas por mi parte está condenado de antemano al fracaso. Esta poesía, ya se dijo, radicalmente experimental, basada en el juego de palabras (que, diría, en sentido estricto, tiene de todo menos de juego), sólo se revela leyéndola. Con la paciencia y la atención que la compleja operación requiere, cabe añadir. Un colega y sin embargo amigo, Eduardo Moga, sí lo ha conseguido y a su reseña remito.
Las más de quinientas páginas del primero y las escasas cincuentaytantas del segundo darán para unos cuantos días de ocio vacacional. Eso sí, ninguno es para llevárselo a la piscina. No estamos ante lecturas de las de pasar el rato. 

15.7.14

La luna en la punta de la lengua

El premio "Arcipreste de Hita" (Pre-Textos-Ayuntamiento de Alcalá la Real) ha dado nombres y libros importantes a nuestra poesía reciente. De autores como Antonio Moreno, Jaime García-Máiquez, Gabriel Insausti, Vicente Luis Mora, Daniel Casado, Luis Artigue, Juan Vico...
Descubro ahora la poesía de Adolfo González (Avilés, 1982), que ganó ese certamen el pasado año con La luna en la punta de la lengua
El jurado estaba presidido por Vicente Gallego que, visto lo visto, tiene razón al afirmar en su informe final que "no es habitual encontrarse en un premio con un libro tan cumplido (...), un libro en el que se dan cita la clarividencia poética y la sabiduría vital en luminosa armonía, y todo ello refrescado con unas gotas de buen humor". Desde luego, ese tribunal poético acertó. Como acierta Gallego con sus palabras a la hora de describir el libro. 
A uno le ha sorprendido el buen hacer estilístico -con poemas muy breves, perfectamente trabados-, la originalidad de su apuesta -que desconcierta al primer golpe-, y, como destacaba el maestro valenciano, el fino sentido del humor que González gasta. Basta comprobar cómo tituló sus libros anteriores: Cabra, Matasellos, Un surtido, El gorrión pasa página con el pico y Música, religión y gimnasia, de los cuales conozco los dos últimos, de 2012, muy en la línea de lo que leemos en éste.
Me da que este hombre sabe lo que quiere y que se esfuerza, tras el aparente jajaja, por conseguirlo. Que nadie se equivoque, Adolfo González es un poeta serio, en el buen sentido, que trae bajo el brazo un libro digno de ser leído. 

Syntaxis en La Provincia


















Este texto apareció, como se ve, el pasado día 27 de junio en el diario canario La Provincia. Forma parte de un especial sobre el treinta aniversario de la creación de la revista Syntaxis, que incluye una entrevista con el que fuera su director, Andrés Sánchez Robayna.

