El mundo no se acaba, de Charles Simic, fue, como se destaca en la cubierta de su edición en Vaso Roto, Premio Pulitzer de Poesía en 1990 y, hasta ahora, no ha ganado ese prestigioso galardón otro libro de poemas... en prosa, como éste. No creo que sea algo meramente anecdótico. Nada en la poesía de Simic (un asiduo visitante de este blog) lo es.
Sorprendente es la palabra que resume, cree uno, su contenido. No hay poema, página o línea que te deje impasible. Si él alude al poeta como "espectador perplejo", nosotros podríamos hacerlo del "lector perplejo". Parte de la culpa de que eso ocurra habrá que atribuírsela a su traductor, Jordi Doce, que ha sabido trasladar a nuestro idioma la riqueza verbal y conceptual de Simic, un autor que conoce muy bien. Un logro, insisto. Y una reincidencia: no es la primera vez que vierte al español su poesía, de la que fue temprano introductor en España. De hecho, este libro estuvo a punto de publicarse hace años aunque la cosa quedara en intento. Ahora, debidamente revisado, se nos ofrece, como decía, en perfecta forma para que el lector disfrute de una poesía tan singular como efectiva; tan imaginativa como real; tan propia como ajena y, en fin, tan de un lugar (que uno asocia en este libro, grosso modo, a lo estadounidense) como de cualquiera. Si de cosmopolitismo sabe alguien, ése es Simic, un norteamericano nacido en Belgrado, antigua Yugoslavia, en 1938, sobreviviente de aquella convulsa Europa que nunca ha dejado del todo atrás.
En tres partes se agrupan los poemas en prosa de esta obra que marca un antes y un después tanto en su trayectoria -fin y principio de dos etapas distintas- como en la de la pequeña historia de la poesía contemporánea.
Quienes conozcan sus memorias, Una mosca en la sopa, publicadas también por Vaso Roto, asociarán situaciones vividas por Simic a ciertos poemas del libro, plenos de esa fuerza que les caracteriza.
Ni el mundo se acaba, aunque a ratos lo parezca, ni la poesía de Simic. Es muy de agradecer que traductores y editores sigan en su noble empeño de revelarnos la voz de uno de los grandes poetas de estos apocalípticos tiempos.
En tres partes se agrupan los poemas en prosa de esta obra que marca un antes y un después tanto en su trayectoria -fin y principio de dos etapas distintas- como en la de la pequeña historia de la poesía contemporánea.
Quienes conozcan sus memorias, Una mosca en la sopa, publicadas también por Vaso Roto, asociarán situaciones vividas por Simic a ciertos poemas del libro, plenos de esa fuerza que les caracteriza.
Ni el mundo se acaba, aunque a ratos lo parezca, ni la poesía de Simic. Es muy de agradecer que traductores y editores sigan en su noble empeño de revelarnos la voz de uno de los grandes poetas de estos apocalípticos tiempos.