Que, a pesar de Borges, no siempre sucede en el pasado. No al menos para Antonio Rivero Taravillo (Melilla, 1963), autor de La lluvia, que publica, en una hermosísima edición, la sevillana Renacimiento y que sucede, en lo que a libros de poesía se refiere, a Farewell to Poesy, El árbol de la vida y Lejos.
No es cosa de descubrir a estas alturas a Taravillo, un tipo inquieto donde los haya, y menos aquí, en un rincón que frecuenta. Por lo demás, son numerosas las reseñas que ya ha merecido esta entrega.
Uno se queda con la claridad y la sencillez de una poesía escrita en el tono bajo de las confidencias, tan fiel a las impresiones. Con los poemas breves, sobre todo, acaso porque lo que él dice se ajusta mejor a esa medida. Como al aire oriental, que le sienta tan bien a esta manera de ver y de decir; que cala, se diría, en estos versos como el agua que cae del mismísimo cielo. Por ejemplo, en la occidental Irlanda.
Predomina, sí, lo escueto. Las distancias cortas. La memoria. Lo cotidiano, que reflejan mejor que nada los objetos: el frigorífico, las gafas...
Serenan estos versos. Y acompañan, como sólo saben hacerlo los amigos. Sí, epifanías.
No es cosa de descubrir a estas alturas a Taravillo, un tipo inquieto donde los haya, y menos aquí, en un rincón que frecuenta. Por lo demás, son numerosas las reseñas que ya ha merecido esta entrega.
Uno se queda con la claridad y la sencillez de una poesía escrita en el tono bajo de las confidencias, tan fiel a las impresiones. Con los poemas breves, sobre todo, acaso porque lo que él dice se ajusta mejor a esa medida. Como al aire oriental, que le sienta tan bien a esta manera de ver y de decir; que cala, se diría, en estos versos como el agua que cae del mismísimo cielo. Por ejemplo, en la occidental Irlanda.
Predomina, sí, lo escueto. Las distancias cortas. La memoria. Lo cotidiano, que reflejan mejor que nada los objetos: el frigorífico, las gafas...
Serenan estos versos. Y acompañan, como sólo saben hacerlo los amigos. Sí, epifanías.