14.7.14

La poesía de Fabián Casas

Es argentino, bonaerense del 65. Seix Barral, que siempre ha tenido una pulsión lírica (basta recordar que ahí leímos Punto cero, de Valente, o a Cervantes, Auster, Alberti y Gelman), publica Horla City y otros, su poesía reunida desde 1990. Cinco libros y el que da título a la obra, inédito hasta ahora. La fajita roja con elogios ("Fabián Casas es un genio", dijo de él Fogwill) resulta extraña en un volumen de poesía y uno, ay, recela de la cadena de laudatorias frases hechas que, a falta de espacio en la tira de papel, se enumeran en la solapa posterior. 
Para uno, empecemos por ahí, Casas era un desconocido. Para genio, el que conozca a todos los poetas de la tierra. Sólo argentinos... La lectura, sin embargo, me ha quitado de encima los señalados prejuicios y no se puede negar que estamos ante los versos de un poeta que merece ser leído, lo diga Ignacio Echevarría (otro de los panegiristas) o su porquero. 
Sus poemas son, por decirlo resumidamente, breves, claros y realistas, narrativos y sugerentes. Su poesía, urbana, pesimista y amarga, certera, parca... Hay ironía y crudeza. "Todo lo que se pudre forma una familia", leemos. Pongo en duda que lo suyo sea "divertido", como dicen en la editorial. "Original y brillante" no sé lo que es. Naturalidad no le falta y al leerlo suponemos facilidad para la escritura, inmediatez, aunque sepamos que eso bien pudiera ser un recurso literario como otro cualquiera. Más aún: uno entiende que el mayor peligro de esta forma de decir es su excesiva sencillez, a veces. De ahí a lo anecdótico media un paso. Con todo, no estamos ante un poeta impulsivo o salvaje. Las referencias a obras y autores es notable (de Stevens a Eliot, de Dylan Thomas a Montale) y sus maneras son modernas, sí, y cultas. A mí me recuerdan a la antipoesía de Parra, por ejemplo. En todo caso, la suya es una línea clara consolidada en todos los países hispanoamericanos desde hace mucho. Y aquí en España, por supuesto. La que denominaron realismo sucio. Uno de sus rasgos, amén del vocabulario gastado, la abundancia de anglicismos.
Acerca de sus ideas sobre ella hay dos excelentes poemas titulados "Apuntes para una posible poética" (uno y dos) en Horla City, y, por tanto, recientes. A pesar de eso, nada más elocuente para comprender el alcance de su propuesta y a qué público va dirigida que lo que leemos en el poema "Prefacio", el que abre su libro El spleen de Boedo: "Si todavía existen los lectores de poesía que no / escriben poesía, se los dedico a ellos".
Su padre y su madre (prematuramente muerta) están muy presentes en sus primeros libros. "No tenemos la culpa de ser herederos / del mismo crimen", escribe. Lo amoroso se desliza con sutileza por todas partes. 
La melancolía acecha: "Pero yo nunca fui muy dotado para ser feliz". Tampoco falta, cómo, el fútbol ("Cancha rayada") en una poesía que se quiere cercana y del pueblo, diríamos, apegada a sentimientos y situaciones del barrio (Boedo) y de la calle. Siempre, por usar un verso suyo, "sobre el ruido de fondo de la muerte". 
Son muchos los versos que he ido subrayando y los poemas que he anotado por su sobresaliente calidad: "Me detengo frente a la barrera", "A mitad de la noche", "Después de un largo viaje", "Mientras me lavo la cara", "Desierto", "Tratando de sepultar", "Despertarte", Reunión en Guayaquil" (un poema que hará las delicias de Aramburu), "Ezeiza", "Costumbres", "En el vidrio", "Deseos", "Los olímpicos" o "El soldador", dos de los más certeros. 
A uno le da la impresión, una vez leída la obra al completo, que está dotada de una gran unidad. Sobran, diría, los títulos de los sucesivos libros pues que a uno solo, único y personal, parecen pertenecer todos los poemas que lo componen. Tan potentes su tono y su voz.
Al final del volumen se incluye un texto, a modo de poética, titulado "La voz extraña". Casas, además de mostrar sus dotes narrativas, nos explica que detrás de él está esa "voz extraña" -misteriosa, indefinible- que en rigor le ayuda a escribirlos. "Ese diálogo construye el mundo en el que vivimos", anota. Y vuelve a reiterar lo que ya dijo en un verso, que "el escritor debe ir siempre en contra de su habilidad". También que le molesta que se asocie la literatura a la mentira, que el Espíritu sopla donde quiere, que "la Voz Extraña le toca a cualquiera" y que "hay que buscar el equilibrio, no la inteligencia". 
Bien está, pues, que Seix Barral haya vuelto a desenterrar su hacha de guerra poética y nos haya presentado a Fabián Casas, poeta. Los lectores le estamos, cómo no, muy agradecidos. Que no decaiga. 

13.7.14

Barrero en tinta china

Hilario Barrero, neoyorkino de Toledo (1946), publica Tinta china. Noventa y nueve haikus en Cuadernos de Salima, de Cylea Editores. El libro, cuidado con esmero, lleva dibujos del autor y un capítulo de dedicatorias que da fe de la generosidad de Barrero y de su don para la amistad. Uno, agraciado con una de ellas, no puede sin embargo dejar de decir que estamos ante una serie de poemas que se justifican por lo que son y no meros productos, como suele ocurrir, de esa moda orientalizante tan aprovechada en los talleres literarios. 
"Poética", se titula el primero: 

Que el verso sea
como una doble llave
abriendo heridas.

Las calles de Nueva York y los recuerdos de Toledo, la literatura y la pintura, el amor y los viajes son algunos de los recurrentes temas que frecuentan estos delicados versos dignos de una sensibilidad abierta y cosmopolita. 

