Cajas con libros en Yuste. / TONI GUDIEL |
La acreditada periodista de HOY Merche Barrado dedicó hace unos días un amplio reportaje a la biblioteca perdida del Real Monasterio extremeño de Yuste, donada por los monjes jerónimos, antiguos inquilinos del convento, a la Universidad Pontificia de Comillas en Madrid. En un tono más personal, también volvió sobre el asunto en su columna sabatina Un mundo raro. El caso es que, 40.000 ejemplares, al parecer, han volado. La denuncia pública de los hechos ha sido obra de José Vicente Serradilla, con motivo de la presentación de un libro suyo basado en un manuscrito hallado en aquellas estanterías.
La oposición socialista exige a las autoridades autonómicas que intenten la devolución de los fondos (donde se incluye la donación del legado de Vicente Cadenas y Vicent que nunca debió marcharse de ese lugar por decisión testamentaria de su antiguo propietario). Los populares argumentan que, en vez de llorar ahora, debieron defender con uñas y dientes (que diría Monago) la custodia de esa biblioteca como responsables que eran de la cultura regional cuando esos lamentables hechos sucedieron.
No tengo argumentos de peso para sacar conclusiones al respecto. Sí estoy seguro, en todo caso, de que la Consejería de Cultura estuvo durante la época de Fernández Vara en manos de incompetentes y, por eso, no me extraña nada lo ocurrido. Vamos, por decirlo aún más claro: me cuesta creer que eso hubiera pasado con otros administradores. Lo que sí me sorprende es que ni siquiera Antonio Ventura Díaz, alma de la Fundación Academia Europea de Yuste, con sede en la última morada del emperador Carlos I, lo pudiera evitar. Una pena.
No tengo argumentos de peso para sacar conclusiones al respecto. Sí estoy seguro, en todo caso, de que la Consejería de Cultura estuvo durante la época de Fernández Vara en manos de incompetentes y, por eso, no me extraña nada lo ocurrido. Vamos, por decirlo aún más claro: me cuesta creer que eso hubiera pasado con otros administradores. Lo que sí me sorprende es que ni siquiera Antonio Ventura Díaz, alma de la Fundación Academia Europea de Yuste, con sede en la última morada del emperador Carlos I, lo pudiera evitar. Una pena.