Estaba con Visita de año nuevo, de Antonio Moreno (Newcastle Ediciones) cuando murió mi prima Ana y tuve que abandonar la lectura. Porque ese libro, intenso y emocionante, escrito en mes y medio, trata de la muerte de la madre del poeta. También de su vida, conviene aclarar, sobre todo en los últimos años. Porque, además de una despedida, es una paseada conversación con ella (junto al mar), "trato de usar expresiones sencillas, palabras comunes. Las propias de un lenguaje claro", explica Moreno, que ya escribió sobre su vida y la de su familia en, por citar los más recientes, No lejos, El sueño de los vencejos (ambos en la misma editorial murciana) y Estar no estando (Un viaje extremeño), que publicó Pre-Textos. Se trata, sí, de "conjurar la melancolía con palabras". "Una madre muerta es un hijo muerto", anota. Y concluye: "Frente al amor que tú me diste, lo demás es literatura".
El escandinavo, prolífico e incansable Paco Uriz, loado sea, publica en la zaragozana Erial Ediciones Hiperbóreas. Antología de poetisas nórdicas. En el prólogo escribe: "Ahora presento en castellano a estas cuarenta y tantas poetisas nórdicas con obras, más o menos agrupadas en secciones, que
tocan el entorno físico, social y político del norte de Europa, el
compromiso, el amor y el desamor y la muerte.
Son voces que vienen de una zona geográfica donde la mujer
parece que ha conseguido mayor nivel de emancipación, empoderamiento e influencia de todos los países del mundo. En varios de
estos países ha habido, en los últimos años, mujeres como primeras
ministras o jefas de la oposición. Pero a pesar de los avances indiscutibles siguen pensando que les queda mucho por hacer".
Hay voces variadas y asuntos diversos, todos los que a una mujer de este tiempo le ocupan o preocupan.
Copio, uno entre tantos, el poema "Con nadie", de la danesa Tove Ditlevsen (1917-1976):
Con nadie se pueden
compartir
los pensamientos
más íntimos.
Para lo más importante
en el mundo
se está
solo.
Eso es una
carga eterna
es un gozo sereno
que ahí nadie
pueda llegar a ti
ni nadie quedar encerrado.
La valenciana Pre-Textos, que no deja de dar en el clavo, publica dos libros de poesía dignos de elogio. Uno, Hágase mi voluntad, del italiano afincado en Málaga Ángelo Néstore (Lecce, 1986), performer y profesor en el Departamento de Traducción e Interpretación de la Universidad de Málaga. Fue premio "Emilio Prados". La transgresión es aquí norma. Un quebranto, digamos, que empieza por el lenguaje (esto es poesía) y sigue por todo lo demás, si es que fondo y forma, eterno dilema, son entes escindibles. Aquí no lo parece, por ejemplo, cuando trata del tema de la violencia en manada ("Lo bárbaro" se titula la primera parte) o la obediencia. "Marica", "Cíborg" o "Poema contra mí mismo" son elocuentes: "He decidido tirar piedras contra mi herencia / porque yo soy el enemigo / y escribo mi dolor para aceptarlo".
En la segunda parte, "Lo inhabitable", ahonda aún más en su mundo, la voz es descaradamente autobiográfica, y ofrece poemas tan logrados como "Tú es un altro" (donde intercala versos en castellano e italiano, su lengua materna) o "De por qué me pongo tus camisas usadas", que cierra un volumen que no ha de dejar indiferente al lector.
El otro, La vida en ámbar, de Julián Montesinos (Alicante, 1963), de tono bien distinto, sigue una línea clásica muy marcada en la poesía escrita por poetas levantinos como el recién aludido Antonio Moreno (hay un epígrafe suyo en la obra), Antonio Cabrera o Vicente Gallego (al que también se cita). La naturaleza aporta serenidad a esta mirada bondadosa y limpia que aterriza en lo cotidiano. Allí, el padre y su caja de herramientas, los afectos, las ausencias, la luz de la tiza, la soledad... Lo de siempre que, por serlo, siempre es nuevo.