12.7.14

John Berger, poeta

Decía hace poco que cada libro llega al lector cuando él quiere. Cada libro o cada obra. Leí hace tiempo a John Berger (Londres, 1926). En 2003 se publicó en Visor una antología bajo el título Páginas de la herida en traducción de Pilar Vázquez, Nacho Fernández R. y José Mª Parreño, que son los responsables de verter de nuevo al español los versos del autor de Una vez en Europa. Poesía (Círculo de Bellas Artes), a secas, se titula ahora lo que podría ser su poesía reunida, desde 1955 hasta 2008. Y, como se dijo, los poemas han sido revisados y las traducciones, firmadas a tres manos sin distingos, nuevas al fin y al cabo. Digo nuevas y eso es lo que a uno le han parecido. No reconozco las que leí. No tanto por los cambios, que serán circunstanciales, sino porque entonces esa poesía me dejó frío, casi indiferente. Bah, debió decirse uno, los versos de un novelista. Sin embargo el martes, en la sala de espera, mientras escuchaba como ruido de fondo el torno del dentista, que reparaba el diente de mi madre, y la televisión, que daba cuenta de los violentos sucesos de Estepa, las palabras de Berger, cada uno de sus poemas, entraron en mí por primera vez, ahora sí, y los aprecié y comprendí como lo que son: alta, verdadera poesía; poco importa de quién, si narrador o poeta, porque, insisto, son pura y simple poesía. Nada menos.
"Al contrario de lo que nos enseñan en la escuela, siempre he pensado que la palabra "poeta" se describe una cualidad que incluye, entre otras cosas, el valor y la sinceridad. Por eso no me parece apropiado autocalifiarse "poeta". Decir "soy poeta" equivale un poco a decir "soy inolvidable" o soy "sincero". Mejor decir que juzguen los otros. El lector y sólo el lector puede confirmar si un poema y un poeta, poeta. esta convicción, o más bien obsesión, me impidió publicar, un libro de poemas, pues obviamente con ello me estaría autoproclamando poeta", dejó escrito Berger y en la "Nota a esta edición" se vuelven a repetir, de forma parecida, esas certeras palabras. Y ya que lo menciono, parte de la culpa de que a uno le haya gustado tanto este libro habrá que atribuírsela a la preciosa pero limpia y sencilla edición (a cargo de Jordi Doce, Nacho Fernández y Carolina del Olmo) que incluye como regalo un cedé con los poemas de Berger leídos por él mismo. ¡Qué voz!

Casualidades... poéticas

Que pasara ayer por Plasencia Giovanni Scarabello con su amiga Marinella, italiana como él, de Como y del norte, pero que habla español con un acento andaluz tan digno de elogio como el extremeño que él gasta, y un ejemplar de su Tesi di Laurea Magistrale en la mochila, que me entregó de manera sencilla pero solemne bajo la escalera al aire del Convento de Santo Domingo o San Vicente. Dentro, un puñado de versos que han mejorado en su espléndida traducción. Y unas fotografías que dan fe de su pasión por esta tierra. Pasamos juntos apenas unas horas que terminaron en la estación (como se ve), camino, ellos dos, de su querida Cáceres. 

Que Carolina Gil Ávila, la única mujer del grupo de jóvenes placentinos que leyó aquí atrás en La Puerta de Tannhäuser, sea hija de Santi, mi frutero de cabecera, orgulloso de ser el padre de una chica que va a estudiar Filología en Cáceres y quiere ser escritora. 

Que Antonio Deltoro, a quien Patricia Sibila pasó un enlace con este rincón, estuviera leyendo Plasencias en un ejemplar que le había prestado Fabio Morábito.

11.7.14

El Carso de Slataper

Se van a cumplir 100 años de la muerte, en la Cuarta Batalla de Isonzo, de Scipio Slataper, nacido en Triste en 1888, autor de Mi Carso, una novela de la que había oído hablar a Claudio Magris (autor del prólogo), triestino como aquél, pero a la que uno ha llegado, como casi todos aquí, gracias al artículo "El joven Slataper", de Enrique Vila-Matas, publicado en El País el pasado mes de febrero. No ha sido el único, es cierto, como se puede comprobar en la página dedicada por la editorial al libro.
Como bien dice el escritor barcelonés, "lo edita la debutante Ardicia (en una preciosa edición, añado) y la traducción de Pepa Linares refleja a la perfección la extrema belleza de la prosa". El resto de su reseña es también elocuente por lo que poco puede uno añadir a lo allí dicho. En lo personal, sí, pocas veces ha visto uno reflejada mejor la "triestinidad", lo que es en realidad Mi Carso, "el particularismo triestino", que diría Fabio Cusin, el espíritu, en fin, de esa ciudad literaria y mítica por la que siento antigua veneración. Austriaca cuando nació Slataper; italiana, a su manera, luego; y europea, en el más hondo sentido, siempre. Más allá de esto, me ha impactado esta breve y anticipatoria obra maestra que, vuelvo a V-M, participa de varios géneros, pero que es en mi modesta opinión, sobre todo, poesía. "Yo soy poeta", dice en un momento el narrador, y no me extraña. A ese rango, el poético, ya digo, en su más alto y noble sentido, pertenece Mi Carso o bajo esa inspiración uno la ha leído. Y con qué placer.

