Bienvenido a la humildad.
Bienvenido a la ciudadanía. A mí quizás me ha costado menos de lo que algunos esperaban, porque era consciente de que estaba en una situación en la que pendía de un hilo que podía romperse en cualquier momento. Era un hilo finísimo, casi imperceptible, el de la confianza de una serie de señores. Y yo sabía que cuando esta confianza se rompiera, como finalmente ocurrió, evidentemente mi posición sería la más débil. Y como que no estaba dispuesto a cambiar mis criterios para retener la confianza de los editores, sabía perfectamente que este hilo no iba a tardar en romperse.
¿Está dolido por cómo fue todo?
Mi trayectoria personal y profesional en ABC merecía que mi cese, en lo que respecta a las formas, se hubiera producido de una manera radicalmente distinta. La empresa que te hace director de un medio también tiene el derecho de cesarte por las razones que consideren oportunas. Pero cuando un director está al frente de un periódico como ABC merece ser tratado con una mínima deferencia por su esfuerzo y por su trayectoria. Yo fui objeto, o mejor dicho, fui víctima, de una auténtica encerrona. Fui llevado a una reunión mediante engaño y no tuve tiempo ni para despedirme de la redacción. Mi sucesor estaba al otro lado de la pared. A mí me pareció que era una forma que tiraba por la ventana muchos años de formas de hacer de ABC y que decía muy poco de la categoría de los gestores que habían hecho eso. Y decía menos de lo que yo pensaba de los que consintieron que las cosas se hicieran así. En este sentido, dolido no es la palabra. Digamos que estoy indignado y decepcionado con esas personas. Pero también creo que las formas que han utilizado conmigo, y que luego han utilizado con otras personas, tarde o temprano se volverán contra ellos.
Apenas han transcurrido unos pocos meses, pero dejemos que transcurra más tiempo y las cosas se podrán en su lugar. No tengo ninguna objeción a mi cese, pero creo que las maneras fueron absolutamente indignas. En aquel engaño participaron cuatro o cinco personas, tres de las cuales consideraba amigos míos, no tan sólo desde el punto de vista profesional sino también personal. Y ahí es donde viene la decepción. Respecto a los profesionales que no eran amigos míos pero que tenían que ejecutar mi dimisión, creo que han resultado ser unos incompetentes. Y no pienso callar, porque fue hecho con una factura absolutamente inédita que desmerece a la empresa a la que pertenecen.