A finales de agosto llegó la nueva entrega de la revista asturiana y, como siempre, cargada de textos de interés. Así, entre otros (no los he leído todos), a Cioran dedica Bruno Mesa un ensayo en el que sostiene su condición de humorista; Juan Lamillar se acerca, con conocimiento de causa, a otro ensayista: el polémico Aquilino Duque, poeta ante todo; un feliz descubrimiento me ha parecido la poesía del sueco Lars Gustafsson, el autor de Muerte de un apicultor, del que Andrés Catalán y Neila García traducen un puñado de poemas; otro hallazgo: la poesía de Txema Martínez, que presenta y traduce Antonio Cabrera, con anuncio incluido de una antología del catalán; Felipe Benítez publica "Cerillas húmedas", impromptus y aforismos con la agudeza que le caracteriza, mucho más que meras ocurrencias; mi paisano Marciano M. Martín sigue con sus interesantes pesquisas judías, esta vez en torno a sefarditas y republicanos en el destierro; Ernesto Baltar escribe un luminoso ensayo sobre el Santayana viajero, tan del sentido común en esto como en todo, que da gusto leer; Pablo Antón Martín Estrada visita la casa de Pascoaes, junto a Amarante, y uno se ha acordado de Viaje a Pascoaes, el libro de António Cândido Franco que tradujo Antonio Sáez para la extinta colección 'Viajeros y estables' de la Editora Regional de Extremadura; y otro paisano, Manuel Neila, relata un viaje a Katmandú.
No falta un abundante número de reseñas (firmo una, dedicada al libro de José Teruel sobre los años norteamericanos de Cernuda, que publicaré aquí un día de estos) y un curioso texto de José Cereijo en torno a "ciertas imprudencias borgianas". Seguimos.