Esta fotografía (que tomo del muro de los Equipos de Nuestra Señora, publicada por Soraya Salgado) muestra a las claras el talante de mi hermano Fernando Valverde Berrocoso, recién nombrado canónigo auxiliar del Penitenciario del Cabildo de la Catedral de Plasencia. Y ya es difícil así vestido. Con bonete, roquete, muceta... Aunque este cargo avejente (te hace mayor, le dije, cuando me comunicó hace unos meses la decisión del obispo Retana), pudimos comprobar ayer que su sentido del humor y su tono vital siguen intactos. Tan parecido en eso a nuestro padre, que, lo reconocimos todos, hubiera disfrutado como nadie, orgulloso y feliz por esta noble distinción que nos retrotrae a la noche de los tiempos, o casi.
En el mismo acto, por cierto, fue nombrado canónigo D. David Calderón Carmona.
Confieso que frecuento poco las iglesias, lo imprescindible (funerales, bautizos, bodas...), y menos la espléndida seo placentina, pero aún disfruto de ceremonias mayores como la del pasado sábado, propias de la liturgia católica genuina. Por eso me gustó cómo entonaba el canónigo Prefecto de Música (mi antiguo alumno Miguel Ángel Ventanas) los salmos y cánticos que se recitaron. No, a pesar del calor y de la mascarilla, no se me hizo pesada la misa solemne. Tampoco la ceremonia posterior, celebrada en el Coro (como se ve en la fotografía inferior, de COPE Plasencia), el de la inigualable sillería de nogal del maestro Rodrigo Alemán, tras la maravillosa rejería de Celma. Y el discurso del deán, presidente y canónigo lectoral, el Ilmo. Sr. Dr. D. Jacinto Núñez Regodón (que es vicario general de esta diócesis), propio de un vicerrector y catedrático de la Universidad Pontificia de Salamanca, un sacerdote con un indiscutible bagaje intelectual que ya presentíamos cuando le conocimos de joven. Citó, entre otros, poniéndose del lado de las imprescindibles discusiones o debates que siempre surgen en cualquier grupo de personas con criterio, a Elie Wiesel, el superviviente del Holocausto, lo de que "dos judíos y tres opiniones es algo mejor que tres judíos sin ninguna opinión".
Acertó también con sus emocionantes palabras mi querido hermano. Más serio que otras veces, la ocasión lo demandaba, pero sin olvidar, marca de la casa, la ironía y el humor, como cuando recordó delante de sus compañeros de fraternidad aquella anécdota atribuida a Santa Teresa, la del que iba para santo pero se quedó... en canónigo.
Mi madre, que estaba encantada, hermanos, cuñadas y sobrinos celebramos con una sobria comida, cómo si no, la canonjía. Éramos exactamente diez, por lo que no incumplimos ley alguna.
Vaya, en fin, desde este rincón un fraterno abrazo virtual a Fernando, el que le daré como es debido cuando esta pesadilla termine.