Andy Solé/HOY |
La cara de GHB, a la izquierda de la fotografía de Andy Solé tomada en la placentina Sala Verdugo la noche que acudí como invitado al Aula de Literatura José Antonio Gabriel y Galán y, de paso, presentamos Más allá, Tánger, lo dice todo. ¡Cuánto poeta! Sí, y cuánto de tó, en lo que a la literatura (y más) se refiere. Lo que empezó como broma, eso de la plaga, aunque a alguno le moleste el término elegido, a propósito de una lectura veraniega de jóvenes poetas placentinos en la placita de San Martín, se ha convertido en un fenómeno digno de ser comentado en un amplio reportaje por el periodista Claudio Mateos, del diario HOY. En el fondo, me alegro de ese titular: "Una «plaga» literaria invade Plasencia". Las hay peores. Luego, eso sí, el tiempo dirá. Y será, ay, inflexible.
Con todo, lo de la "plaga" viene de lejos. Mi incansable tío Paco acaba de desempolvar de su archivo un curioso documento donde se da fe, y en el mismo periódico, de mi primera lectura pública de versos. Lo da a conocer en su blog, Abitaex. Fue en marzo del 79 y en el Centro Social, sede del Ministerio de Cultura en la ciudad, donde trabajaban mi pariente Pedro Berrocoso (una persona fundamental en el afianzamiento de mi inclinación literaria) y Juan Paiva, donde empecé a coincidir, además de en la librería Cervantes, con Gonzalo Hidalgo Bayal. En mi debut me acompañaron Felipe Muriel, el único poeta titulado, su compañera de estudios filológicos Mari Ángeles Hermosilla y el que, como recuerda el presidente de Pedro de Trejo, fuera primer alcalde placentino de la Democracia, Pepe Mariño.
La relación de Plasencia con la literatura, por lo demás, y ahora me pongo un poco serio, viene de antiguo. Lo dije, sin un ápice de soberbia (aunque alguno así lo interpretara), pero con una pizca de orgullo juvenil, cuando hace también muchos años presentamos, en presencia de Ángel Campos y en el altillo de la mencionada librería, la antología Poetas en el Aula, que incluía a varios poetas incipientes de aquí. Uno entiende, con las debidas cautelas y con unos cuantos libros que lo avalan por delante, que esa es una tradición nuestra que, ya se ve, no cesa. Y que, para colmo de bienes, está abierta al mundo, por más que a la novelista Marta Sanz se le haya escapado constatarlo en su reciente reportaje sobre la Muy, que diría ASO, publicado en El Viajero de El País.
El avispado Julio Pérez me propuso hace unos meses dibujar el mapa histórico -desde dentro- de los escritores placentinos para la nueva edición -la decimocuarta- del curso Memoria Histórica de Plasencia, un empeño que alguien con la debida preparación y el suficiente entusiasmo debería emprender. A pesar de que decliné la amable invitación, hay materia.
Termino. Hoy empieza la Feria del Libro. Con algunos plaguenses, cómo no, en el programa. Ah, la mejor vacuna, leer.
Con todo, lo de la "plaga" viene de lejos. Mi incansable tío Paco acaba de desempolvar de su archivo un curioso documento donde se da fe, y en el mismo periódico, de mi primera lectura pública de versos. Lo da a conocer en su blog, Abitaex. Fue en marzo del 79 y en el Centro Social, sede del Ministerio de Cultura en la ciudad, donde trabajaban mi pariente Pedro Berrocoso (una persona fundamental en el afianzamiento de mi inclinación literaria) y Juan Paiva, donde empecé a coincidir, además de en la librería Cervantes, con Gonzalo Hidalgo Bayal. En mi debut me acompañaron Felipe Muriel, el único poeta titulado, su compañera de estudios filológicos Mari Ángeles Hermosilla y el que, como recuerda el presidente de Pedro de Trejo, fuera primer alcalde placentino de la Democracia, Pepe Mariño.
La relación de Plasencia con la literatura, por lo demás, y ahora me pongo un poco serio, viene de antiguo. Lo dije, sin un ápice de soberbia (aunque alguno así lo interpretara), pero con una pizca de orgullo juvenil, cuando hace también muchos años presentamos, en presencia de Ángel Campos y en el altillo de la mencionada librería, la antología Poetas en el Aula, que incluía a varios poetas incipientes de aquí. Uno entiende, con las debidas cautelas y con unos cuantos libros que lo avalan por delante, que esa es una tradición nuestra que, ya se ve, no cesa. Y que, para colmo de bienes, está abierta al mundo, por más que a la novelista Marta Sanz se le haya escapado constatarlo en su reciente reportaje sobre la Muy, que diría ASO, publicado en El Viajero de El País.
El avispado Julio Pérez me propuso hace unos meses dibujar el mapa histórico -desde dentro- de los escritores placentinos para la nueva edición -la decimocuarta- del curso Memoria Histórica de Plasencia, un empeño que alguien con la debida preparación y el suficiente entusiasmo debería emprender. A pesar de que decliné la amable invitación, hay materia.
Termino. Hoy empieza la Feria del Libro. Con algunos plaguenses, cómo no, en el programa. Ah, la mejor vacuna, leer.