Uno no acaba de comprender el despropósito de la ya famosa Güiquipeya. Ya, ya sé que lo mejor es dejarlo correr, pero... Es un confuso sentimiento que mezcla la vergüenza (propia y ajena) con el pitorreo. Me da pena pero al tiempo -no lo puedo remediar- mucha risa. Que promuevan el invento estudiantes de filología (o licenciados o doctores, profesores o no) es doloroso, sin duda. Que consienta la broma una enciclopedia que se quiere de referencia, inaudito. No es una cuestión de libertad sino de pura coherencia. ¿Lengua, idioma, estremeña (sic), Estremaura (sic)? De dónde se sacan, me digo, y con qué criterio, todas esas palabras que se inventan para nombrar cosas o acciones que el presunto castúo no ha recogido nunca, por la sencilla razón de que son nuevas y ese cúmulo de hablas locales remite a un mundo eminentemente rural.
Sólo falta que algún iluminado diga esta palabra es mía desde el ámbito de la política (seria). Será el principio del fin.
Sólo falta que algún iluminado diga esta palabra es mía desde el ámbito de la política (seria). Será el principio del fin.