Aunque intente controlarlo, a veces me sale el hombre político que todos llevamos dentro. Esta mañana me ha ocurrido en la ducha. Resumiré mis meditaciones entre el agua y el jabón de sales de La Toja, con la radio encendida al fondo, en una sola frase: si hay algo que demuestra (todavía) nuestro atraso (el de Extremadura) es el nivel de la oposición a Rodríguez Ibarra. Hablo del PP y de sus jefecillos a los que, sin duda, los militantes y simpatizantes del partido no se merecen. Ni los extremeños en general, claro. Aquí, ser ibarrista, como dicen ellos, es poco menos de irremediable. Si se piensa.