30.1.18

Trazos del Salón: un balance

El pasado domingo se clausuró en el placentino Centro Cultural Las Claras Trazos del Salón. Una obra abierta, exposición en la que se han podido ver excelente obra nueva (salvo en un par de casos, por fallecimiento) de Albano, Alberto Pina, Andrés Talavero, Emilio Gañán, Hilario Bravo, Javier Fernández de Molina, Jesús Alonso, José Carmona, José Carralero, Julián Gómez, Manuel Mediavilla, Manuel Vilches, Mar Solís, Marta Maldonado, Miguel Galano, Morán Sociedad Artística, Núñez Arias, Ofelia García, Pedro Gamonal, Pedro Proença, Romeral, Santiago Morato, Teruhiro Ando, Tete Alejandre y Vega Ossorio, ganadores que fueron del concurso. 
En su origen, sí, la memoria del Salón de Otoño de Pintura de Plasencia y de su secuela, el Premio Internacional de Artes Plásticas Obra Abierta. Y, claro está, la reivindicación de los fondos del mencionado certamen, en poder de la Fundación Caja de Extremadura, para esta ciudad. Para que no sigan almacenados de cualquier manera y colgados o expuestos en cualquier parte. A su amparo se tendría que crear ese centro de arte contemporáneo que algunos placentinos, con el Ayuntamiento a la cabeza, conciben. Con la debida modestia, pero con sana ambición e ineludible criterio. 
Tras la conferencia inaugural del crítico de arte y presidente de AECA Tomás Paredes (que se centró en la historia del Salón, sin olvidar la rica historia de esta noble, leal y benéfica ciudad), la de clausura, impartida por la catedrática de Historia del Arte de la UEX María del Mar Lozano Bartolozzi (que ilustró a los asistentes con ejemplos e ideas sobre los nuevos contenedores, digamos, del arte, que habrá que tener muy en cuenta), y la mesa redonda que a uno le tocó moderar en torno a lo mismo y en la que tomaron la palabra Antonio (Franco (Director del MEIAC), María Jesús Manzanares (pintora), Antonio Morán (escultor) y Amparo Moroño (gestora cultural), cabe extraer algunas conclusiones.
Para empezar, destacaría el éxito de la convocatoria. La muestra ha sido visitada y a los actos ha acudido mucha gente. Más, confieso, de la que uno pudo, a priori, imaginar. No se me escapa que una buena parte de la culpa se debe al trabajo de Santiago Antón, alma del proyecto, y de Juan Ramón Santos, corresponsable de esta iniciativa. 
De cada una de estas actividades se pueden obtener lecciones razonables. De lo ya realizado y, lo que más importa, de lo mucho que queda por hacer. Como en la imagen creada por Salvador Retana, "confiamos en abrir puertas", en feliz expresión de Antón.
Sin despreciar ninguna aportación (incluidas las de quienes intervinieron al final de la mesa redonda), pues todas han sido sustanciales, acaso lo más práctico surja de lo escuchado a Franco y a Barlozzi. La experiencia es un grado, y a ellos les sobra. Los dos coincidieron en un hecho capital: la conexión portuguesa; pequeños pero importantes centros de arte en Elvas, Évora y Castelo Branco, ciudades de La Raya parecidas a la nuestra.
Al primero le debemos un bonito gesto: el ofrecimiento de fondos del MEIAC para una segunda exposición. Podrían organizarse también actos paralelos. Para demostrar que ni en el arte ni en la literatura las cosas son ya como antes. Que una librería o una biblioteca no puede contentarse con su función primigenia: la de vender libros y prestarlos, respectivamente. Del mismo modo que un museo no debe servir tan sólo para enseñar obras allí guardadas. Ni siquiera en el caso de una muestra temporal.
Eso ha faltado, por ejemplo, en la que nos ocupa: la proyección didáctica, otra de las claves de ésa y de cualquier actividad artística que se precie. No digamos de un centro de arte.
Me gustaría destacar también unas palabras del citado Santiago Antón, leídas en la conferencia de clausura: "Para que ese proyecto sea realizable, nos gustaría que quienes tienen la responsabilidad de gestionar los fondos artísticos del Salón de Otoño de Pintura y de Obra Abierta, no mantuvieran un tono imperturbable e impasible ante el asunto que nos ocupa y atendieran la petición de llegar a un acuerdo con las instituciones públicas. Un acuerdo por el que el Ayuntamiento de Plasencia ya ha manifestado su interés (estas jornadas son una buena muestra) y ha propuesto, nos consta, una mesa para el diálogo. Falta que la otra parte, la propietaria de la colección, la Fundación Bancaria Caja de Extremadura, vinculada a Liberbank, acepte la discusión del proyecto propuesto". Es evidente que si siguen dando la callada por respuesta (un silencio que roza, no me cabe duda, la mala educación), la empresa será aún más complicada. No son imprescindibles esos fondos, pero sí son deseables. Lo otro sería empezar desde la nada.
A esta situación se ha referido hace poco el viajero Alonso de la Torre, de paso por Plasencia, en su artículo "Cajas de Cáceres y Badajoz", porque no todo es visitar restaurantes y comer. Y porque está, como nosotros, contra el "arte de almacén".
Lo importante ahora, piensa uno, es sumar voluntades. La artista María Jesús Manzanares, pongo por caso, ya está en ello. La sociedad civil placentina (y la política), por encima de los platovi (por parafrasear al citado periodista cacereño: los placentinos-de-toda-la-vida), la más cosmopolita y menos alicorta y patriotera, debe hacer suyo este proyecto. Y, en consecuencia, defenderlo. No sólo en teoría, por supuesto. En esta ciudad monumental, edificios hay. Mientras, el alcalde tendrá que obtener alguna respuesta de la silenciosa Fundación que posee esos fondos. Al menos de los paisanos que están sentados allí. No está solo.
Continuará.