Según el dicho, las comparaciones son odiosas; no obstante, uno no tiene
más remedio que fijarse en las apreciables diferencias que se
establecen entre realidades que deberían parecerse, pero que apenas se
asemejan. Desde fuera al menos. Por ejemplo, entre las dos escuelas de
letras que se han creado en los últimos meses en Extremadura. Una en
cada provincia. En sus capitales, mejor. ELE (Escuela de Letras de Extremadura de la Fundación Rebross), en Cáceres, y el Centro de Estudios Literarios Antonio Román Díez (CELARD),
en Badajoz. Insisto: cualquier parecido entre ambas parece mera
coincidencia. Bastaría recordar sus respectivos actos, digamos,
inaugurales. Su presentación en sociedad, vamos. Nada que ver. De una
parte, la sobriedad; de otra, el luju. La contención frente al desmelene. Lo civil frente a lo institucional.
Trapiello escribe en el último tomo de sus diarios que "esa de comparar
es una mala hierba difícil de descastar en las personas ociosas". Y en
las ocupadas, añadiría uno.