Hilario Barrero, toledano de Brooklyn, ha invitado a treinta amigos (o así) del poeta, profesor y crítico José Luis García Martín a que hablen de él o elijan algún poema suyo y lo comenten. Para celebrar el setenta cumpleaños de Martín (ayer, 17 de junio, fecha del colofón del libro), como le llaman casi todos, que coincide, además, con su jubilación laboral forzosa. El título, cuidadosamente editado por Impronta bajo el sello Cuadernos de Humo, surge de una cita de Nietzsche: Alrededores de José Luis García Martín. En el prólogo, Barrero, cronista de pro, escribe sobre algunas visitas del avilesino de Aldeanueva a la ciudad de Nueva York, tan suya como Nápoles o Sofía, donde tiene su sede la colección que dirige HB. La nómina de colaboradores es variada: Ricardo Álamo, Carlos Alcorta, Javier Almuzara, Xuan Bello, Susana Benet, Juan Bonilla, Ángeles Carbajal, José Cereijo, José Ángel Cilleruelo, Luis Alberto de Cuenca, Avelino Fierro, Vicente Gallego, Enrique García-Máiquez, Fernando Iwasaki, Juan Lamillar, Victoria León, Abelardo Linares, Cristian David López, Martín López-Vega, José Luna Borge, Antonio Manilla, Rosa Navarro Durán, Manuel Neila, Lorenzo Oliván, José Luis Piquero, Daniel Rodríguez Rodero, Marcos Tramón, Andrés Trapiello y Ana Vega. También uno aporta (con perdón) su visión del controvertido, por singular, personaje; tan esquivo casi siempre. Por cierto, el único extremeño del elenco.
Por su extensión y, en consecuencia, por la calidad de sus detalles, sobresale el texto de Trapiello, que conoce bien al autor de "Lo imposible". Como otros, no se limita a comentar uno (o varios) de sus poemas, sino que cuenta anécdotas de Martín y las relaciona, cómo no, con su propia vida.
Destacable me parece también lo dicho por otro de sus grandes amigos (aunque nadie sea capaz de definir lo que, tratándose de este hombre, eso signifique): Abelardo Linares.
En fin, no es cuestión de ir uno por uno, aunque, y eso es lo que importa, la idea de Barrero haya cuajado en una obra tan particular como la persona que la inspiró, para bien o para mal, pues la cosa va por barrios; un nombre imprescindible (si es que a larga alguno lo es) de la poesía española contemporánea, tanto en su vertiente crítica como en la creativa, lo que demuestra de sobra la amplia antología de poemas martinianos que el libro incluye, razón de más para leerlo.
Precioso es, por fuera y por dentro, este nuevo libro del aragonés residente en Madrid Ángel Guinda (Zaragoza, 1948) publicado por la veterana Olifante, que dirige Trinidad Ruiz Marcellán. Hay en Los deslumbramientos seguido de Recapitulaciones una curiosa mezcla de sabiduría (muchos versos pasarían por aforismos: "La memoria es una llave maestra") y desenfado, de gravedad e ironía. Lo prosaico y lo lírico. Lo meditado y lo que sólo surge de la inspiración. Muy bien dosificada, cabe añadir. "¡No leas humo!", dice en el primer poema. Esta poesía, a buen seguro, no lo es. Y añade: "¡Aunque sea sobre agua escribe fuego!", que no deja de ser una excelente poética. "La sencillez" se titula otro poema, digamos, programático. Porque "Tenemos esta vida en alquiler". La visión de la vida desde las postrimerías (que deseo largas) quita muchas telarañas a los versos de casi cualquier poeta. Espmark diría: el estilo tardío. Por medio, el amor, los viajes, la casa, el exilio, la familia, los viejos... Hay muchos signos de admiración en este libro ("¡Qué sagrada la luz que nos apaga!") donde predomina lo hímnico.
Los deslumbramientos (el verdadero poeta no abandona nunca la perplejidad) termina con un poema que a uno se le antoja machadiano: "Muy dentro".
En las recapitulaciones, que tienden a lo versicular, se pregunta, piensa, rememora, se tapa los ojos, vuelve, recapacita, evoca, mira, ve... "Cultiva la serenidad. Vive austero", recomienda. Antes dijo: "Envejecer es un catálogo de averías, un repertorio de reparaciones". O: "Somos parte de la destrucción, / ruina nosotros mismos". Para concluir: "Fui amanecer. Soy ocaso".
Nota: La ilustración corresponde al cuadro "Andreas Reading", de Edvard Munch.