10.7.14

Galán se inclina al envés

Julio César Galán (Cáceres,1978) ha sido lector de español en la Universidad de Argel, profesor visitante en las de Castelo Branco e Islas Baleares y, como tantos españoles obligados a emigrar, va camino de Texas. Es autor de El ocaso de la auroraTres veces luz y Márgenes, y acaba de publicar Inclinación al envés en una preciosa colección de Pre-Textos, "El pájaro solitario", una de las pocas (recuerdo hace años Lumen y Adonais) que aún editan libros intonsos. Diría que ese es el primer trabajo gustoso que le cabe al lector ante esta obra que hay que ganarse, digámoslo cuanto antes, a pulso. Del prólogo que nadie espere códigos que faciliten el camino, la lectura. Más bien lo entiendo como un ejercicio literario autónomo, digno de ser tomado como lo que parece: un experimental texto al margen donde, sí, se atisba un irónico retrato del autor ("Julio César Galán fue ya en su tiempo un poeta raro. Jugaba a hacerse el escurridizo, a fingir identidades y autorías.") y un humorístico estado de la cuestión poética, pues, según Juan Andrés García Román, "actualmente, la poesía es un recurso estilístico de la novela". 
Como bien dice el prologuista (que ya nunca falta), JCG ha publicado dos libros jugando con los heterónimos: Gajo de sol, de Luis Yarza y ¿Baile de cerezas o polen germinando?, de Pablo Gaudet. "Y es que padezco -¿no lo he dicho?- de una otredad incurable", leemos en las "Notas" que incluye el pequeño volumen que comentamos. "Ayer mismo estaba leyendo a Julio César Galán -continúa- y me he transformado en su libro; soy un libro desusado y crítico; aleteo, apunto a un más allá metafísico, unido a la creación." Antes, en la página anterior, escribe: "Soy Inclinación al envés, libro de poesía que gira en torno a lo invisible y trata de hacerlo visible. Que expresa -por decirlo rápido- la forma del vacío, que es indecible, y nos la devuelve convertida en ruptura e imprevisibilidad. Soy, por tanto, un texto tan transparente como opaco. Tan expresivo como deconstruido y obtuso (Barthes)."
Entre el delirante prólogo y el libro en sí, que consta de tres "rondas", JCG coloca una "Nota bio-filológica" de donde podemos colegir que los poemas -"textos pajareros"- están escritos entre 2004 y 2013, que forma parte de una trilogía: Acorde para las aguas madres (al que pertenecen, además de éste, los citados Tres veces luz y Márgenes), que agradece a sus editores (los mencionados pretextos en coedición con la Editora Regional de Extremadura) la oportunidad y, en fin, que "en el fondo de cada poema reposan los orígenes de los mismos" y cita a su pareja, a su hijo y a sus progenitores. Del mismo modo, aclara el significado de algunos símbolos que pueblan sus páginas.
En "Después del cisne", leemos: "Los muertos que arrastramos / [aquellos que tuvieron nuestra voz / y aquellos que confundimos / con nuestra máscara, / comprenden nuestra inclinación / al envés, / nuestro gusto por saborear márgenes, / nuestra nube solar sin tiempo."
Sí, tras los elocuentes epígrafes de Gracia Armendáriz, Zurita y Blake, comienza lo importante. Pero de eso tendrá que dar cuenta cada lector. Ese es un trayecto que ha de hacerse en solitario. 

9.7.14

Mujeres en Norbania

Me llega a casa el número 5 de la revista cacereña Norbania, dirigida por Jesús M. Gómez y Flores, esta vez con un formato más amplio y un mayor despliegue de medios a favor de una doble causa: presenta relatos, obra gráfica y poemas de cuarenta mujeres y "una parte de lo que se obtenga por su venta se destinará a la ayuda a las víctimas de la deleznable violencia machista cuyas funestas estadísticas soliviantan periódicamente los cimientos de nuestra convivencia." El director sabe de lo que habla, por su trabajo como juez. 
De lo leído en este reducto independiente, que no es ni mucho menos todo, me quedo con los poemas inéditos de Ada Salas, María José Flores (cuyas poéticas tanto se parecen) y Emilia Oliva, o con los recuperados de Irene Sánchez Carrón (no se cansa uno de leer "De senectute"), Ana María Reviriego, Efi Cubero o Carmen Hernández Zurbano. De los relatos poco puedo decir porque están aún por leer, salvo alguno ya conocido, como el "Gormiti" de Pilar Galán. 
Da gusto perder el rato, en el veraniego sentido, leyendo estos textos y viendo estas ilustraciones. Un número redondo, en fin, donde casi nada sobra. 

En el blog de Víctor Jara

© Carlos Santiago
La periodista salmantina Charo Ruano publica en el blog de la librería Víctor Jara una entrevista que me hizo hace unos días. Agradecido. 

