8.2.18

Cinco forasteros

En la quietud del mundo, de Shinkichi Takahashi (Ehime,1901- Tokio, 1987), reúne poemas -traducidos por  José Luis F. Castillo y Kyoko Mizoguchi- del que fuera introductor del dadaísmo en Japón, aunque los versos de esa etapa hayan quedado fuera debido a la dificultad de verter al castellano elementos tipográficos que mezclan caracteres japoneses y occidentales, según explica en su minucioso prólogo Castillo. Uno cree que no es demasiado importante que se haya prescindido de esa etapa vanguardista en favor de la que, podemos decir, predomina en su obra, esto es, la que se adentra "con mayor hondura por los caminos expresivos del budismo zen", por más que, debido a "su vocación renovadora", no adoptara las formas poética tradicionales de esa escuela: el haiku y el kanshi.
Su vida fue en sí misma una novela. Vagó en su juventud por el país, estuvo tres años recluido por una crisis mental aguda, se dedicó al periodismo, la práctica de la meditación le llevó a ordenarse como monje rinzai zen y pasó los últimos años de su vida en el barrio Nakano de Tokio, una vieja aspiración de este cosmopolita de provincias. Allí se casó y tuvo dos hijas. 
Pero lo más importante es, sin duda, su poesía. Al leerla, con su melancolía y su lucidez, uno sólo acierta a decir: la poesía era esto. Es esto. Lo demás sobra. Qué gran acierto presentar a este inmenso poeta al lector español. 

No es la primera vez que Visor publica una antología de Rafael Cadenas (Barquisimeto, 1930). Ya en 1999 apareció una. Ahora, bajo el título de Antología poética ve la luz la segunda. Y otra vez, como ha ocurrido recientemente con el estupendo florilegio de la mexicana Rosario Castellanos (que he reseñado para la revista Clarín), la edición es de Jesús García Sánchez, más conocido como Chus Visor. Desconocía uno esa faceta filológica, digamos, del responsable de una colección ya milenaria (en títulos), pero debo confesar que el prólogo que firma -largo y hondo- es digno de un especialista en la obra monumental, en todos los sentidos, del poeta venezolano que volvió a quedarse -una decisión injusta- sin el último Premio Cervantes.
J. G. S. dice que "Cadenas busca en la poesía una manera más explícita de expresar la derrota y el desencanto". Que en la escritura encuentra un "paliativo". Que "ha creado un mundo propio donde reina la transparencia, la sensibilidad y la lucidez junto a la incertidumbre y la perspicacia". Alude a la "ausencia de palabras innecesarias" y a que "la exactitud en el lenguaje es el único camino para alcanzar el sentido secreto de las cosas". No olvida mencionar el "misterio", término inseparable de esta poesía. Estamos, sin duda, ante un "poeta sin parangón" y recuerda unas palabras suyas que le definen: "El poeta moderno habla desde la inseguridad. No tiene más asidero que la vida".
No faltan en la selección poemas fundamentales como "Fracaso", "Derrota" o "Ars poética". Ni muestras de casi todos sus libros.
Quienes no se haya acercado nunca a Cadenas tienen ahora una ocasión de oro. Los que ya hemos fatigado sus versos, otra excusa para seguir disfrutando de su inmensa poesía. 

Lugar de un día, del griego Zanasis Jatsópulos (Aliveri, Eubea, 1961), que publica con pulcritud y esmero Miguel Gómez Ediciones, es un libro que incluyen tres ciclos de temática afín. Dos de ellos: Cual si presente y Lugar de un día (Señales de vida), que tuvieron una primera salida por separado, se publicaron al final en Complejos y carnales (2003), y el tercero, Con el quebrado hálito del tiempo, que formó parte de Cara a tierra (2012). 
El solvente traductor, Vicente Fernández González, profesor de griego en el Departamento de Traducción e Interpretación de la Universidad de Málaga, es también el responsable de la selección, que cuenta con la venia del autor. 
Cabe añadir que Jatsópulos es psiquiatra infantil con consulta, como psicoanalista, en Atenas. También que ha traducido a Tournier, Jaccottet, Chateaubriand, Cioran, Valery y Virginia Woolf.
No es la primera vez que su poesía se vierte al español. Fernández González ganó en 2003, y por segunda vez, el Premio Nacional de Traducción con otro de sus libros: Verbos para la rosa del poeta griego, que vio la luz en la misma editorial malagueña.
De su poesía diría que es concisa, sobria, elíptica incluso, pero llena de luz, carnal y descriptiva. Está cargada de imaginación, sensualidad y misterio. Poesía de la memoria: "Se adentra lentamente la memoria en el olvido". De "la verdad del ser humano en medio de lo que respira". En "Áspera quietud" leemos: "Cruzamos intempestivos / La penitencia del silencio". 
Poesía, en fin, que a uno le parece conseguida tras un paciente y cuidadoso destilado. Donde la precisión es, sin duda, ley.

