Se van a cumplir 100 años de la muerte, en la Cuarta Batalla de Isonzo, de Scipio Slataper, nacido en Triste en 1888, autor de Mi Carso, una novela de la que había oído hablar a Claudio Magris (autor del prólogo), triestino como aquél, pero a la que uno ha llegado, como casi todos aquí, gracias al artículo "El joven Slataper", de Enrique Vila-Matas, publicado en El País el pasado mes de febrero. No ha sido el único, es cierto, como se puede comprobar en la página dedicada por la editorial al libro.
Como bien dice el escritor barcelonés, "lo edita la debutante Ardicia (en una preciosa edición, añado) y la traducción de Pepa Linares refleja a la perfección la extrema belleza de la prosa". El resto de su reseña es también elocuente por lo que poco puede uno añadir a lo allí dicho. En lo personal, sí, pocas veces ha visto uno reflejada mejor la "triestinidad", lo que es en realidad Mi Carso, "el particularismo triestino", que diría Fabio Cusin, el espíritu, en fin, de esa ciudad literaria y mítica por la que siento antigua veneración. Austriaca cuando nació Slataper; italiana, a su manera, luego; y europea, en el más hondo sentido, siempre. Más allá de esto, me ha impactado esta breve y anticipatoria obra maestra que, vuelvo a V-M, participa de varios géneros, pero que es en mi modesta opinión, sobre todo, poesía. "Yo soy poeta", dice en un momento el narrador, y no me extraña. A ese rango, el poético, ya digo, en su más alto y noble sentido, pertenece Mi Carso o bajo esa inspiración uno la ha leído. Y con qué placer.