Efi Cubero nació extremeña. A pesar de los muchos años que lleva viviendo en Barcelona, ese vínculo fundacional sigue muy presente en ella. Es más, me atrevería a decir que el desarraigo que trajo consigo el temprano abandono de su pueblo natal, Granja de Torrehermosa, camino de la emigración, una forma de exilio, marca esa verdadera condición de extraña que Cubero ha sido y es.
Sus lectores llevábamos tiempo esperando este libro. Uno, sin embargo, se ha visto sorprendido por el alcance del desafío. No es elegante decir que estamos ante el mejor de los suyos, aunque no creo que mienta al afirmarlo.
Publicado, qué oportuno, en la colección Tierra de La Isla de Siltolá, lleva al frente un enjundioso, profundo y hasta prolijo prólogo del zambraniano Jesús Moreno Sanz, que no puede evitar su formación filosófica a la hora de analizar la obra. Más allá, llegados a ese punto donde el lector y el autor conversan sin intermediarios, podemos afirmar que es fácil identificarse con ese discurso bien trabado y muy bien escrito (y oído o escuchado) donde la extrañeza pasa a ser, no ya de quien escribe, sino del que lee, que se pone en la piel y en el corazón del otro.
El primer poema de la primera parte, el que da título al libro, nos coloca sobre la pista. Sin concesiones. Se trata, sí, de "darse de bruces contra su propio fondo". Se suceden los poemas (entre mis preferidos, "Viento", "Panteón", "Ruinas", "Búsqueda", "En el metro", "Sed", "Huella": "La eternidad fue un trozo de cielo / en las encinas", "Mélanos": "Como yo no soy nada melancólica / me curan muchas cosas de la melancolía, / por ejemplo el verano", "Vínculo", "Existir, "Lugares, "Lumbre", "Almendra", Cambiar"...) y alguien expresa "enigma y esperanza, / sólo la vida sobre tanta muerte". Alguien que navega "con el lastre / de todo lo soñado", que se da cuenta de que "Ante quien mira y pasa, ese mar permanece" y que "Tan sólo es inocente lo intuido". Que sabe, en fin, que "nunca ningún exilio ha sido inútil".
"Es lo que tiene caminar a solas, / callada y sin testigos durante tanto tiempo", dice Efi Cubero y, al hacerlo, está hablando de sí misma. Como cuando escribe: "Ser guijarro, soportar inclemencias". Precisamente por eso ha sido capaz de arrancarle a la vida este puñado de poemas que parecen escritos en estado de gracia, por decantación, palabra por palabra, verso a verso. Si la palabra madurez significa algo en poesía es por hechos como éste. Efi Cubero ha llegado donde quería, y me da que ella lo sabe. Lo confirman los dos poemas del "Epílogo": "Veneno" y "Jara". Ella, "Sólo un pájaro solo".
Publicado, qué oportuno, en la colección Tierra de La Isla de Siltolá, lleva al frente un enjundioso, profundo y hasta prolijo prólogo del zambraniano Jesús Moreno Sanz, que no puede evitar su formación filosófica a la hora de analizar la obra. Más allá, llegados a ese punto donde el lector y el autor conversan sin intermediarios, podemos afirmar que es fácil identificarse con ese discurso bien trabado y muy bien escrito (y oído o escuchado) donde la extrañeza pasa a ser, no ya de quien escribe, sino del que lee, que se pone en la piel y en el corazón del otro.
El primer poema de la primera parte, el que da título al libro, nos coloca sobre la pista. Sin concesiones. Se trata, sí, de "darse de bruces contra su propio fondo". Se suceden los poemas (entre mis preferidos, "Viento", "Panteón", "Ruinas", "Búsqueda", "En el metro", "Sed", "Huella": "La eternidad fue un trozo de cielo / en las encinas", "Mélanos": "Como yo no soy nada melancólica / me curan muchas cosas de la melancolía, / por ejemplo el verano", "Vínculo", "Existir, "Lugares, "Lumbre", "Almendra", Cambiar"...) y alguien expresa "enigma y esperanza, / sólo la vida sobre tanta muerte". Alguien que navega "con el lastre / de todo lo soñado", que se da cuenta de que "Ante quien mira y pasa, ese mar permanece" y que "Tan sólo es inocente lo intuido". Que sabe, en fin, que "nunca ningún exilio ha sido inútil".
"Es lo que tiene caminar a solas, / callada y sin testigos durante tanto tiempo", dice Efi Cubero y, al hacerlo, está hablando de sí misma. Como cuando escribe: "Ser guijarro, soportar inclemencias". Precisamente por eso ha sido capaz de arrancarle a la vida este puñado de poemas que parecen escritos en estado de gracia, por decantación, palabra por palabra, verso a verso. Si la palabra madurez significa algo en poesía es por hechos como éste. Efi Cubero ha llegado donde quería, y me da que ella lo sabe. Lo confirman los dos poemas del "Epílogo": "Veneno" y "Jara". Ella, "Sólo un pájaro solo".