José Mateos (Jerez de la
Frontera, 1963), que publicó en Reunión los poemas escritos entre 1983 y
2003 y ofreció en Poesía Esencial los primordiales, agrupa ahora en un
solo volumen la poesía que ha publicado a lo largo de los últimos treinta años,
en concreto, sus libros Una extraña ciudad (del que
selecciona cinco poemas agrupados bajo el rótulo de “Primeros poemas”), Días
en claro, Canciones, La niebla, Cantos de vida y vuelta,
Otras Canciones, Un sí menor, Primavera, año cero, La
hora del lobo y el inédito Tratamiento y delirio.
Conviene recordar que es
autor de libros de prosa que, en rigor, resultan inseparables de su faceta poética.
La complementan. En ellos “me acerco de una manera más explícita, más incisiva,
a algunas preguntas y revelaciones que están latentes en mi poesía”, explica. “Mi
escritura se concentra en profundizar y en dar vueltas a lo mismo: el asombro
por la belleza del mundo, por la compasión humana y el escándalo por el mal,
por el sufrimiento y el acabamiento de la vida”, concluye.
La lectura continuada de
sus poemas refuerza su “impresión de estar escribiendo un solo libro, el único
libro por entregas”. La coherencia es absoluta. El estilo, cuidado, en busca de
“lo exacto y esencial”, de “factura clásica”, señala en su amical y poético
prólogo Vicente Gallego. Sin perder nunca de vista lo popular, en el sentido
más genuino del término. Las canciones, por ejemplo. De ahí que su voz cuide
hasta el extremo la música que cada verso imprime. Todo desde la discreción (consustancial
a su persona) y la honestidad, sin la “impedimenta” de la retórica y del
ingenio, con un eficaz “ahorro de grandilocuencias” (Gallego dixit). Y
ello, paradójicamente, enfrentándose a asuntos complejos que resuelve, de forma
honda y sencilla, desde lo meditativo (y lo aforístico), sin caer en veleidades
metafísicas, aunque transite por el filo de lo sagrado. Aquí, la “misteriosa
claridad”, a la que llegamos por los “pasadizos secretos” de las palabras, que
crecen desde el silencio “como / nace el musgo en la piedra”, en la “luz tenue”
de los atardeceres. “No a lo más, sino a lo menos”, como San Juan de la Cruz. Sus
maestros, Unamuno, Machado, Dickinson (lo “natural desvelado”), JRJ… Y Zurbarán,
Gaya, Pedro Serna…
La soledad, la muerte,
el miedo, el dolor, la enfermedad, el mar, Dios (“Un Dios que se concibe ya no
es Dios”), el amor, la infancia (“inmarchitable”), la amistad, el tiempo (“esa
única patria: los recuerdos”, lo perdido y lo eterno) son temas que vienen y
van, como algunas personas (su padre o su madre, pongo por caso) y lugares:
Trafalgar, las ruinas de Bolonia… Y los árboles y los pájaros. También se
reiteran algunos símbolos: la noche, la sombra, las nubes, la niebla… Lo
hímnico se impone a lo elegíaco; la alegría (“Vive y alégrate”) a la desdicha,
tan presente en su vida y en su obra. Alude en ocasiones a una inconclusa
“revolución de la mirada” y en lo contemplativo cifra este delicado acuarelista
no poco de su visión lírica: “Lo que miras”. “Escribe lo que has visto”.
La enfermedad, “frontera
indecible”, centra el tono de sus dos últimos libros. En el inédito, un extenso
poema, con una naturalidad que sobrecoge: “Ahora toca decir cada detalle”.
“Morir tiene sabor a almendra amarga”, anota. Con todo, el “deslumbrante
misterio de estar vivo”, le impulsa a confesar: “Celebro / la suerte de haber
sido el huésped de la vida / por un poco de tiempo”. De “canto de gratitud”
habla Gallego. “Yo sólo soy lo que dejó la muerte”, dice. ¡Es tanto!
Los nombres que te he
dado. Poesía reunida (1983-2023)Los nombres que te he dado. Poesía reunida (1983-2023)
José Mateos
Sevilla, Fundación José Manuel Lara. Vandalia, 2024. 448 páginas. 20 €
José Mateos
Sevilla, Fundación José Manuel Lara. Vandalia, 2024. 448 páginas. 20 €
NOTA: Esta reseña se ha publicado en EL CULTURAL.