De tierras desdeñadas por el tiempo
a
quebrar nuestro orgullo habéis llegado.
Bien
sabéis lo que velan las murallas.
Palacios
que han alzado las leyendas
fundados
sobre mármoles y jades,
con jardines
colmados de unicornios
y
fuentes hilvanadas entre flores.
A su
lado en la tarde se solazan
muchachas
marfileñas que se ofrecen
cual
frutas de extraviados paraísos.
El ansia
por forzar tales riquezas,
por
gozar la belleza sin dolor,
os movió
a enjaezar vuestros corceles
y volar
en sus lomos hasta aquí.
Y ahora
que al alcance las tenéis,
que de
ellas os separan solo piedras
y
rostros sudorosos y cetrinos
que espían
con pavor desde el adarve,
os pido
que volváis a la ancha estepa.
No sufráis
que el embrujo de estos muros
cautive
vuestras almas para siempre.
Néstor Hervás