Me extrañó que el Premio Loewe de 2014 se lo llevara Los espejos comunicantes, un libro de Óscar Hahn, poeta chileno (Iquique, 1938), profesor emérito de la Universidad de Iowa. No por falta de merecimiento, al revés, sino porque, como he comentado ya al hablar del libro de la ganadora en la categoría a la Creación Joven, contradice el espíritu de este acreditado galardón, más proclive a los descubrimientos y las consagraciones que a los reconocimientos de trayectorias ya del todo cumplidas, como el Reina Sofía, pongo por caso, el Príncipe de Asturias o el mismísimo Cervantes.
Más allá de esto, he leído el libro con interés y he disfrutado de su lectura. Con ser a ratos crítica, la poesía de Hahn es amable y transparente en lo que a la expresión se refiere. Poesía, sí, para los que incluso desdeñan la poesía. El oficio, por otro lado, es tanto que resulta casi imposible ponerle pegas a su impecable manera de decir. A veces, lo prosístico torna, o eso me parece, prosaico, pero son caídas compensadas, y con creces, por poemas espléndidos. Dos de los mejores, "En la tumba del poeta desconocido" y "Solitude" se pueden leer en El Cultural (con entrevista incluida) y en el blog de la Fundación Loewe, respectivamente.
Entre ironías y paradojas, sorteando la ocurrencia (que a veces se hace presente), con una presunta espontaneidad (muy oral) que refuerza la ausencia de signos de puntuación, Hahn va componiendo su libro a base de poemas conseguidos como "Digo yo", "Depredadores" (tan de actualidad en España), "La otra la misma", "Nueva paradoja de Zenón", "Futuro imperfecto", "A un lector" ("Los poemas son destellos / de un espejo roto"), "No morirá este amor" (un tema omnipresente), "Muerte de un poeta" (dedicado a otro chileno de pro, Gonzalo Rojas), "La suprema soledad" (dedicado a Unamuno), "Nostalgia" ("Tienes nostalgia de un lugar / en el que nunca estuviste") y, cómo no, el que cierra el volumen y da título al libro, "Los espejos comunicantes": "¿Con quién comunican los espejos / comunicantes? (...) "De lo que hablan no sabemos nada / De lo que piensan lo ignoramos todo".
Entre ironías y paradojas, sorteando la ocurrencia (que a veces se hace presente), con una presunta espontaneidad (muy oral) que refuerza la ausencia de signos de puntuación, Hahn va componiendo su libro a base de poemas conseguidos como "Digo yo", "Depredadores" (tan de actualidad en España), "La otra la misma", "Nueva paradoja de Zenón", "Futuro imperfecto", "A un lector" ("Los poemas son destellos / de un espejo roto"), "No morirá este amor" (un tema omnipresente), "Muerte de un poeta" (dedicado a otro chileno de pro, Gonzalo Rojas), "La suprema soledad" (dedicado a Unamuno), "Nostalgia" ("Tienes nostalgia de un lugar / en el que nunca estuviste") y, cómo no, el que cierra el volumen y da título al libro, "Los espejos comunicantes": "¿Con quién comunican los espejos / comunicantes? (...) "De lo que hablan no sabemos nada / De lo que piensan lo ignoramos todo".