25.8.08

Paisaje

Cada mañana, camino de Mérida, hay un momento feliz: el del redescubrimiento incesante de un mismo paisaje que se muestra ante mis ojos cada día, apenas unos instantes, y que más que mirar entreveo por culpa de la velocidad del coche y de la propia tarea de conducir. Para uno es como si fuera un cuadro recién pintado por un pintor de Flandes.
Cuando paso por debajo de la calzada romana de la Vía de la Plata, a la altura del kilómetro 600 de la A-66, me voy preparando. Luego, un largo kilómetro de descenso en curva y ya tenemos enfrente, en un costado de Aljucén, esa estampa: una llanura (ahora agostada), que coronan suaves colinas, donde se perfilan unas encinas, unos olivos, una viña... Lo dicho, un ameno paisaje que le alegra a uno el día. Siquiera por un rato.