Backstage. 18 entrevistas (y algunas notas) alrededor de la poesía contemporánea, de Mauricio Medo (Lima,
1965), autor de Manicomio y Cuando el destino dejó de ser víspera (Poesía reunida 2005-2015), es el resultado de que un buen día, constatando
que "el ego terminó por sepultar la razón de ser de gran parte de las
reseñas", Medo se decidiera a pasarse a la entrevista como método de
análisis de las obras poéticas. Algunos de esos "ejercicios de reflexión y
diálogo" se agrupan aquí, en tres bloques que se corresponden a poetas de
diferentes edades o, si se prefiere, de distintas generaciones. Todos
pertenecen a una corriente central en la poesía "latinoamericana", el
neobrarroco o neobarroso, según el término aplicado por Néstor
Perlongher que tanto se cita en la obra. Hablamos de una poesía de estirpe
vanguardista. De una "poesía de la dificultad". "Lenguaje
sierpe" (Kozer). Contra la poesía "conversacional", digamos. ¿Un
maestro? Nicanor Parra, sobre todos. Y César Vallejo.
La cosa no
podía empezar mejor: la conversación con el exiliado cubano y judío José Kozer,
uno de los grandes poetas de nuestra lengua. "Vengo de un amalgama de
hablas", dice.
Le siguen
poetas como Tamara Kamenszain, Eduardo Milán y Zurita, tal vez el más conocido del
grupo. En todas las entrevistas encontrará el lector que lea con lápiz
iluminaciones e ideas que subrayar, sea o no practicante de esta tendencia
poética.
En el
segundo apartado figuran los nombres de la gallega Chus Pato (con Benito del
Pliego y Xiaoxiao, los españoles de un libro donde aparecen dos
norteamericanos: Mary Jo Bang y Charles Bernstein), Reynaldo Jiménez, Roger
Santiváñez, Rafael Courtoisie, Mario Arteca, León Féliz Batista y Victoria
Guerrero. En el tercero, por fin, Jerónimo Pimentel, H. H. Montecinos, Juan
José Ródinas, Jorge Posada y el colectivo Ánima Lisa.
Hablé de
subrayados. Kamenszain dice que trabaja "escriborroteando". Milán
afirma que la poesía es "un acto contra la pobreza", que además de
escribirla "hay también que generar un pensamiento poético que no excluya
al mundo" y que detesta "a la gente que trafica con el exilio"
(yo también). Zurita, el de "Ni pena ni miedo", dice que se
niega a leer "todo aquello que tenga pretensión artística". Pato
ratifica que escribir un poema es siempre "una experiencia de
lenguaje". Jiménez, por su parte, que escribirla "es ejercer de
crítica tocando connnotaciones", que "el poema no necesariamente
dice, sino hace" (siguiendo a José Ignacio Padilla) y que "el canon
no es la tradición". Recuerda, en fin, que no hay "poeta de valía que
no sea a su vez un lector". Santiváñez, como Kozer, siente una
"necesidad insaciable de escribir apasionadamente poesía todos los
días", una poesía que "crea un mundo aparte, tiene su propia realidad
que es la del lenguaje". Courtoisie cree que "la poesía es capaz de
deslumbrar al lector". "Ni efusión sensible, ni desborde
afectivo". Arteca asume que ésta es "una obra más de ficción",
pariente muy fraternal del cine. Batista, toda una declaración de intenciones,
menciona a Aníbal Núñez y añade que "ciertamente, no espero que se
comprendan ni mi poesía ni mi intención". Declara que ha escrito y
vociferado por ahí su aborrecimiento por lo que considera establecido en
poesía. "Enajenar la poesía de sí misma la hará permanecer",
concluye. Del Pliego, que también cita al poeta salmantino, que está en
contra del "todovalismo" y que escribe desde "un cruce de
caminos", dice que "el diálogo sobre poesía ya es poesía", que
"nada asumido acríticamente tiene interés" y que "la escritura
es cosa de palabras". Guerrero constata: "La poesía no sirve para
nada, entendiendo esto, pasas al momento en el que la poesía te da todo".
Como el resto, Pimentel está contra la "literatura del café con
leche" (Tabarovsky). Explica el siglo XX poético a partir de tres
"movimientos", los que impulsan las obras de Celan, Vallejo y Pessoa.
Montecinos está a favor de "una nueva poesía que no se mueve en términos
exclusivamente literarios, que se empalagan y se hacen literatosos".
Rodinás se declara a favor de la "estética del fragmento" y alude a
"cinco modelos expresivos" en "el panorama de lo
contemporáneo". "Latinoamérica es una provincia del mundo",
afirma. Posada dice que "leer y mirar blogs me da una velocidad y un vigor
especial". Xiaxiao creer que es necesario "rescatar" la obra de
poetas mujeres. Para terminar, Santiago y Rodrigo Vera, Luis Alberto Castillo,
Daniel Sánchez y Michael Prado, integrantes del colectivo Ánima Lisa, confiesan
que "la poesía hace cosas".
Hay mucho
más entre los diálogos y las notas de este libro al que sólo cabe hacer un
reproche: la insuficiente corrección ortotipográfica: hay erratas y errores que
podrían haberse subsanado antes de imprimir. Nimios detalles al margen,
insisto, hay mucho que aprovechar de estas reflexiones poéticas ultramarinas
que completan o complementan las que algunos plantean desde esta orilla del
mismo idioma.
Maurizio Medo
Ediciones Liliputienses, Cáceres, 2017