Ya dijo uno hace mucho aquí que el tal Floriano daría que hablar. Le conocíamos de sobra en Extremadura como para presuponer su gloriosa carrera política en Madrid. Se quedó uno corto. Tras resucitar a González Pons, al que sustituyó como portavoz popular, anda por los periódicos y las tedetés amigas, por las radios hermanas para defender lo indefendible y para hacerlo, además, de la peor manera posible. ¡Qué bien se explica este hombre! Y luego se quejan de los pobres maestros. Cómo lo hará que hasta Javier Marías se ha fijado en él, todo un honor. En un artículo publicado en El País Semanal le dedica esta frases: "Pero, con todo, no me digan que no tiene gracia que el mayor hazmerreír
del momento, un tal Floriano, se ponga un día ante las cámaras, con sus
espantosos corbatones de gangster secundario, y suelte que es imposible despedir legalmente a un tal Sepúlveda, ex-marido de ministra implicado en la trama Gürtel, y a la mañana siguiente sus jefes despidan a ese ex tan legal y tranquilamente." También le menciona al final: "Hay días en que uno se sobrepone al panorama tétrico, y entonces lo ve
todo tan chistoso que, lejos de unirse a las voces que piden la dimisión
de este Gobierno y de otros políticos de diferentes partidos, desea que
duren, que no se vayan, que sigan haciendo el idiota y soltando
memeces, provocando la irrisión de la ciudadanía, rizando el rizo de la
majadería, justificando los desmanes y embustes con razonamientos
ridículos (es un decir, lo de razonamientos); y que continúen exhibiendo
en televisión a ese Floriano que, si no fuera tan atravesado, guardaría
cierta semejanza con Chico Marx, el soso de los famosos hermanos; con
sus corbatones. No me digan que, dentro del desastre, no es un detalle
que nos diviertan tanto". ¡Cómo estamos quedando! El paso siguiente será recordar que el personaje es extremeño. Como antes. Ya están tardando. Veremos.