En España, las librerías no son lo que se dice el negocio perfecto. Entre la crisis (no sólo del sector), y nuestra baja capacidad lectora, unido a nuestro inveterado déficit cultural, son muchas las que se han cerrado estos últimos años. Sí, la de librero (a secas) es una profesión de riesgo. Con todo, claro, hay excepciones. La Puerta de Tannhäuser se puede considerar un ejemplo. Por ejemplar, quiero decir.
Vivo en una pequeña ciudad de
provincias, Plasencia, que pertenece a la región española con los índices más
bajos de lectura. A pesar de un Plan de Fomento de la Lectura puesto en marcha
en 2002, hace tres lustros. Sobre todo porque Extremadura, que así se llama,
venía de un atraso secular digno de lástima. A pesar de eso, hace seis años,
una pareja de jóvenes, Cristina y Álvaro, dejaron Madrid y sus respectivos
trabajos y abrieron la citada librería. Librería y más, ya que en el local
también se pueden tomar bebidas, frías como una cerveza o calientes como un té.
No es, ni con mucho, el grueso del negocio. Digo negocio (es la tercera vez que
empleo esa palabra) a sabiendas: acaban de recibir un premio del Círculo
Empresarial Placentino. Y empresa es. Venden libros. No sólo en directo,
digamos, cara al público, sino también a través de internet. A cualquier parte
de España y del mundo.
Su situación en la localidad es
buena: en una calle que lleva al Parador, un hotel de categoría enclavado en un
edificio histórico muy frecuentado por extranjeros; rodeada, entre otras, de
tiendas de productos delicatessen y con denominación de origen: quesos,
vinos, etc.
Pero no se ocupan en exclusiva de
la venta de libros. Además, los presentan. Por La Puerta pasan al año numerosos
autores, editores, ilustradores... Consagrados y desconocidos. Jóvenes y
mayores. Suelen recorrer un breve circuito que pasa por otras dos librerías,
Intempestivos (de Segovia) y Letras Corsarias (de Salamanca), que se han unido
a ella para formar “La conspiración de la pólvora”, un pequeño consorcio a
favor de la literatura. Por su labor dinamizadora han recibido el acreditado
Premio Nacional al Fomento de la Lectura.
Al confort y bonito diseño de la
librería y al exquisito trato de los libreros (a los que se une Ana, hermana de
Álvaro) se suma la importante selección de libros de sus abundantes
estanterías, que no siempre proceden de las editoriales habituales o grupos
mayoritarios. Editoriales pequeñas y selectas con catálogos cuidados al
servicio del lector más exigente. No falta la poesía, cosa rara, y el ensayo,
un género minoritario, amén del cómic y la literatura infantil.
No dejan de tomar iniciativas.
Han convocado un premio de relato y siempre que pueden salen a la plaza ya sea
con la excusa de la Feria del Libro o de cualquier celebración que lo merezca.
“Estamos aquí porque la gente de
aquí nos apoya”, comentan. De aquí y de fuera. Se han convertido en un
referente de Plasencia y de esta periférica autonomía del oeste ibérico.
Nota: Este artículo se ha publicado en el número 20 la revista griega Φρέαρ/Frear.