24.6.13

Bergamín

Lo más cerca que uno estuvo de Bergamín fue allá por 1983, hace treinta años. En agosto de ese año, recién iniciado nuestro viaje de novios a bordo de un flamante mini amarillo, hicimos escala en la ciudad (veníamos de Gijón y Santander e íbamos camino de la Costa Brava) y nos alojamos en el Monte Igueldo. Por la noche, unas pocas horas después de la llegada, bajamos a pasear y cenamos en el snack del hotel de Londres y de Inglaterra, donde estuvo alojado unos meses el poeta y editor y que al parecer seguía visitando con cierta frecuencia. Al menos hasta que su salud se lo permitió. Unos días después moría el autor de La música callada del toreo.
José Luis Catalinas escribe un reportaje en El País a propósito de unos poemas inéditos que escribiera en su segundo exilio parisino, entre 1964 y 1970 y que envió a su hijo Pepe y a su nuera Pilar con una carta fechada el 13 de abril de 1969.
Selecciono dos que me han gustado especialmente:

Cuando un manchego en La Mancha
de veras se vuelve loco
no se vuelve Don Quijote
sino que se tira a un pozo.

Al fin se acabó la historia.
Y tú te quedaste, al fin,
solo y sin pena ni gloria.