Esta mañana, antes de las ocho y media, ya estaba uno de nuevo en el Cementerio Alemán, como anticipó la semana pasada. La mañana era fresca, limpia y luminosa. El sol ya estaba alto, en frente del contemplador del paisaje, sobre la Sierra de Tormantos.
El lugar, solitario, como el paseante.
Me he acercado hasta el muro. Desde allí, además de la vista antes descrita, he observado con asombro el huerto ejemplar que allí mismo mantiene un paisano.
He vuelto a leer la lápida de bronce donde se precisan los datos acerca del Cementerio Militar Alemán. En lo de "Militar" nunca había reparado. Tampoco en la cifra exacta de muertos: 180.
He salido de allí con un verso en los labios.
El lugar, solitario, como el paseante.
Me he acercado hasta el muro. Desde allí, además de la vista antes descrita, he observado con asombro el huerto ejemplar que allí mismo mantiene un paisano.
He vuelto a leer la lápida de bronce donde se precisan los datos acerca del Cementerio Militar Alemán. En lo de "Militar" nunca había reparado. Tampoco en la cifra exacta de muertos: 180.
He salido de allí con un verso en los labios.