20.4.15

Palabra contra palabra

Enrique Baltanás (Alcalá de Guadaira, 1952), machadiano de pro, novelista, traductor, aforista, docente, ensayista y bloguero, es ante todo poeta. Reunió en la antología Medidas provisionales los poemas más significativos de sus primeros cuatro libros (Ex libris, La tarde en las almenas, Las señales del fuego y Papel de música) y a esa miscelánea le siguieron El argumento inacabado y Trece elegías y ninguna muerte. Presenta ahora, de la mano de Pre-Textos, Las propiedades del aire, Premio Unicaja de Poesía, uno de los más veteranos del panorama. El jurado de la XXIX edición, conviene señalarlo, estuvo compuesto por Felipe Benítez Reyes, Manuel Borrás, Vicente Gallego, Álvaro García y Antonio Garrido Moraga. No se le escapó a este selecto grupo la calidad del libro de Baltanás. Me atrevería a decir, que a ningún lector de poesía le habría pasado desapercibida. Con la obra en la calle, ya no es necesario hacer conjeturas. Le va muy bien al tono de los treinta poemas que contiene ese sobrio y elegante gris que el editor ha elegido para las cubiertas. No porque estemos, en el peor sentido, ante una poesía gris (si acaso, a su modo, griste, por decirlo con Trapiello), sino por lo que tiene de clásica y discreta, en su mejor significado. Todo es aquí claridad y sensatez, que no es lo mismo que normalidad. Lo normal no es, qué más quisiéramos, escribir poemas así. Su poética, en fin, podría basarse en estos versos de "Palabra contra palabra": "Las palabras son sombras / que persiguen la luz."
El poeta, "un hombre desvalido y solo", como escribiera Aldana (al que se cita en la apertura del libro), se enfrenta a su situación y al mundo sin ánimo de queja, sí, pero con la nítida conciencia de que "todas las horas ya han pasado". "Porque duele vivir". Consciente de que "la vida es una lengua extraña / para mí mismo hermética y oscura". Es alguien que acepta su condena porque "huir de esta prisión es imposible". Dos cifras, el año del nacimiento y el de la muerte: "eso es todo". En medio, en ese guión que separa ambas fechas, el amor (al que dedica no pocos poemas: "Porque el amor a veces nos nubla como niebla. / Duele el amor lo mismo que el deseo, / como duele el olvido lo mismo que el recuerdo", leemos en "Historia ambigua"), la tristeza ("La tristeza de nunca": "Esta tristeza mía no es de ahora"), la cátedra ("Es la clase. Y explico a mis alumnos, seriamente,..."), la inquietud por el paso del tiempo ("Reloj de sombra"), el suicidio ("Un suicida" se titula uno de los mejores poemas del conjunto), "el río de todos los veranos" (en el que hay que nadar siempre), el dolor ("No existe la alegría / sino para quien ha vivido o vive en el dolor", dice en un poema escrito a partir de otro de Amalia Bautista), las mujeres (hermoso su "Mujeres de otro mundo"), la derrota (los dos últimos poemas del libro llevan títulos alusivos: "De batallas perdidas" y "La flor de la derrota", un perfecto colofón con rima)...
Me gusta mucho el aire popular de los poemas agrupados en "Cancionerillo encontrado". También "Nada", "Cifras y códigos" o "A la espera". 
"Las verdades, si son, son como puños", escribe Baltanás, y en estas páginas se encuentran por poco que las busques. En otra parte, el citado poema "A la espera",  dice: "Retirado en su estudio un hombre vive, / esperando en silencio, / de soledad rodeado". Allí, entre "vidas, sombras, luces, muertes".