Ya hablé de la llegada de dos nuevos libros de Julián Rodríguez. Forman parte de un nuevo ciclo del escritor extremeño, "Piezas breves" y los ha publicado errata naturae en su colección "La mujer cíclope". Tríptico reúne tres relatos (vamos a llamarlos así) y Santos que yo te pinte está compuesto por un único, tenso e implacable monólogo que recuerda al Rodríguez más radical, en el mejor sentido del término. Aquí no hay concesiones. Basta leer la "Nota del autor" que figura al final del delgado volumen. La que sucede a los textos de Tríptico tiene un valor añadido: es una suerte de poética que vendría a explicar (un término, lo sé, ambiguo e insuficiente), que ilumina, la muy personal aventura literaria de JR. La suscribo de pe a pa. En todo caso, son dos pasos más hacia el afianzamiento de un mundo sin parangón en las letras españolas recientes. Por sustantivo y propio.
A veces echo de menos las conversaciones con Julián camino de Mérida. Por cierto, hace alusión en uno de los libros que acabo de citar a ese hablar en voz baja que tanto le caracteriza. Uno, decía, afinaba el oído y escuchaba atento, porque su hablar parco, como su literatura, no hace concesiones a la palabrería ni a la retórica. Un día mencionó la primera novela debidamente publicitada de Ricardo Menéndez Salmón, La ofensa. Lo traigo a cuento por la sencilla razón de que he terminado (gracias, Nahir) La luz es más antigua que el amor, la segunda de las suyas que leo tras el ya mencionado. Me ha gustado mucho. Coincido con casi todos los críticos que la han reseñado en que el capítulo dedicado a Rothko y el que dedica a otro pintor (inventado), Semiasin, son acaso los mejores de la novela y, por volver a la crítica, también duda uno mucho de que se trate de eso, de una novela. Al uso, digamos, porque novela sin duda es. Parafraseando a MS, lo que aquí se narra es "la vida tal y como sucede". O eso le parece a uno. Excelente.
A veces echo de menos las conversaciones con Julián camino de Mérida. Por cierto, hace alusión en uno de los libros que acabo de citar a ese hablar en voz baja que tanto le caracteriza. Uno, decía, afinaba el oído y escuchaba atento, porque su hablar parco, como su literatura, no hace concesiones a la palabrería ni a la retórica. Un día mencionó la primera novela debidamente publicitada de Ricardo Menéndez Salmón, La ofensa. Lo traigo a cuento por la sencilla razón de que he terminado (gracias, Nahir) La luz es más antigua que el amor, la segunda de las suyas que leo tras el ya mencionado. Me ha gustado mucho. Coincido con casi todos los críticos que la han reseñado en que el capítulo dedicado a Rothko y el que dedica a otro pintor (inventado), Semiasin, son acaso los mejores de la novela y, por volver a la crítica, también duda uno mucho de que se trate de eso, de una novela. Al uso, digamos, porque novela sin duda es. Parafraseando a MS, lo que aquí se narra es "la vida tal y como sucede". O eso le parece a uno. Excelente.