... del siglo XXI. Es el subtítulo de Laudetur, de Márcio Catunda, una curiosa antología que publica Manuscritos donde reúne poemas dedicados a cada uno de esos poetas que Antonio Piñas califica en el preámbulo de "retratos psicológicos". De lo que no cabe duda es de que este poeta brasileño doblado de diplomático (un auténtico embajador de la Poesía), que ha pasado por las embajadas y consulados de su país en Lima, Ginebra, Sofia, Santo Domingo, Lisboa o Acra y que ahora ejerce como Consejero de Prensa de la Embajada de Brasil en Madrid, de lo que no cabe duda, decía, es de que ha leído obras de todos los que nombra y en la mayoría de las ocasiones con destacable perspicacia. Hay aciertos reseñables. Lecturas muy bien traídas.
No voy a mencionar a todos los seleccionados. Me limito a citar, por cercanía, a los extremeños del grupo; en orden de intervención, Andrés Trapiello, Ángel Campos Pámpano, Diego Doncel, Félix Grande, José Luis García Martín y Santos Domínguez.
Como es obvio, hay asusencias reseñables, aunque por el elevado número de incluidos se puede deducir que no demasiadas. O sí, ¡la especie abunda tanto!
Acaso lo más destacable sea que un poeta homenajee a sus compañeros. En este gremio la generosidad escasea.
Porque es el ejemplo que tengo más a mano, copio aquí el poema que me corresponde.
ÁLVARO VALVERDE RECORRE
LOS LUGARES DEL
SUEÑO
Álvaro Valverde recorre los lugares
del sueño.
Por las nubes que vuelan, advierte
el otoño.
Busca la mañana de dominical
certeza.
Contempla paisajes opuestos,
caminos que siguió por
intemperies.
Haber habitado un jardín es un
bálsamo
en la región
inhóspita.
Un santuario de breve
iluminación.
Que el árbol de la esperanza ofrezca
un remanso
al que pasea en la
existencia.
Entre yermos
páramos,
un hombre cansado
mira los muros de un convento en
ruinas.
Adora la
quietud:
el silencio letal de la
tarde,
y el aroma fragante en el arco de
las rosas.
Mira lejanas
estrellas.
Vienen los recuerdos y sueños
hacia el rincón de la
memoria.
Álvaro Valverde camina aterido.
Navegante
solitario,
pisa losas hostigadas por el
tiempo.
Atisba una
sombra,
donde ser y no ser en un
instante.