Charles Simic | © Aaron Clamage / Valparaíso Ed. Tomada de m'sur. |
"Lo único para lo que siempre ha sido buena la poesía es para hacer que los niños odien la escuela y brinquen de alegría el día que no tengan que ver más otro poema. Todo el mundo entero coincide en ello. Nadie en su juicio, jamás, lee poesía. Incluso entre los teóricos literarios de hoy día está de moda señalar como inaccesible toda la literatura, especialmente la poesía. Que algunas personas todavía continúen escribiéndola es una rareza que pertenece a alguna columna 'Créalo o No' del periódico".
Así empieza el artículo "El lío de la poesía", del polemista Charles Simic, publicado en la revista Transtierros. Más adelante dice:
"La poesía está muerta, han gritado felizmente por siglos los enemigos de la poesía y aún lo hacen. Nuestros poetas clásicos, nuestros profesores en boga nos lo han dicho —en tanto que ellos no son más que un manojo de propagandistas de las clases gobernantes y de la opresión masculina—. Las ideas una vez promulgadas por los carceleros y asesinos de los poetas en la Unión Soviética son ahora un gran éxito en las universidades americanas. El esteticismo, el humor, el erotismo y todas las otras manifestaciones de la imaginación libre son sospechosas y deben ser censuradas. La poesía, esa tonta diversión de lo políticamente incorrecto, ha dejado de existir para nuestras clases educadas. No obstante, a pesar de ellos, la poesía se sigue escribiendo".
Y añade: "Mientras los seres humanos se enamoren y compongan cartas de amor, los poemas tendrán una razón de ser".
No estaría de más, como complemento, deleitarse con otro artículo del poeta de origen serbio publicado también en la citada revista: "Por qué sigo escribiendo poesía".
El que quiera más (y los habrá, a buen seguro) pueden leer un libro fundamental que no me canso de releer y que ya he mencionado por aquí un par de veces. Me refiero, sí, a La vida de las imágenes. Prosa selecta, editado por Vaso Roto (en su colección Umbrales) y traducido por Luis Ingelmo. De nada.
Por cierto, Javier Rodríguez Marcos le ha entrevistado para El País en la FIL de Guadalajara: "Yo tenía vuestra edad cuando empecé a escribir”, cuenta Simic sin perder la sonrisa. “Mis amigos del instituto aparecieron con sus poemas y me dije: ‘voy a intentarlo’. Escribí uno, lo leí: ¡no podía creer lo bonito que era! Al día siguiente lo releí. Me pareció terrible. No podía enseñárselo a nadie. Así que empecé a leer poesía en la biblioteca pública. Luego volví a escribir. Mejor. Sesenta años después sigo teniendo esa sensación: una mezcla de entusiasmo y decepción. Nunca terminas un poema, solo tratas de convencerte de que está bien y dices: ‘déjalo así”.
Para terminar, un anuncio: la salida en la editorial Vaso Roto, en traducción de Nieves García Prados, de Garabateando en la oscuridad, un libro que publicó Simic en Estados Unidos el pasado año.
El que quiera más (y los habrá, a buen seguro) pueden leer un libro fundamental que no me canso de releer y que ya he mencionado por aquí un par de veces. Me refiero, sí, a La vida de las imágenes. Prosa selecta, editado por Vaso Roto (en su colección Umbrales) y traducido por Luis Ingelmo. De nada.
Por cierto, Javier Rodríguez Marcos le ha entrevistado para El País en la FIL de Guadalajara: "Yo tenía vuestra edad cuando empecé a escribir”, cuenta Simic sin perder la sonrisa. “Mis amigos del instituto aparecieron con sus poemas y me dije: ‘voy a intentarlo’. Escribí uno, lo leí: ¡no podía creer lo bonito que era! Al día siguiente lo releí. Me pareció terrible. No podía enseñárselo a nadie. Así que empecé a leer poesía en la biblioteca pública. Luego volví a escribir. Mejor. Sesenta años después sigo teniendo esa sensación: una mezcla de entusiasmo y decepción. Nunca terminas un poema, solo tratas de convencerte de que está bien y dices: ‘déjalo así”.
Para terminar, un anuncio: la salida en la editorial Vaso Roto, en traducción de Nieves García Prados, de Garabateando en la oscuridad, un libro que publicó Simic en Estados Unidos el pasado año.