No sé si es casualidad, pero desde la aparición de la antología Sentados o de pie. 9 poetas en su sitio, de Antonio Piedra, son varios los poetas allí incluidos que vuelven a las andadas poéticas y dan a la imprenta nuevo libro. Ha sido el caso de Luis Santana y de Luis Ángel Lobato. Se incorpora también Javier Dámaso, que publica La Edad de Hierro (2002-2013) en la bonita Colección Cortalaire de la Fundación Jorge Guillén, la misma en la que vio la luz aquel acertado florilegio.
Javier Dámaso (Valladolid, 1964) es el nombre literario de Dámaso Javier Vicente Blanco, profesor de Derecho Internacional de la Universidad de Valladolid. Agitador cultural en su juventud, la tarea docente (y las consiguientes tiranías sociales y profesionales del mundo académico) le ha mantenido en una suerte de clandestinidad, alejado de la poesía en su vertiente pública, lo que no significa, ya se ve, que haya dejado de escribir. Su bibliografía poética es exigua y, si nos atenemos a la que aparece en la citada antología, ha permanecido hasta ahora inédita. De ahí la importancia de esta salida a escena (el teatro es otra de su pasiones) que no parece en absoluto la de un novato; o la de un inédito de larga duración, como hace al caso.
En "Sin tregua" agrupa JD un puñado de poemas fechados en 2003 que anticipan de manera clarividente la actualidad. Si no fuera por esas fechas a pie de versos... "Disidencia y derrota" se titula el primero, que se abre con: "Nada de lo que vive encaja en un molde", casi un lema del conjunto, magnífico comienzo, declaración de intenciones o programa que, ya digo, marca, "en la frontera de la incertidumbre", el rumbo del libro. Allí leemos: "El impulso singular que te mueve es / la ira ante la injusticia". Ya Piedra en el prólogo de su obra nos advertía con lucidez que Dámaso "abriga el sueño nobilísimo (...) de servir al ciudadano una utopía universal: una justicia sin adjetivos a través de la poesía". La apreciación, sí, es certera y este libro no viene sino a demostrarlo.
"No hay vuelta atrás", nos dice, y: "Cada fracaso es sólo el anticipo de nuestra ruina".
Poesía civil, en el más hondo sentido, de héroes, los menos, y vencidos, los más. Y dos poemas visuales, con palabras, que remiten a otra vocación de JD: la experimental, aquí representada con este par de muestras.
En "Dices amor" se agradece el tono nada almibarado, donde lo amoroso surge con naturalidad, sin alardes, cercano a lo que importa.
"Carretera de los naufragios" se inicia con "Oasis en San Baudelio", un precioso poema ("No sé / si hay Dios / pero hay remanso") que uno agradece como amante de esos lugares retirados y de la meditación. O "Somos", otra muestra de las pretensiones civiles de la poesía de Dámaso.
"Córdoba, lejana y sola" pertenece a otra corriente central del libro, la del poema de viajes. Esta es la Córdoba argentina y aparecen referencias a otros sitios, de Cabo Verde, por ejemplo: "Bahía das Gatas", Sevilla o Düsseldorf.
Y hay poemas históricos: "Si me hablas de Omar" y "La muerte de Arturo".
"El instante supremo" se inicia con un poema estupendo donde se juega con los idiomas: la libre circulación de pessoas (personas en portugués) le permite convocar a Fernando Pessoa y su drama "em gente".
No falta el humor en "Periódico, amor y preservativos", "Presentación de un libro de poemas" e "Insubordinación de poetas" (a propósito de las lecturas poéticas) que concluye: "Gente de poco orden, / los poetas.")
"Caballos en la noche" nos traslada a la memoria. La infancia, sus progenitores (es memorable el poema "Cuando te sobran los días", centrado en la muerte del padre: "Con la muerte / no sabemos qué hacer"), Riaño (donde estuvo el mío en un campamento del Frente de Juventudes y donde Dámaso protestó, años después, por culpa de la construcción del embalse, cercano al del Porma de Benet)... Destacaría también el poema "Laberinto", uno de los más conseguidos del libro.
Concluye JD su camino con "Conversaciones con Erich Fried", el poeta austriaco (en respuesta, se nos explica, a su Saludo alemán a España, de 1977), donde se imponen la reflexión acerca de las penurias de este tiempo: la inercia, la inactividad, la falta de democracia real... Recuerdo otra vez las palabras de Antonio Piedra y aludo de nuevo a esa vocación inquebrantable de Javier Dámaso por la justicia. Desde la cátedra y desde los versos. Gracias.