Leí por primera vez el poema de Hölderlin en la modesta edición de Luis Díez del Corral (Adonais) y todavía no he olvidado esa sensación de estar ante algo grande. Muy grande. Desde entonces, el poeta alemán ha seguido acompañándome mientras iban cayendo otras torres que imaginé más altas.
Como ha dicho Jaime Siles, "no es que no hubiera buenas versiones poéticas de Hölderlin, que las hay: lo que faltaba era una forma de mentis linguaeque que, al optar por el hexámetro de cuño klopstockiano en que en su idioma se escribió, aportara una distinta tonalidad y colocatura, sorprendente en sus efectos acústicos y estéticos para el lector, y que tuviera la virtud de mostrar el punto de vista desde el que el autor lo entiende". Lo que traducido al lenguaje corriente viene a querer decir que la edición de El Archipiélago, que resaltaba el profesor y crítico como lo mejor del año poético en ABC Cultural, publicada por La Oficina en versión de Helena Cortés Gabaudan, con epílogo de Arturo Leyte y al cuidado formal de Joaquín Gallego, es extraordinaria en todos los sentidos: por la traducción en hexámetros, que suenan a gloria pura, y por el diseño del libro (las cubiertas, el papel, los tipos, las fotografías, etc.), que no hay kindler o e-book que se lo salte.
En "Versos para un mar con destino histórico", mucho más que un prólogo, Helena Cortés va desvelando todos los misterios y todas las claves de este extenso poema de 296 versos escrito en 1800 que gracias a ella ha dejado de ser "arqueología poética".
Grecia (a eso se refiere en rigor el título) es la protagonista absoluta de una obra épica (una epopeya "narrativa") que participa del himno (por el metro elegido) y de la elegía (por el resultado) lo que convierte a Hölderlin, por aquello de la mezcla de géneros, en un adelanto de la posmodernidad. Este "monumento a la Grecia clásica" fue de lo último que escribió el autor de Hiperión antes de ingresar en la locura. Su pretensión: "que Grecia acontezca durante el instante del poema". Porque muestra "el espacio de una desaparición", eso sólo puede ser dicho (y escuchado) en hexámetros.
Salamina es "centro y núcleo del poema". "Occidente, recuerda Cortés, nace en Salamina", cuando Grecia deja de mirar a Oriente. Esa famosa batalla marca el fin de la amenaza persa sobre el mundo griego. Todo lo verdaderamente griego sucede después. El Archipiélago es también un canto contra la tiranía y a favor de la democracia, lo que se vuelve a favor de su pervivencia y, por tanto, de su modernidad. Si esto no es clásico...
Aunque lo importante, o eso creo, es el poema y su novedosa, "purista" traducción, se agradecen las notas que van explicando sus momentos álgidos.
Arturo Leyte puntualiza, de ahí el título de su ensayo, que "el Poema no delimita una zona geográfica ni histórica, sino exclusivamente una zona poética".
Me quedo con el hexámetro final: "deja que al fin yo por siempre en tu fondo el silencio recuerde". Sublime.
Como ha dicho Jaime Siles, "no es que no hubiera buenas versiones poéticas de Hölderlin, que las hay: lo que faltaba era una forma de mentis linguaeque que, al optar por el hexámetro de cuño klopstockiano en que en su idioma se escribió, aportara una distinta tonalidad y colocatura, sorprendente en sus efectos acústicos y estéticos para el lector, y que tuviera la virtud de mostrar el punto de vista desde el que el autor lo entiende". Lo que traducido al lenguaje corriente viene a querer decir que la edición de El Archipiélago, que resaltaba el profesor y crítico como lo mejor del año poético en ABC Cultural, publicada por La Oficina en versión de Helena Cortés Gabaudan, con epílogo de Arturo Leyte y al cuidado formal de Joaquín Gallego, es extraordinaria en todos los sentidos: por la traducción en hexámetros, que suenan a gloria pura, y por el diseño del libro (las cubiertas, el papel, los tipos, las fotografías, etc.), que no hay kindler o e-book que se lo salte.
En "Versos para un mar con destino histórico", mucho más que un prólogo, Helena Cortés va desvelando todos los misterios y todas las claves de este extenso poema de 296 versos escrito en 1800 que gracias a ella ha dejado de ser "arqueología poética".
Grecia (a eso se refiere en rigor el título) es la protagonista absoluta de una obra épica (una epopeya "narrativa") que participa del himno (por el metro elegido) y de la elegía (por el resultado) lo que convierte a Hölderlin, por aquello de la mezcla de géneros, en un adelanto de la posmodernidad. Este "monumento a la Grecia clásica" fue de lo último que escribió el autor de Hiperión antes de ingresar en la locura. Su pretensión: "que Grecia acontezca durante el instante del poema". Porque muestra "el espacio de una desaparición", eso sólo puede ser dicho (y escuchado) en hexámetros.
Salamina es "centro y núcleo del poema". "Occidente, recuerda Cortés, nace en Salamina", cuando Grecia deja de mirar a Oriente. Esa famosa batalla marca el fin de la amenaza persa sobre el mundo griego. Todo lo verdaderamente griego sucede después. El Archipiélago es también un canto contra la tiranía y a favor de la democracia, lo que se vuelve a favor de su pervivencia y, por tanto, de su modernidad. Si esto no es clásico...
Aunque lo importante, o eso creo, es el poema y su novedosa, "purista" traducción, se agradecen las notas que van explicando sus momentos álgidos.
Arturo Leyte puntualiza, de ahí el título de su ensayo, que "el Poema no delimita una zona geográfica ni histórica, sino exclusivamente una zona poética".
Me quedo con el hexámetro final: "deja que al fin yo por siempre en tu fondo el silencio recuerde". Sublime.