Leo ahora, con dos días de retraso, un artículo de Isaac Rosa, Convicciones íntimas, publicado en El País donde rebate el de Gustavo Guerrero que ya comenté. Allí concluye: "Desde hace algunos años, todo lo que tiene que ver con Venezuela provoca nerviosismo en muchos; más aún desde la última victoria electoral de Hugo Chávez, avalada por los observadores internacionales. Tal nerviosismo deriva en los comportamientos paranoicos de quienes ven por todas partes agentes chavistas y castristas, y maniobras para "asegurar el triunfo de una ideología y de aquellos que la apoyan". Tal clarividencia roza a veces el ridículo, o cae de cabeza en él. Gustavo Guerrero está cerca de ello, desde el momento en que cree haber destapado una operación revolucionaria tras un premio literario cuya trayectoria y prestigio están suficientemente consolidados, y que no ha levantado suspicacias en América Latina ni en España (salvo, tal vez, por parte de alguna otra "íntima convicción" como la suya). O quizás, como sospecho, sólo ha querido dar una nueva bofetada al Gobierno venezolano en la mejilla que tenía más a su alcance, la del jurado, o la de un joven escritor cuyo anonimato internacional y escasa relevancia pública hacen más increíble aún la teoría conspirativa que propone en su artículo". Sea.