Lo mismo lo he dicho ya: no creo que en el panorama patrio haya una revista literaria más bonita que Isla de Siltolá. Llega el número 7 y con él un puñado de poemas de Nicanor Parra, un poeta fundamental para su director, Javier Sánchez Menéndez (he leído con gusto el especial que le dedica al último premio Cervantes la revista Mercurio); de Efi Cubero (a la vista de los cuatro poemas publicados, su nuevo libro promete); de los sureños Benítez Ariza y Rivero Taravillo; de José Luis Gómez Toré (muy recomendables); de Rodrigo Olay (que sigue por una buena senda), etc.
Destacaría, además, la semblanza de Aquilino Duque sobre Fernando Aguirre de Cárcer, el hondo ensayo de Tomás Rodríguez sobre la poesía de Colinas o el de José María Jurado sobre la poesía fúnebre de Luis Alberto de Cuenca, así como la prosa certera de Jordi Doce, mitad diario y mitad poética.
Por fin, un descubrimiento: la poesía de Mascha Kaléko, polaca (de Galitzia) en lengua alemana. Traducida por Inmaculada Moreno (que publica un poema en este mismo número), se anuncia una próxima antología en Renacimiento.
En lo que a reseñas se refiere, abunda la presencia extremeña: Rafael Adolfo Tellez comenta Libro de familia, del tomellosero de Mérida Félix Grande; Miguel Ángel Lama se ocupa de Continuo mudar, de Luis María Marina, y Javier La Beira, con la fidelidad que le caracteriza, elogia Arrojar piedras, de Javier Pérez Walias.
En lo que a reseñas se refiere, abunda la presencia extremeña: Rafael Adolfo Tellez comenta Libro de familia, del tomellosero de Mérida Félix Grande; Miguel Ángel Lama se ocupa de Continuo mudar, de Luis María Marina, y Javier La Beira, con la fidelidad que le caracteriza, elogia Arrojar piedras, de Javier Pérez Walias.