Una de esas tardes calurosas y anodinas del mes de agosto que acaban de irse, di por casualidad con una película que, al momento, llamó mi atención. Al principio pensé que estaba doblada en algún país hispanoamericano, como aquellos dibujos animados y series policiacas de nuestra infancia. Me fijé y caí en la cuenta de que en realidad los personajes hablaban, a ratos, en ladino o sefardí.
Every Time We Say Goodbye -aquí, Cada Vez que Decimos Adiós- es de 1986, la dirigió Moshé Mizrahi, un judío nacido en Alejandría, y la protagonizaron Tom Hanks y Cristina Marsillach, lo que no dejó de llamarme también la atención.
Como decía, los diálogos en dialecto judeoespañol, la lengua religiosa de los sefardíes (dice el diccionario), abundan y sólo por eso merecía la pena seguir las torpes peripecias amorosas entre el soldado y la muchacha. Es muy dulce ese castellano medieval que ha pervivido, más allá de la diáspora, entre los judíos de origen español que se asentaron, sobre todo, en Oriente. Solía uno escucharlo gracias a Matilde y Rachel Barnatan, responsables del programa Luz de Sefarad, de Radio 5 de Radio Nacional de España. Ignoro, en fin, la pureza de los mencionados diálogos, pero a mí me sonaron a gloria. Giros, palabras, frases que nos reconcilian con una parte sustancial de la belleza perdida de nuestro idioma.