Ayer por la tarde, nos acercamos a Salamanca para visitar la exposición "Antonio Colinas. Cuarenta años de literatura". Gracias a la autovía, el viaje a esa ciudad tan nuestra es cada día más corto. De paso a la Casa de las Conchas, tomamos el preceptivo café del Novelty. Entre propios y extraños, la plaza estaba abarrotada. El ambiente, desapacible.
En 1968 empezó a escribir Colinas y en el 98, hace diez, decidió -decidieron, mejor- dejar Ibiza y abrir casa en Salamanca. Lo comentábamos Yolanda y yo mientras atravesábamos la Gran Vía: qué bien han sabido elegir sus lugares.
La exposición es sobria y sencilla, como el propio Antonio. Como su poesía. Fotografías, algunos retratos, cartas y, sobre todo, libros: primeras ediciones de sus numerosas entregas, abundantes traducciones, un puñado de homenajes, colaboraciones en distintas revistas, trabajos con distintos artistas, tesis doctorales sobre sus poemas, composiciones musicales inspiradas en ellos... Cuarenta años, en fin, de poesía. Un emocionante paseo por la vida (que es su obra) de uno de los poetas fundamentales del siglo veinte español y, más allá, uno de los que a mí más me importan.
En 1968 empezó a escribir Colinas y en el 98, hace diez, decidió -decidieron, mejor- dejar Ibiza y abrir casa en Salamanca. Lo comentábamos Yolanda y yo mientras atravesábamos la Gran Vía: qué bien han sabido elegir sus lugares.
La exposición es sobria y sencilla, como el propio Antonio. Como su poesía. Fotografías, algunos retratos, cartas y, sobre todo, libros: primeras ediciones de sus numerosas entregas, abundantes traducciones, un puñado de homenajes, colaboraciones en distintas revistas, trabajos con distintos artistas, tesis doctorales sobre sus poemas, composiciones musicales inspiradas en ellos... Cuarenta años, en fin, de poesía. Un emocionante paseo por la vida (que es su obra) de uno de los poetas fundamentales del siglo veinte español y, más allá, uno de los que a mí más me importan.