8.7.14

La voz de Anedda

Antonella Anedda (Roma, 1955) ya había publicado en España tres libros, según el ISBN: Noches de paz occidental (2001), Cuatro estaciones (2002) y Residencias invernales (2005). De éste, publicado por Igitur, di breve noticia en el blog al poco de empezar a publicarse. No llegué a contar más, como prometía, porque lo hojeo ahora y no encuentro subrayado por ninguna parte. Señal inequívoca de que no llegué a leerlo. La poesía tiene esos misterios: llega o no. O, mejor, llega cuando ella quiere. Y en esta ocasión sí ha llegado, de inmediato. A su manera. No estamos ante una poética al uso, digamos, de esas de usar y tirar, que tanto abundan, sino ante la obra de una poeta exigente que posee una voz personal, rigurosa y potente. No sé si eso ya se notaba en el citado Residenze invernali (que ahora me apetece mucho leer). Éste data de 1992 y Desde el balcón del cuerpo (Vaso Roto), el que nos ocupa hoy, traducido por Juan Pablo Roa, de 2007 y su autora consiguió con él tres premios: el Napoli, el Stephen Dedalus y el Dessì.
He escrito más arriba la palabra misterio y creo que pocas más adecuadas para calificar esta poesía. Y no aludo al tópico. O no lo pretendo. 
De verso largo (la caja del libro es más ancha de lo habitual en esta colección) y tono discursivo, sus poemas abundan en preguntas entre las que se cuelan, no obstante, afirmaciones afiladas como aforismos, sentencias dictadas por esa sabiduría que sólo puede proporcionar el inexorable, cruel paso del tiempo. Así, en "El sentido de los sonidos" leemos: "La soledad es espacio." Y más adelante: "El amor es un oficio solitario."
Usé misterio y añado sugerencia, otro término que define esta sinuosa manera de decir que va susurrando a nuestros oídos versículos que oscilan entre lo luminoso y lo oscuro, porque la vida, se ponga el poeta como se ponga, está hecha de ambas materias y como tal está obligado a expresarlas. 
Del origen sardo de Anedda (sus padres eran de allí y ella pasaba de niña varios meses al año en Cerdeña) dan cuenta los poemas de la penúltima parte del libro, "Lengua", escritos en un logudorés impuro, un dialecto "atravesado de memorias diferentes: campidanescas y sardas, catalanas y galluresas", según nos confiesa la autora. De ellos, uno de los mejores de la obra, copio aquí "Contra Scauro":

No logro escribir sobre Roma. 
Demasiada belleza, elegancia, túnicas de lino. 
Tal vez así, hace veinte siglos, pensaron estos sardos 
llegados para pedir justicia contra Scauro. 

"Gente sin fe ... tierra en donde aun la miel en bilis se convierte" 

Así decía Cicerón en su argumento. Hoy su nombre 
rueda entre las piedras, minúsculo, veloz. Pero como entonces 
mueren los testigos, la abeja desfallece. 
Persiste la miel: lengua de cardo, madroño, sal.

7.7.14

Del (no) conocer

Nostalghia, 1983
"Nadie conoce a nadie. Quien quiera equivocarse, que se aventure a opinar sobre las relaciones ajenas, sean de pareja o simplemente de amigos. En toda persona hay un fondo impenetrable que permanece oculto, mudo e invisible al mostrarse a los demás y quizás también impenetrable para uno mismo. No acabamos de conocernos. Se nos escapa ese reducto secreto, por más que creamos conocer a la persona que tratamos y haya un lazo sincero de afecto que nos une a ella." Alejandro Duque Amusco, "Supervivencias tribales. Cernuda vs. Aleixandre", Clarín.

Neila dixit

Salvador Vaquero no ceja. La última entrega de su serie de entrevistas Letras desnudas está dedicada al poeta Manuel Neila y en ella el autor de El camino original dice entre otras cosas:
-¿Qué ha cambiado en la poesía de Manuel Neila desde Clamor de lo incesante hasta hoy?
-Quiero suponer que, durante este espacio de tiempo, he aumentado el caudal de conocimientos, he conseguido ahondar en los temas que abordo y mejorar el vigor expresivo. Lo que sí puedo asegurarte es que me he mantenido firme en mi proyecto original, fiel a mi vocación y conforme con mi destino.

-¿Hacia dónde apuntan tus nuevas composiciones?
-Trabajo en un libro abierto de proverbios y cantares, que titulo Al norte del futuro. Estoy a punto de concluir un nuevo poemario, Aposento en el aire, donde agavillo composiciones escritas durante los diez últimos años. Ambos están representadas en El camino original (Antología poética, 1980-2012), que acaba de aparecer en la editorial Renacimiento. Y perfilo, en fin, una nueva serie de poemas en prosa, El sol invisible, que en un futuro formará parte, junto con los que integran El sol que sigue, del volumen El mundo en que anduve.

