Formas
sutiles de analfabetismo. Apenas se notan. A algunos sí se les notan,
lo que prueba que afortunadamente aún quedan cerebros capaces de
medir la temperatura intelectual del presente. ¿Quién necesita
erudición habiendo buscadores de Internet? ¿Con qué fin cultivar la calidad educativa si sólo queremos lucro y diversión? Menudean negros augurios.
Se acerca, según dicen, el día en que, ahítos de cultura visual,
prescindiremos del lenguaje. Nos bastarán entonces cuatro rudimentos
verbales para balbucir saludos, indicarle al médico dónde hace pupa y
descifrar los manuales de instrucciones de los aparatos en que estamos
delegando nuestra soberanía intelectual. No sabremos definirnos,
seremos un árbol junto a otro; a cambio, habremos prolongado la
infancia hasta edades que ayer caían de lleno en la vejez. Quien sepa
latín deberá agitar una campanilla, como los leprosos de antaño. Los
abuelos contarán historias de bibliotecas y democracias remotas a sus
nietos.
Fernando Aramburu (El Cultural)