30.9.13

La cultura y la vida

Sergio Vila-Sanjuán, barcelonés del 57, confiesa haber tenido "la inmensa suerte de poder dedicarme de forma continuada, desde hace treinta y seis años, al periodismo cultural". Desde 1987, en La Vanguardia, donde dirige el acreditado suplemento Cultura/s, Premio Nacional al Fomento de la Lectura del año 2013. 
En Libros de Vanguardia, colección de su periódico, ha aparecido La cultura y la vida, un volumen muy bien editado y con sugerentes ilustraciones en el que el periodista y escritor (Premio Nadal de este año) reúne un conjunto de catorce crónicas. Con él damos un paseo por el Bucarest de Mircea Eliade (el libro no podía empezar mejor); conocemos el primer taller literario del ámbito hispanoparlante, que puso en marcha el novelista chileno José Donoso en Sitges (días evocados con el suicidio de su hija Pilar al fondo); asistimos a la americanización de la cultura española que propició el programa Fulbright; visitamos un paraíso para bibliófilos, "un edificio espiritual" con 160.000 volúmenes: el Museo Bodmer de Ginebra; observamos la creatividad de Ferran Adrià y "su obsesivo interés por documentar su trabajo"; o vemos la pintura realista y sorprendente (que uno desconocía) de los hermanos Santilari.
Ya en Barcelona, su ciudad del alma, ciudad de los libros (qué bonito el texto dedicado a sus librerías) Vila-Sanjuán documenta el proceso que llevó al fusilamiento del pedagogo y activista Ferrer Guardia; la vida cultural de la burguesía barcelonesa de antes de la guerra (al recuperar la insólita figura de Isabel Llorach, fundadora del Conferentia Club, que se reunía en el Ritz) y de la posguerra (a partir de los dietarios del escritor Luis Monreal); rescata la memoria de su tío Pipe, "Conde de Miramar", guionista y productor de La saga de los Rius; rememora el "endemoniado rodaje de la película Tuset Street" y, entre otros asuntos, viajamos con él hasta el boom del diseño (hay una foto memorable con Barceló, Mariscal y otros que da fe de aquel efervescente momento), las revistas modernas (como Diagonal Sur-Expres), los grupos literarios imposibles (de uno de ellos llegó a formar parte, junto a Marcos Ordóñez, Llàtzer Moix e Ignacio Vidal-Folch, entre otros letraheridos modianescos) y los bares de noche en los felices ochenta, los que preludiaban una nueva ciudad erigida sobre el olimpismo.
Que ha sido y es un testigo de excepción, como suele decirse, lo demuestra, pongo por caso, su retrato de "un señor de Barcelona", Lluis Permanyer, Perma para los amigos.
Todos los textos se acogen a lo que Herrscher denominó "periodismo narrativo", escritos con una estructura semejante a la de cualquier relato. Son mezcla, en equilibrio, "de vivencia personal de una situación y testimonio de los personajes implicados". Nunca dejan de lado a la Historia, carrera que cursó Vila-Sanjuán.
Comenta, en fin, que su colega argentino Leonardo Faccio le decía que sólo podía hacer buenos artículos a partir de obsesiones y añade que no pocas de las suyas están en estas páginas. 
Está claro que Sergio Vila-Sanjuán ha hecho de la cultura su vida. Y ésa es una inmensa suerte para sus lectores. Que dure.