-Una anécdota divertida.
-Aunque no es tan sugestiva como El sueño de la mariposa, del filósofo Chuang Tzu, recuerdo con interés esta anécdota de David Foster Wallace: "Había una vez dos peces jóvenes que iban nadando y se encontraron por casualidad con un pez más viejo que nadaba en sentido contrario; el pez más viejo los saludó con la cabeza y les dijo: 'Buenos días, chicos. ¿Cómo está el agua?' Los dos jóvenes siguieron nadando un trecho; por fin uno de ellos miró al otro y le dijo: '¿Qué demonios es el agua?'".

6.7.14

Antonio Deltoro

Al mexicano Antonio Deltoro (Ciudad de México, 1947), hijo de padres valencianos exiliados, se lo ha venido encontrando uno por aquí y por allá, en Letras Libres, La Estafeta del Viento o Periódico de Poesía, por ejemplo, pero nunca había tenido en las manos un libro suyo. En España, que a uno le conste, se han publicado dos: Los árboles que poblarán el ártico (Palabra de Honor. Visor, 2012) y, antes, El quieto (Biblioteca Sibila-Fundación BBVA de Poesía en Español, 2008), que es, por cierto, el primero de los suyos que leo. La decisión de hacerlo por fin se debe a una doble casualidad. La primera, al texto de Juan Carlos Abril titulado "La poesía habitable de Antonio Deltoro", que publica Cuadernos Hispanoamericanos en su número de junio (768). La segunda, a los poemas suyos que ha publicado en su último número Sibila (de la que es colaborador habitual), así como al amable ofrecimiento de Patricia Ehrle que propició el posterior envío de la citada obra. Estoy convencido de que es una manera perfecta de adentrarse en una de las poéticas más reconocidas e interesantes de la poesía en español, si bien intentaré hacerme con Los árboles..., por cara que esa colección resulte.
De aquél, poblado de árboles, destacaré el poema que le da nombre, toda una poética, y el extenso texto en prosa, una especie de autobiografía intelectual, que lo cierra: "Zurdo", donde en "fantasmal" tercera persona, y no sin ironía, reflexiona lúcidamente sobre su vida, su escritura y algunos asuntos más.
A debida distancia, uno ha recordado a Cernuda, su "Historial de un libro"
El poeta alcalareño, residente en Carmona, Francisco José Cruz, tan atento a nuestra poesía ultramarina y buen conocedor de la misma, le hizo una extensa entrevista en 1998, publicada en su blog hace un par de años, si bien su primera versión apareció en la revista Palimpsesto (que estos días saca a la calle su número 29, con poemas, entre otros, de Ak'Abal, Valdelomar, Cabanillas y Bogza, amén de una antología del colombiano Restrepo, otro poeta de Sibila) en 1998. También en la revista mexicana Fractal. Para cerrar esta primera noticia (aquí) acerca del autor hispanoamericano, copio un largo fragmento (merece la pena) de esa intensa conversación:
"Creo que en los años que vienen hace falta una poesía de tempo más lento. Una poesía de la lentitud no privilegiaría ningún instante sobre los ojos, no resaltaría el instante juvenil sobre el maduro; exploraría la longevidad, el tiempo chino, canettiano, de la sobrevivencia, en un tiempo en que la sobrevivencia de la especie está en entredicho; situaría el paraíso no al principio o al final de los tiempos, sino aquí, en este tiempo; no sólo en la creación, sino también en lo recreado, en lo saboreado, en lo vivido.
Para ayudarnos a habitar este momento la poesía debe ser ella misma habitable. La época es fragmentaria, rápida, promiscua, ruidosa. La poesía puede aportar a la época continuidad, lentitud, intimidad, silencio. El poema puede ser un lugar: el poema que repetimos en la memoria, que llevamos en nuestro interior, nos ayuda a salvaguardarnos de la vorágine, del tumulto, de la promiscuidad. Esta intimidad lejos de cortar amarras con el mundo y el prójimo nos ayuda a establecer lazos más fraternales y profundos, silenciosos y musicales, menos ruidosos. Así el poema puede ser, recordando un fragmento de Guillén: «Tiempo en profundidad».
El poema crea su soledad, su silencio. Esta zona de silencio, que está representada en la página por el blanco que rodea al poema, es el origen del rostro y de la voz del poeta, es su responsabilidad. Este no debe rendirse a la superstición del resultado, de la prisa, de la cantidad, de lo lleno, que es la superstición de nuestros días: «Inocencia y no ciencia: / para hablar, aprender a callar», decía Octavio Paz. El poeta debe ser fiel a su silencio y a su verbo, tener, como el pescador, la religión de la espera. El poeta, porque es el responsable de su voz, es el guardián del silencio."