Hilario Barrero, su traductor, ya nos presentó poemas de Sara Teasdale hace unos meses en la revista Clarín. Aquellos y muchos más aparecen ahora en Luces de Nueva York y otros poemas, una antología de la malograda poeta norteamericana (que acabó suicidándose) publicada por Ravenswood Books Editorial.
Esa famosa ciudad, donde Teasdale residió la mayor parte de su vida, es el tema fundamental del libro. En esos años, por cierto, en que aquélla se convirtió definitivamente en la urbe por excelencia de los rascacielos -torres dice ella. River to the Sea, volumen al que pertenecen la mayor parte de estos poemas, apareció en 1915.
Al leer los títulos me recordaba a Fonollosa, que también utilizaba las direcciones en sus rótulos. Y por lo que de urbanos, claro, tienen estos versos. Y hasta de cinematográficos. Fue una gran observadora: su mirada es esencial, como se aprecia en los poemas más breves.
Las "ventanas altas" me han llevado a Larkin, que también miró desde arriba.
El amor cobra aquí gran importancia. Tanta como Nueva York. Estos paseos por las avenidas y los lugares suelen serlo en compañía de sus amantes. Y con ellos dialoga entre versos. Con un deje de romanticismo entre nostálgico y melancólico: "mi mundo entero está en tus brazos: / mi sol y estrellas eres tú". "Estoy sola a pesar del amor", escribió en "Sola". Y más abajo: "a veces no estoy contenta de vivir". Y luego: "ámame, mi amor, la vida no dura" (en "Un jardín cubano"). En otro sitio reconoce: "es mi corazón el que compone mis poemas, no yo".
Uno de ellos se titula "A una canción castellana". Como ejemplo de su excelente quehacer, elegante en su tono decadente, me inclino por "Desde la torre Woolworth", que por sí solo hubiera justificado la ejemplar labor de Barrero, otro neoyorkino de pro. De su mano, tal vez el verano haya vuelto a venir otra vez.

El esloveno Brane Mozetič (1958, Ljubljana), publica en la editorial Baile del Sol su libro Esbozos inacabados de una revolución, traducido por Marjeta Drobni. No es la primera vez que se vierten sus poemas (ni sus narraciones o sus libros ilustrados para niños) al castellano (aquí o en América). En una elocuente reseña publicada en su extinto blog de El Cultural, recordaba Martín López-Vega, por ejemplo, Poemas por los sueños muertos (MaRemoto, 2004, que dirigían los poetas Aurora Luque y Jesús Aguado) y Banalidades (Visor, 2013, con prólogo de Luis Antonio de Villena).
Lo personal (traído a través de la memoria) y la historia (y no de cualquier parte de Europa: Eslovenia, la antigua Yugoslavia) confluyen en esta poesía prosaica que, sin embargo, es pura lírica. El título de la obra no llama a engaño. Y que esto es poesía civil, tampoco. En el prólogo, Matías Escalera Cordero califica al libro de "excepcional y vibrante" y alude a su "prosa poética delicada pero certera". Hay "verdad", sí, en estos versos o versículos que carecen de mayúsculas, llevados sobre todo por el tono natural pero apasionado de alguien que recuerda. Aunque "remover el pasado es un poco embarazoso". Su infancia ("yo fui un bastardo que me crié acá y allá"), por ejemplo. O los avatares de su juventud: su matrimonio, su hijo, su padre ("nunca he tenido la noción de la familia clásica"), el comunismo, la guerra... Predominan los poemas referidos a su sexualidad. A sus relaciones homosexuales, mejor. Se declara un activista gay. La crudeza del relato sobrecoge. También la sinceridad con que narra su agitada existencia donde no faltan las drogas y los problemas mentales: "desde que tengo uso de razón, escribo sobre mí, mi historia". Todo es aquí explícito.
No faltan en ese recorrido con fechas concretas referencias a la vida literaria e incluso a su poética.
"No me ha tocado vivir en paz", confiesa. Basta con leer estos intensos poemas para darse perfecta cuenta de ello.