No deja de sorprender. incluso al lector habituado, la llegada de cada nueva entrega de la veterana revista malagueña Litoral. El último número es espléndido. En lo que al diseño se refiere (la elección de las ilustraciones es exquisita) y en lo que respecta a los textos seleccionados. El motivo: la felicidad. Un asunto complejo. Por eso, para abordarlo desde distintas perspectivas, el índice recoge diferentes apartados: "ser feliz", "la feliz antigüedad" (que abre un artículo de Juan Antonio González Iglesias, que tanto sabe de eso), "el placer de vivir", "la arcadia feliz", "carpe diem", "el instante que se va", "almas dichosas", "naturalmente feliz", "beatus ille", "la alegría" (según Tomás Sánchez Santiago, "único pariente de la felicidad que me es creíble"), "la terapia de la risa", "humor feliz", "ocho maneras de ser feliz", "amor pleno", sexo feliz", "placeres alimentarios", "la felicidad de los libros", "amigos felices", "felicidad fantástica", "felicidad maquinal", "notas felices", "alegres animales", "la engañosa felicidad" y "entre penas y alegrías".
Una muestra literaria de estas dimensiones, con tan largo alcance, no se improvisa. Por eso es necesario ponderar el riguroso, inspirado trabajo de Antonio Lafarque y Lorenzo Saval.
A medida que iba ojeando el índice, me preguntaba dónde podría encajar el poema anunciado por el primero. No soy precisamente la alegría de la huerta y mi poesía tal vez peque de triste. Fue hasta que di con el epígrafe "la felicidad de los libros", que es donde aparece el poema que dediqué a la ciudad holandesa de Deventer y que formaba parte del cuaderno Lugares del otoño (colección "El Astillero" de la revista santanderina Ultramar, 2005) aunque se integró después en el libro Desde fuera. Gracias.