5.7.14

Caudales de Antonio Moreno

En el mes de febrero del año pasado daba uno cuenta aquí de la aparición de El caudal, un nuevo libro de poemas de Antonio Moreno. Con una particularidad: se publicaba en un blog y era una autoedición, algo que, confesaba su autor, "veía con desdeñosa altivez" cuando era joven. Duró poco el experimento, que tenía mucho de novedoso y atrevido, y pronto dejaron de leerse en la red esos poemas.Ya avisaba en la nota inicial, donde explicaba también que habían sido escritos entre 2009 y 2012, que no descartaba "la posibilidad de publicar algún día el presente libro en papel, del mismo modo que los otros míos precedentes". Y así ha sido al fin, aunque algo haya cambiado con respecto a aquél. No la dedicatoria: "A Bárbara". 
Lo edita la mítica colección Adonais, ahora (?) con tilde. Da gusto, en todo caso, volver a tener en las manos uno de esos libritos color crema y tipos menudos con los que velamos nuestras primeras armas poéticas. Más si es de Antonio Moreno, por cuya obra uno profesa, como diría Zagajewski, un verdadero fervor.
Caudal es aquí, o eso creo, "abundancia de cosas que no sean dinero o hacienda". Por eso el tono del mismo es de celebración. Prima la "dicha", como él prefiere. De talante humilde (se es como se escribe), con poco se conforma el poeta: los pájaros (a los que menciona por su nombre), las flores, las nubes, la lluvia y, sobre todo, la luz. Una luz que es real, sí, pero al tiempo metafísica. De una metafísica de andar por casa, nada distante o filosófica, dicho esto con ánimo de elogio. Una luz simbólica o metafórica que incide en cuanto de luminoso es necesario cantar. Así, no es extraño que abunden los poemas escritos al amanecer. Y es que Moreno es un poeta solar, diurno, con todo lo que eso conlleva.
Versos de elegante, sobrio clasicismo (el que da la música del endecasílabo, por ejemplo), tallado sin estridencias. Poemas bien dichos y bien escritos que cualquier lector puede comprender, en el mejor sentido, porque la pretensión es esa y la oscuridad, indeseable. La hondura es aquí fruto de la claridad y el "exotismo / más raro y neto: éste del aquí y ahora".
La intimidad (que no el intimismo) se cuela por las palabras que componen "La voz del hijo", "Súbitamente" o "Cerca de los cincuenta" ("A esta edad ya se sabe / qué poco en realidad ha de saberse"). O en "Uno" (que copio al final), toda una declaración de intenciones que afirma, de paso, la aversión que algunos sentimos por el "yo".
En "Delante de una tapia" describe la belleza de lo elemental. Como en "Desayuno en una plaza", uno de los poemas más logrados del conjunto.
Tras leer "El caudal", poema que da título a la obra, uno se pregunta si no es el poeta ese ser que es capaz de escuchar lo inaudible: "¿Quién ha podido, en cambio, oír las gotas / correr por el cristal de la ventana / cuando las trae la lluvia?" Tal vez los poemas sean tenues noticias de "este leve caudal que nos exalta".
Esa voluntad de hacerse comprensible, a que aludí antes, se evidencia en "Una narración".
"Ermita" sirve de paradigma a esa forma de ser que no deja de ser una manera de decir. Allí leemos: "De ser yo Dios, / el viejo / Dios al que rezaba / cuando niño, / amaría vivir en las ermitas, / en los pequeño templos de los campos, / como éste entre bancales".
Dejo para el final la parte más intensa del libro. Se titula "Elegía", cinco poemas dedicados a la muerte intempestiva de un familiar cercano, lo que viene a poner de manifiesto que el mal acecha y la pena es el inevitable envés de la alegría.
No puede abrochar mejor el libro Moreno que con los diez poemas de "Sol en el cuarto", en los que está por entero. Como siempre, a la luz. Tampoco ha fallado a la hora de elegir el último poema: "Canción del caminante": "Bien lo sabéis: sin nada aquí vinimos. / Sin nada un día incierto nos iremos."
Sí, ¡qué libro tan valioso!

UNO
  
UNO, para vivir, precisa sólo
amar, o bien saber que ha sido amado.

Uno, para escribir, ha de tener
sus cuentas con los vivos y los muertos.

Uno tiene el deber de amar el mundo
por los que están, por quienes han estado.

En El Cultural



Este texto apareció ayer el El Cultural de El Mundo firmado por la jefe de redacción del suplemento, Nuria Azancot. Eso sí, donde dice Carlos Fuentes, debería decir José Manuel Fuentes, un amigo bibliófilo.

