2.7.05

Sequía

Ayer tarde volví al molino y aproveché para dar mi habitual paseo por los alrededores. Este paseo tiene dos versiones: corta y larga. En la primera dura cuarenta y cinco o cincuenta minutos, según el día, y la segunda, casi siempre, una hora y media.
Nunca había visto el campo así. Llevamos más de veinticinco años en el molino y nunca había dejado de correr la garganta, como sucede ahora. A pesar de que en la zona abunda la vegetación, los tonos ocres dominan el paisaje con diferencia.
Al cruzar el puente de abajo, me resultó extrañísimo no escuchar el ruido del agua que allí siempre ha corrido con abundancia, en cualquier estación.
Con todo, bajo aquel sol declinante, se respiraba serenidad.