25.10.12

Medusa

Sigo leyendo libros de Ricardo Menéndez Salmón, un novelista de los que a uno le gustan porque sus novelas lo son y no lo son. Admiro su brevedad, su economía de medios, su lenguaje limpio, sus frases afiladas... Va al grano, algo que este lector, tan poco dado a digresiones y entretenimientos, agradece. 
Medusa, la última, publicada por Seix Barral, sigue en la línea habitual del gijonés. Prohaska, el protagonista, fue cineasta, fotógrafo y pintor. Huérfano temprano de padre, el narrador, que juega a ser RMS, relata su vida, desde 1914 a 1962. Es un hombre del mar y del Norte. Condicionado por haber nacido alemán en el peor momento de la Historia. Obsesionado, paradójicamente, por las imágenes y por la invisibilidad y la desaparición. La suya. Un testigo emboscado que da cuenta de todo cuanto ve en medio de un panorama de guerras y masacres sucesivas. Un amigo, judío por más señas, Stelenski, pergeñó su biografía. Amó a una mujer, se le murió un hijo, al que llamó Baruch. Viajó a la crueldad del siglo XX. "Yo estuve allí", diría. Con los hambrientos de Extremadura, por ejemplo. Su aventura podría resumirse así: "Qué largo es el camino que conduce de casa a ninguna parte". Al fondo, un paisaje moral de desolación, vergüenza y muerte. Lo que hemos sido. Lo que acaso aún somos.