4.7.14

PlanVE

Se estrena uno en PlanVE, de mis amigas Merche R. Rey y Marian Castillo. A propósito de los jóvenes poetas placentinos de ahora. ¿Qué cantan?

González Sosa, un poeta secreto

Manuel González Sosa era, hasta hace poco, un poeta secreto. Para casi todos. Sólo se salvaba un pequeño círculo de lectores, familiares y amigos, amén de paisanos. 
Había nacido en Guía de Gran Canaria en 1923 y murió en Las Palmas de Gran Canaria en 2011. 
Lo que le rescata para los lectores españoles es la edición de su poesía completa que bajo el título A pesar de los vientos publica, de manera impecable, la colección Primera Edición de la editorial Salto de Página
El prólogo es del profesor, estudioso y poeta, canario también, Andrés Sánchez Robayna. 
Explica que fue voluntad de MGS publicar sólo lo justo: dos libros y en ediciones de tirada muy reducida. Entendía la poesía como Secreto.
Por lo demás, ha de ser considerado un poeta de postguerra, compañero de promoción de José María Valverde, Blas de Otero o Luis Felipe Vivanco. La antología de Unamuno que este último publicó por aquellas fechas debió ser capital, según Miguel Martinón, para que, a mediados de los cuarenta, MGS comenzara a escribir poesía. Durante una larga estancia en la isla de Fuerteventura, donde el poeta vasco, qué casualidad, estuvo desterrado.
El espíritu de este poeta culto y, me temo que como todos, autodidacta, es elegíaco y, como Ungaretti, nos recuerda el prologuista, fue consciente de que "todo poeta tiene siempre un problema de lenguaje que resolver".
Fue empleado de banca toda su vida y un gran viajero. De esa itinerancia surgieron no pocos de los poemas de Sonetos andariegos, su primer libro -uno de los dos que dio a la imprenta, de 1967-, aquí ampliado; Cuaderno americano, escrito hacia 1975, donde sus versos visitan Perú y Venezuela; Parentesis, donde, además de algunos de los poemas más logrados del libro (como "Epiménides de Cnosos" o "El durmiente del bosque"), encontramos la serie "Entrevisiones", unas prosa poéticas que fecha entre 1952 y 1954 escritas a partir de un viaje en el que recorre Andalucía (precioso el poema sobre Cádiz), Castilla (Ávila es una ciudad a la que siempre vuelve) y el País Vasco; Tránsito a tientas y Contraluz italiana (que fecha en 2004), el otro libro que publicó, en 1988, ahora aumentado.
En "Notas del Autor", MGS explica en tercera persona la génesis y peripecias de cada uno de sus libros y cuadernos, éditos e inéditos, y al llegar al penúltimo se permite incluso aludir a su poética para afirmar que "El autor nunca se ha detenido a plantearse la formulación de una poética propia, si bien sospecha que comulga  con alguna infusa o difusa." Y más adelante: "Armar una poética personal en cierto modo implica la autolimitación, el condenarse por gusto a un marco más o menos ceñido o elástico."
Me referí más arriba al problema de lenguaje. Él lo resuelve, como cualquier poeta que se precie, de forma muy particular y con un elevado nivel de exigencia (fue un corrector incansable de sus poemas). Haciendo uso de composiciones como el soneto y la décima (donde da lo mejor de sí, a mi modo de leer) o utilizando, pongo por caso, una lengua barroca que no le hace ascos a la palabra exacta, sea o no de uso común. Tampoco, en el caso de sus poemas americanos, a vocablos locales, como ceiba, cuyes, kero o huaco, términos que explica en las mencionadas "Notas". 
Aunque prefiere el verso escueto (con rima o sin ella) y la dicción más sobria, maneja con maestría el poema extenso y discursivo. No en vano, como resalta Robayna, estamos ante un poeta que gusta del tono meditativo; aprendido, entre otros, en Unamuno.
Basta con leer el magnífico poema que cierra el volumen: "A John Keats y Percy B. Shelley en el cementerio del Testaccio”. 
Un par de versos, escogidos de entre muchos (y no por nada), dan fe, en fin, de su elegancia: 
Un círculo murado de horizontes desiertos.
Arriba, sólo el hueco de un cielo fugitivo.
No sabemos qué deparará el futuro a la poesía de MGS. Si entrará o no el dichoso canon. Poco importa. Al menos al lector de hoy que, por suerte, dispone de este puñado de poemas que son, sin duda, "fruto de un proceso genuino". No necesitamos más.

Nota. Esta reseña, con el título "A pesar de los vientos", se ha publicado en el número 111 de la revista Clarín.