Es normal hacer balance de lo ocurrido a lo largo del año el día que se termina. Uno es más de hacer arqueo que de aventurar previsiones. El futuro, siquiera sea el más próximo, siempre me ha parecido un animal peligroso. Efectos colaterales de la melancolía, por decirlo con Jean Clair.
2005 no empezó bien. Como a tantos, la gripe me pilló de lleno. Hacía años que no tenía que meterme en cama por culpa del malestar general y la fiebre. En esas condiciones tan penosas (más para un varón hipocondriaco), entre toses y sudores, recibí la caja con los primeros ejemplares de mi segunda novela lo que convirtió una ocasión festiva en otra un poco lamentable, por más que luego me haya dado satisfacciones, las suficientes para compensar aquella primera visión febril de la cubierta de Seix Barral.
Después de Yolanda, leyó esa novela a Fernando Pérez. Estaba recién salida del horno (con forma de portátil). Era poco más que un borrador lo suficientemente elaborado. Sin su criterio no me hubiera atrevido a dar los sucesivos pasos que tuve que dar para que llegara el 5 de enero, como si de un regalo de Reyes se tratara, a los pies de mi lecho de enfermo. Tan fiable era su opinión para mí. Este detalle minúsculo, sí, pero, como todo lo pequeño, sumamente importante, da la justa medida de lo que para uno ha supuesto su pérdida. Para mí, ésa ha sido, sin duda, la peor noticia del año. Que muriera Fernando no entraba en mis cálculos, ni a sabiendas de que una enfermedad traicionera le había atacado sin compasión. Todavía hoy, varios meses después de aquel 26 de agosto de aciaga memoria, sigo sin comprender, sin asumir, esa penosa ausencia.
Que uno haya ocupado, con tanta tristeza como orgullo, su silla en la Editora no sé si complica o suaviza el trance. Me hace estar más cerca de él, es cierto, pero también me obliga a echarle aún más de menos cuando de tomar decisiones se trata. Por fortuna, uno trabaja con el mismo equipo profesional que le acompañó, lo que hace todo mucho más llevadero. Además, me esforcé en aprender de él todo lo que pude y ese apasionado aprendizaje me ayuda no poco en la tarea.
Antes de irse, tan callada y discretamente, con la complicidad del profesor Juan Gil, tuvo tiempo de legarnos una exposición inolvidable, Extremadura en sus páginas: del papel a la web, de la que quienes la han visto no han dejado de difundir virtudes. Este hito de 2005 es también obra suya. Una muestra que ha sido el núcleo de un año que Extremadura quiso que fuera el “del Libro y la Lectura”.
Como lo tuvo para alegrarse de que tres personas que le apreciaban y a las que él apreciaba, Landero, Cercas y Campos, fueran premiados. Los dos primeros con la Medalla de Extremadura y con el Extremadura a la Creación el tercero.
Otro de los acontecimientos culturales relevantes de 2005 ha sido la puesta en marcha, en colaboración con la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, del primer Observatorio del Libro y la Lectura de Extremadura, el primero de España y uno de los primeros de Europa, que, por eso, ha sido tomado como ejemplo por el Gobierno de la nación para crear el suyo propio. Esto, que un resentido calificaría de “tinglado” (la ignorancia, se suele decir, es atrevida), justifica por sí sólo un Plan que ha dado frutos y que aún dará más, pues está basado en la absoluta necesidad de remontar el desfase porcentual en lo que a índices de lectura respecta. Por cierto, cuando un inocente e inevitable Plan de Fomento de la Lectura de ámbito regional, similar en sus contenidos y ambiciones al nacional (que promovió, ya ven, el Partido Popular durante su gobierno), es menoscabado y puesto en cuestión por le rencoroso de más arriba (en su condición, eso sí, de portavoz de su grupo), las razones no habrá que buscarlas en la buena lógica sino en la burda sinrazón; en el absurdo y no en la política.
Tampoco le han faltado a uno satisfacciones (tantas como trajines) por culpa del primer Centenario de la muerte de José María Gabriel y Galán. Se han llevado a cabo numerosas actividades que, bajo una exigencia de calidad, han servido para analizar la vida y la obra del poeta fallecido en Guijo de Granadilla, algo que, como dije en su momento, es mucho más provechoso que recitar sus poemas a los pies de las estatuas (no digamos canturrearlos). Lo mejor de todo eso quedará en tinta sobre papel: las Obras Completas, sí, pero también las actas del curso de verano de la UEX-FAEY que tuvo lugar en Yuste y el número extraordinario de la revista Alcántara, de la I. C. “El Brocense”, que el año que termina, como recordamos aquí atrás, ha celebrado su vigésimo quinto aniversario.
(Del HOY)